Cultura

‘Civil War’, un apolítico baño de sangre

La poderosa película de Alex Garland imagina una segunda guerra civil en Estados Unidos y se centra en el horror bélico mientras desdibuja los contornos sociales y políticos que han dividido al país en la realidad.

Comentarios
  1. No explicar quiénes son los buenos y quiénes son los malos y dejarlo en manos del espectador es un hecho claramente deliberado por parte del director, ya que su potencial público no pertenece solo a Estados Unidos. A mí como español me ha recordado dos cosas: Una guerra civil es la peor de las guerras por enfrentar a «hermanos contra hermanos», más allá de las ideologías. Y, sobre todo, me ha recordado a nuestra guerra civil. Por cierto, en nuestro país no se ha traducido el título. Creo que intencionadamente. También recordar que guerras civiles no sólo se han producido en Estados Unidos. Y ahí van algunas de las antidemocráticas frases del que fue presidente de la República Largo Caballero: “La case obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo y, como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”. Largo Caballero en un mitin en Linares, el 20 de enero de 1936.
    “La transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas. Estamos hartos de ensayos de democracia, que se implante en el país la nuestra”. En el Cinema Europa, el 10 de febrero de 1936.
    “Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución, tendremos que conquistarlo de otra manera”. Febrero de 1933.
    “Quiero decirles a las derechas que, si triunfamos, colaboraremos con nuestros aliados. Pero, si triunfan las derechas, nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”. Escribió en “El Liberal”, el 20 de enero de 1936.
    “No creemos en la democracia como valor absoluto. Tampoco creemos en la libertad”. En 1934, Ginebra.
    “Hay que apoderarse del poder político, pero la revolución se hace violentamente: luchando y no con discursos». Congreso de las Juventudes Socialistas.
    Lo dicho. La película me ha provocado una sensación inquietante por los paralelismos con el pasado y las incertidumbres sobre nuestro futuro.

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