Tras derrotar al peronismo conservador en las pasadas elecciones, Javier Milei quiso dar por concluida la «modernidad popular» argentina atacando a golpe de motosierra uno de los pilares principales que sostienen su modelo de Estado y sociedad: la gratuidad universitaria , iniciada en 1918 como una rebelión juvenil para democratizar la institución y culminada con la reforma constitucional de 1949. Pero el pasado martes 23 de abril Milei se topó con una gran piedra: estudiantes y docentes (del país iberoamericano con mayor cantidad de premios Nobel en ciencia) detuvieron la nación en una jornada histórica en favor de la «universidad pública para el gran pueblo argentino» y en contra de su privatización.
Fue la manifestación más grande que se conoce desde las provocadas por las políticas del shock del gobierno de Mauricio Macri . A diferencia de aquellas, este artefacto movilizador fue más creativo a la hora de sortear el aparato represivo estatal. Patricia Bullrich , segunda de abordo en el Ejecutivo de Milei, fracasó estrepitosamente a la hora de organizar la aplicación del protocolo antipiquetes, que establece marchar por las veredas para facilitar el tráfico rodado. Fue imposible por la cantidad de manifestantes. «Yo ya conozco más o menos el número de gente que va ir, hay un elenco estable de gente que se moviliza», había dicho Bullrich, confiada, poco antes de la manifestación.
A primera hora de la mañana, en las avenidas arboladas de Buenos Aires podían encontrarse varias pancartas por cuadra «en defensa de una educación pública». Antes de comer, la plaza del Congreso Nacional, cuyo tamaño es más o menos el doble que el de la Puerta del Sol, estaba llenándose de manifestantes. A la hora de la convocatoria, la afluencia de gente era incesante y los coches estaban parados a dos kilómetros del centro urbano. Las movilizaciones abarcaban unos cuatro kilómetros a la redonda. No pararon de sonar bocinas, y así siguió hasta la noche. Cuando caía el sol ya era imposible moverse.
El centro de Buenos Aires quedó paralizado por la manifestación de estudiantes y docentes contra Milei. E. CANCELA
«Hoy, somos 800.000 argentinos» en la Plaza de Mayo (y más de un millón en todo el país), expresó Carlos De Feo, secretario general de la Federación Nacional de Docentes Universitarios CONADU. Esta organización aglutina el 45% de los docentes e investigadores y posee 34 asociaciones de base en la Argentina. El 23 de abril se agolparon todos frente a la Casa Rosada, en el mismo lugar en el que se celebró el funeral de Diego Armando Maradona . El astro argentino, por cierto, participó en una movilización similar en 1995, cuando visitó la Universidad de Buenos Aires (UBA) para respaldar la lucha contra los recortes presupuestarios del gobierno de Carlos Menem .
La brecha material
La enorme afluencia se debe a varios motivos. Uno de ellos es la degradación material. «Ha petado la empanadilla», decía Munir Achemi , escritor madrileño afincado en la ciudad. «La vida en tres meses ha empeorado radicalmente. Ya no es posible estabilizarse en este país». Los costes se han multiplicado, mientras que el salario se ha mantenido al mismo nivel, lo que está provocando la desaparición del ahorro en dólares de las clases medias argentinas.
De manera paralela, tras un salto del 117% en diciembre del año pasado, el mercado cuestiona la necesidad de una nueva corrección del tipo de cambio que podría beneficiar a la moneda estadounidense. Como explicaba Santiago Bulat en el medio Cenital , «la dinámica económica y las presiones inflacionarias ponen en tela de juicio la estrategia del gobierno de mantener la estabilidad cambiaria». La política estrella del país puede colapsar y, de hecho, lo está haciendo a través de sus efectos colaterales en la educación.
Hace dos semanas, CONADU publicó un informe al respecto en el que denunciaba que el sueldo de muchas categorías del profesorado universitario ni siquiera alcanza para cubrir la cesta básica. Entre marzo de 2023 y marzo de 2024, el salario docente creció en un 178,3% en términos nominales. En el mismo lapso, la inflación internacional llegó a 287,9%, lo que implica una caída del 28,2% sobre la capacidad adquisitiva real. La mayor parte de esta retracción, además, se produjo debido a la devaluación de la moneda anunciada por el ministro de Economía Luis Caputo , que no está funcionando.
También se desprenden datos similares del texto que ha dado lugar al manifiesto, elaborado por el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), máximo organismo que agrupa a los rectores de las universidades públicas nacionales, junto a la Federación Universitaria Argentina y el Frente Sindical de Universidades Nacionales, y que fue leído por Piera Fernández de Piccoli , presidenta de la FUA. «El incremento del 70% de las partidas educativas, dispuesto para el mes de marzo, más el reciente anuncio, en el marco de esta convocatoria, de un 70% adicional, constituyen un aliciente aún insuficiente en tanto la inflación fue de un 300% en el mismo período de tiempo».
Concretamente, el presupuesto del Ministerio de Capital Humano, uno de los cuatro operativos, pasó a ser de 1.440.397 millones de dólares, apenas un 4,1% más que el de 2023, aunque con una expectativa de inflación que deja el presupuesto total un 71% por debajo del de 2023. En poco tiempo, alertan los manifestantes, será difícil mantener edificios universitarios, realizar obras, sostener programas de becas, residencias y comedores, incentivar el desarrollo científico, financiar hospitales, laboratorios y proyectos de investigación, y pagar servicios básicos, alquileres, seguros y la protección de sus sedes.
El sujeto universitario posmoderno
Pero existe algo más allá de las condiciones materiales en esos cánticos que se escuchaban en la gran marcha. «Las universidades son uno de los motores de la democracia, la producción y los lazos sociales» , señalaban las máximas principales de la manifestación. Es la comprensión de la universidad casi como si se tratara de un motor espiritual, del lugar en el que «elegís quién querés ser» (como rezaba la publicidad de un centro privado), un espacio donde se labra el «futuro», la palabra más repetida en los lemas de la protesta. Un futuro «de felicidad, de soberanía, con empleo, sin hambre y sin exclusión» que está en franca disputa con el modelo libertariano.
Una manifestante levanta un libro de Simone de Beauvoir durante la manifestación. E. CANCELA
La movilización fue, por tanto, la primera reacción de la juventud contra el modelo civilizatorio que trata de imponer Milei, quien dedicó buena parte de la tarde a escribir de manera furiosa desde su cuenta de X contra los manifestantes. Sin quererlo, Milei ha reactivado el ingenio radical de la juventud, que le ha recordado que la universidad pública no es solo un lugar para encontrar un trabajo, aunque sea precario, o para aprender a ser un emprendedor que sigue a rajatabla el modelo neoliberal.
La universidad, financiada con recursos públicos, se ha convertido en una infraestructura de la posmodernidad argentina, en una muestra de la identidad de una juventud que, en muchos casos, es la primera generación que puede acceder a dicha institución. Es un modelo de desarrollo interno, de aprendizaje, de diversión, de creación de conocimiento para que el país progrese sin la mediación del mercado extranjero, que subdesarrolla todas las capacidades del estilo nacional, de producción de lo genuino. De alguna forma, esa es la «educación comunista» que tanto preocupa a las élites políticas y económicas del país. La derecha trata de desacreditarla porque permite ver, al fin, que existe una alternativa al neoliberalismo y que Milei nunca fue un cambio, sino un nubarrón en ese proceso de emancipación. «¿Por qué tanto miedo a la educación del pueblo?», le gritaban los jóvenes manifestantes. «Esto es para que veas que los estudiantes no cambian de idea».