Internacional

El espejo de los otros

'La mirada' de Mónica G. Prieto: "Pese al terrible impacto de la pandemia en España y en Europa, seamos conscientes de que la plaga del coronavirus se ceba en todo el mundo con suerte muy desigual".

Refugiados rohingya recogen agua en un campo de Bangladesh. REUTERS / MOHAMMAD PONIR HOSSAIN

La mirada’ es una sección de ‘La Marea’ en la que diversas autoras y autores ponen el foco en la actualidad desde otro punto de vista a partir de una fotografía. Puedes leer todos los artículos de Mónica G. Prieto aquí.

El coronavirus no sabe de fronteras, razas ni religiones. Se expande por el mundo uniformando a la población en el miedo, la exposición al contagio y en la incertidumbre, pero sería injusto considerar que mata por igual. Nos iguala en nuestra vulnerabilidad, pero no en las posibilidades de sucumbir a la enfermedad: la diferencia radica, una vez más, entre ricos y pobres, entre aquellos con acceso al agua potable, a mascarillas y guantes y a un sistema sanitario sólido, y aquellos que viven hacinados en lugares desprovistos de los más esenciales mecanismos sociales y que dependen de una economía de subsistencia para comer cada día. 

La emergencia sanitaria dentro de nuestras fronteras ha hecho que descuidemos –aún más– la atención sobre las urgencias del exterior en este mundo globalizado donde todo nos afecta. Resulta imposible no pensar en los campos de refugiados de medio mundo, desde Grecia a Siria, desde Kenia a Bangladesh, donde millones de personas carecen de los medios para mantener ningún tipo de distancia social o higiene básica con los que protegerse de un brote.

Imaginar la expansión de la COVID-19 en determinados escenarios es, sencillamente, espeluznante. Uno de ellos es Cox’s Bazar, donde casi un millón de refugiados rohingya –comunidad musulmana sometida a una campaña de limpieza étnica por parte de Birmania y expulsada al vecino Bangladesh– malvive hacinada en precarios campos, en condiciones infrahumanas. Ellos encarnan a lo más pobre entre los pobres, los desheredados acogidos por uno de los 10 países más empobrecidos y vulnerables de Asia y donde el coronavirus ha comenzado a expandirse generando un panorama desolador. 

La ONG Médicos Sin Fronteras, que trabaja sobre el terreno, advierte de varios factores que ponen a todo Bangladesh y, muy en especial, a la comunidad rohingya en extremo peligro. Destacan las condiciones de hacinamiento en todo el país –los núcleos urbanos bangladeshíes están superpoblados, como lo están los campamentos de refugiados, donde familias de hasta 10 miembros comparten una sola estancia– y también destaca la imposibilidad de mantener ningún tipo de distancia ni de acceder al agua o jabón: la distribución de agua potable y alimentos les obliga, además, a esperar en verdaderas aglomeraciones humanas para tener posibilidad de recibir recursos básicos. 

“La gente se siente frustrada con el consejo constante de lavarse las manos. Si solo tiene 11 litros por día, ¿cómo puede ser suficiente para lavarse las manos todo el tiempo?”, explica Richard Galpin, experto en agua y saneamiento de Médicos sin Fronteras (MSF), en un comunicado emitido por la organización. Además, los refugiados rohingya pueden considerase un colectivo de por sí vulnerable: antes de la pandemia, el 30% de los pacientes tratados por la ONG sufrían enfermedades respiratorias. A ello se suman las enfermedades estacionales: el inicio de las lluvias monzónicas, que comenzarán las próximas semanas, siempre llega acompañado de brotes de cólera y otras infecciones relacionadas con el agua.

La lluvia torrencial suele derivar en el colapso de las rudimentarias infraestructuras de saneamiento, un problema mayor en un contexto como el actual, en el que la llegada de materiales y la mano de obra está limitada por la pandemia. Mantener los servicios de salud de Bangladesh es otro reto, dado que se están redirigiendo para afrontar la COVID-19, descuidando así enfermedades ‘invisibles’ cuyas víctimas podrían morir si ven interrumpidos sus tratamientos.

Además, el miedo a la nueva enfermedad está alejando a muchos pacientes con otras afecciones de las clínicas, denuncia MSF, aunque sus tratamientos sean igualmente esenciales. La protección del personal sanitario en un país con cientos de contagios entre sus profesionales de la salud y el reto que implica la fallida estructura médica de Bangladesh representan otros de los desafíos, dado que la falta de equipos de protección personal no solo expone a los sanitarios, sino también a los pacientes. Y Bangladesh solo es un nombre de la ingente lista de países que no tienen la fortuna de tener un Estado que garantice la asistencia médica, los suministros básicos o ni siquiera un hogar donde su población se pueda confinar. Un joven sirio refugiado en Francia describía hace unos días sus emociones cuando en Europa se habla del riesgo de colapso de la infraestructura sanitaria. “En Siria no existe una infraestructura médica de la que hablar”, decía lacónico. Pese al terrible impacto de la pandemia en España y en Europa, seamos conscientes de que la plaga del coronavirus se ceba en todo el mundo con suerte muy desigual.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.