Análisis

La izquierda y el cuento de la islamofobia

"La islamofobia es central en la mayoría de los discursos ultraderechistas en Europa. Pero no se circunscribe a ellos: también una parte de la izquierda clama contra la presencia del islam, con argumentos específicos que han pasado a formar parte del vademécum de los nuevos fascismos y los posfascismos", escribe el autor.

«Se os va a acabar el cuento de la islamofobia»: una advertencia a musulmanes y a antirracistas, lanzada en una red social por una persona que se define como exmusulmana y de izquierdas. La islamofobia es una forma de racismo culturalista contra las personas musulmanas o consideradas como tales, con independencia de su práctica religiosa real o de la importancia subjetiva que esta tenga. Como todos los racismos, la islamofobia se imbrica con otras formas de alterización e inferiorización social, tanto de raza como de clase y de género, y basa su efectividad en que funciona con sentidos comunes ampliamente extendidos, que crean una ilusión de saber objetivo y la hace tan «respetable» como en otro tiempo lo fue el antisemitismo.

La islamofobia no es solo un problema de discriminación religiosa, pero tampoco puede ser aislada de la misma. El elemento antiislámico de la islamofobia es en sí racista: se trata de un dispositivo de saber-poder inserto en la tradición colonial del orientalismo, que cosifica al islam presentándolo como una esencia inmutable que determina la vida de las y los musulmanes, y justifica así los mecanismos de exclusión y disciplinamiento que se ejercen contra estos.

La islamofobia es central en la mayoría de los discursos ultraderechistas en Europa. Pero no se circunscribe a ellos: también una parte de la izquierda clama contra la presencia del islam, con argumentos específicos que han pasado a formar parte del vademécum de los nuevos fascismos y los posfascismos: el islam —dicen— sobra porque es reaccionario, porque es peligroso, porque oprime a las mujeres, porque odia a los gais, porque es una religión y la religión es el opio del pueblo.

En esta lógica, la islamofobia no es considerada racismo, porque no tiene nada que ver con caracteres innatos como el color de piel o el origen étnico. Ser musulmán es una identidad religiosa y, como tal, es una elección que puede (y debe) abandonarse. Así lo demuestra la existencia de exmusulmanes que se presentan como ejemplo de «superación» del islam y legitiman los discursos islamófobos. La islamofobia sería, por tanto, un cuento: un subterfugio creado por los islamistas para evitar las críticas al islam, para explotar en su favor el complejo de culpa de la izquierda blanca y en última instancia para abundar en la trampa neoliberal de las «guerras culturales», que alejarían a la izquierda de sus verdaderos objetivos. En este punto suele invocarse la política «de clase», más con propósitos totémicos que como categoría de análisis efectiva, pues de otro modo no se explica la ceguera a los regímenes de racialización (y generización) de la clase obrera en Europa, así como de la división del trabajo y los recursos a nivel mundial.

La islamofobia progresista soslaya las acusaciones evitando atacar frontalmente a las y los musulmanes, a quienes presenta como víctimas pasivas de la presión de «sus» sociedades y entornos familiares, así como de la agenda política de los movimientos islamistas reaccionarios, llamados a menudo «islamofascistas». También es presentada como marioneta de la conspiración islamista una parte de la izquierda, aquella que toma parte en el antirracismo, cae en la «trampa de la diversidad» o, en cualquier caso, no es abiertamente islamófoba.

Los discursos y prácticas musulmanas que no encajan en el relato demonizador suelen ser tachados de inauténticos, descafeinados, occidentalizados, o bien se los acusa de usar un doble lenguaje para enmascarar sus verdaderas intenciones. En esta definición unívoca y esencialista del islam, las voces musulmanas tienen escaso valor porque se considera que o bien están alienadas o bien son parte interesada en perpetuar la opresión. Salvo, por supuesto, que se trate de «musulmanes esclarecidos»: personas que reniegan públicamente del islam y/o aceptan los marcos del relato islamófobo como única posibilidad de poder decir algo.

Uno de los mecanismos discursivos más habituales de la islamofobia progresista se basa justamente en la idea de progreso. Las musulmanas y musulmanes son presentados como no coetáneos: viven en otra época, no han alcanzado las cotas de civilización de Occidente y su presencia (sobre todo cuando pretende ejercer sus derechos de ciudadanía) amenaza con devolvernos a épocas «ya superadas» de nuestro pasado: el fascismo, el clericalismo, el patriarcado, la represión sexual.

La práctica religiosa constituye, por supuesto, el súmmum de la no coetaneidad: ¿qué mayor signo de atraso que no ser capaces de superar la religión o de relegarla al ámbito de lo privado «como hemos hecho nosotros»? El islam, por su carácter «inmigrado» (más allá de que la historia nos diga otra cosa) no es resignificado como tradición cultural, como sí ocurre con las prácticas cristianas. De ahí que resulte demasiado visible y sea percibido como un exceso religioso. Estos discursos que se pretenden ilustrados olvidan también que la laicidad fue originalmente un modo de proteger la libertad de creencia, no un rodillo para aplastarla.

Si en la islamofobia nacionalista y nativista la presencia del islam amenaza la identidad de la nación o comunidad imaginada, para la islamofobia progresista lo amenazado es una comunidad moral imaginada: una sociedad que, supuestamente, ha conquistado por sus propios méritos unas cotas de libertad, igualdad y bienestar y debe defenderlas frente al monstruo lovecraftiano del islam(ismo), venido de otro lugar y otro tiempo.

En el peor de los casos, este es considerado incompatible per se con las conquistas sociales, y en el mejor, se afirma que los musulmanes y musulmanas no han conocido aún la Ilustración, la igualdad de género o la libertad sexual, pero podrían hacerlo, quizás con ayuda. Existiría entonces una forma posible de islam tolerable, «moderado», que contiene «vetas de ilustración», aunque sea como transición a un horizonte sin islam. En esta última lógica participan, a su pesar, incluso posiciones de izquierdas comprometidas con el antirracismo que promueven alianzas con personas y organizaciones musulmanas, sin por ello dejar de lado la idea de que, en el futuro (y quizás por la influencia que tales alianzas puedan ejercer) estas deberían abandonar sus creencias, pues la fe y la transformación social no son compatibles.

La islamofobia ilustrada forma parte de esa excrecencia de la izquierda que, ante la pérdida de referencias y de relevancia social, está recurriendo al vanguardismo más lerdo y estéril, arrogándose la facultad de definir quiénes son los sujetos políticos legítimos y cómo deben articular sus resistencias. Una izquierda que, por deseo de disputar el espacio a la ultraderecha y a los posfascismos con sus mismos significantes y formas, está creando inquietantes intersecciones y compañeros de viaje.

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Comentarios
  1. No vale discriminar a alguien por ser musulmán. Pero qué pasa si un musulmán discrimina justamente por ser musulmán? Si un hombre musulmán recibe el doble de herencia que una mujer. Si casi todos los países musulmanes aceptan la poligania mientras condenan la poliandria. Si la libertad de predicar otra religión o de declararse agnóstico para un musulmán en países o regiones mayoritariamente musulmanes es inexistente, o es criminal. Si el «honor» de la familia recae en la virginidad de las mujeres, como ocurría en el sur de Europa y sigue ocurriendo.
    Tanto la extrema derecha racista europea como el islamismo misógino son fascistas. Buena parte de la izquierda cae en la trampa de esta falsa dicotomía.
    Los mismos que no entienden que Hamas y Netanyahu son dos caras de la misma moneda y que en verdad son aliados en contra de sus disidentes internos.
    Sus verdaderos enemigos son los que promueven el humanismo y el fin del conflicto en nombre de banderas que significan poco, tanto como la identificación con un club deportivo.
    De esa manera, la concentración de la riqueza, la destrucción del medio ambiente o la opresión de las mujeres quedan relegados a temas «menores» en relación a los excesos de testosterona producidos por causas nacionales o religiosas.
    Sr. Gil-Benumeya, Castilla tenía reinas y el Califato de Córdoba tenía esclavas. Elija qué valores defiende.

  2. Poema de AbdelKrim Tabbal (Marruecos 1931)

    PATERA DE LA MUERTE..

    Cerca de mí saltan
    sombras o voces,
    se convulsionan
    y se rinden.
    Deliran: ¡Eh tú,
    el que está en el acantilado!
    Tiéndenos una mano,
    un invisible cuerda
    o al menos un talismán.
    ¡Eh tú,
    el que dibuja en el agua!
    Tráenos una silla de montar un hipogrifo,
    un viento
    o al menos una alfombra.
    ¡Eh, tú, nombre mío!
    Pronto, quizá flotemos
    descuartizados, espumas
    .o restos de árabes extinguidos;
    Quizá nos hundamos
    en una profundidad, en una cárcel
    o en unas manos con garras.
    ¡Eh, tú, apoyo mío!
    Si no nos escuchas…
    ¡Eh tú, quien y hacia quien nos escapamos!
    ¡Eh tú, el único al que vemos!
    tráenos una mortaja,
    una elegía
    o al menos un suspiro.
    ¡Eh tú, patria mía!
    tu hijo Taril
    no conquistó ni tierra
    ni mar.
    Abre tu corazón
    y háblate a ti mismo de amor.

  3. NUEVO ATAQUE AÉREO ISRAELÍ CONTRA SIRIA (VÍDEO)
    Desde el inicio del conflicto en Siria en 2011, han abundado los bombardeos israelíes contra objetivos militares o civiles en el país levantino. Muchos de los ataques han sido neutralizados por la defensa antiaérea siria.
    El Gobierno de Damasco ha denunciado una y otra vez que los bombardeos se producen en el marco del apoyo del régimen israelí a grupos terroristas como el EIIL (Daesh, en árabe) o bandas afines a Al-Qaeda.
    https://canarias-semanal.org/art/27983/nuevo-ataque-aereo-israeli-contra-siria-video
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    ISRAEL SE REAFIRMA ENTRE LOS PRIMEROS EXPORTADORES DE ARMAS DEL MUNDO:
    Incrementa las exportaciones hasta los 7.200 millones de dólares.
    Pese a su pequeño tamaño territorial y escasez demográfica, Israel se ha convertido en una potencia militar de nivel mundial a costa de los derechos a la población palestina, el desarrollo de un poderoso conglomerado industrial militar en el que destaca la producción de armas nucleares y por el silencio y la complicidad de Estados Unidos y sus aliados. ¿Están las armas nucleares sus tecnologías entre sus mercancías?.
    Israel continúa figurando entre los diez países del mundo que más material de guerra exportan a pesar de la actual crisis. Sobre todo, por sus producciones destinadas al “control de multitudes y la guerra urbana” a gran escala.
    https://canarias-semanal.org/art/27964/israel-se-reafirma-entre-los-primeros-exportadores-de-armas-del-mundo
    ——————————————————-
    Palestina debe existir.
    El primer ministro israelí se prepara para expandir Israel hacia buena parte de Palestina en 5 días.
    Palestina está reconocida por las Naciones Unidas. Pero el gobierno de Israel sencillamente la está invadiendo, violando las leyes internacionales.
    Prácticamente todo el mundo se opone, pero la cuestión es si alguien hará algo al respecto. Europa y otros tienen el poder de hacer que Israel se lo piense dos veces, pero primero deben oír a la ciudadanía exigiendo medidas en masa. ¡Vamos a hacerlo!
    Firma la petición «A nuestros jefes de Estado, ministros de Relaciones Exteriores y de Comercio»:
    (1.322.532 han firmado. Ayúdanos a llegar a 1.500.000)
    https://secure.avaaz.org/campaign/es/no_more_palestine/?email

  4. ¿Fracaso de su cultura? La ignorancia es muy atrevida.
    Respeto entre culturas, interés por el conocimiento, valoración de las experiencias humanas, individuales y colectivas, retorno a una cultura y valores comunitarios, regeneración ética, respeto a la naturaleza, regreso a la espiritualidad…
    Todas ellas cuestiones pendientes en la cultura dominante europea y occidental. Es increíble que sigan creyéndose superiores. Humildad, por favor.

  5. Esto nos lo creeremos cuando veamos una bandera del arco iris en cada mezquita europea. Si quiere una causa justa mejor vaya a manifestarse delante de todas las embajadas de paises islamicos por las injusticias que se hacen alli, La «tolerancia» no puede ser solo en una direccion, si no, se fortalece a los que no deben, a esos que por el fracaso de su cultura, que incluye a su religion, han tenido que salir de huyendo hacia europa.
    No nos interesa volver a traer a la religion al centro de la sociedad, que bastante nos ha costado quitarnosla de encima.

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