Opinión

Fases

Un niño toma un helado en el primer día de apertura de las heladerías en Xianning, en China. REUTERS / ALY SONG

La mirada’ es una sección de ‘La Marea’ en la que diversas autoras y autores ponen el foco en la actualidad desde otro punto de vista a partir de una fotografía. Puedes leer todos los artículos de Laura Casielles aquí.

Es viernes, 8 de mayo de 2020. Estamos en la fase 0 del regreso a quién sabe qué. ¿A punto de pasar a la siguiente? Tampoco lo sabemos. Esperamos el veredicto mientras barremos la trastienda. Paseamos cuando llega la fresca de los primeros días de calor. Volvemos a mirarnos a los ojos con gente desconocida. Soñamos un verano hecho de encuentros. Nos damos cita en las plazas como por azar. 

No tenemos ni idea de qué va a pasar, correcto. Pero hay algunas cosas que ya podemos ir suponiendo, que nos conocemos. 

La fase uno, por ejemplo, se nos irá en una búsqueda imposible de terrazas por el barrio. 

Serán también los días de la compra compulsiva. ¿Qué has echado de menos? Calcetines, lápices, un vibrador. Regalos de cumpleaños atrasados y moldes para una repostería que ya no vas a tener tiempo de hacer. Ojo con la ropa, que igual luego no se puede cambiar. La fase uno traerá un respiro para los adúlteros y para los beatos. Los programas de deporte volverán a tener algo que contar. 

Habrá cierto estrés social de tantas cenas en las casas. Será el momento estrella de las botellas de vino largamente reservadas. Las caras luminosas y las conversaciones. El Instagram arderá, pero aún tendremos reticencia a los abrazos: cada despedida será una decisión a tomar, un pulso entre cínicos e hipocondriacos en toda pandilla

Nos iremos haciendo cargo real de las bajas y contrastaremos con la realidad si eran verdad los “bien” que escuchábamos al teléfono. Saldrán a la luz las aristas de las convivencias. Convendría estar alerta a las señales.

Será también la fase de las burocracias. Oh, oficinas de la administración, oh, plazos dilatados, vuestro momento llega aquí. Que los dioses del papeleo nos cojan con paciencia.

Nos cortaremos el pelo. 

Volveremos a comer rollitos de primavera, sushi y kebabs. 

En la fase uno, los amores cuajados a fuego lento durante estas semanas irán encontrando desarrollo. Vendrán grandes historias. También grandes decepciones. Seguirá siendo ilegal irse a dormir a casa ajena, pero eso será a veces alegremente ignorado, y otras veces una magnífica excusa para cerrar sin dramas una cita que fue mal. 

Habrá quien siga teniendo miedo de salir.

En la fase dos, las pruebas de acceso a la Universidad transcurrirán mientras aumentan las peleas para que nos den mesa en los restaurantes cuando ya esté completo el aforo reglamentario. “¡Coño, pero si tienes una ahí, mira, está a un metro, te lo digo yo!”. Quizá habría que ir pensando en aplicar la palabra “héroes” a quienes trabajan en la restauración, porque lo que van a tener que aguantar no está previsto por ley.

Ya habremos olvidado lo extraordinario de saludarnos y empezaremos a ir algo precipitados por entre las cosas. Pero habrá rebrotes. Nos harán pensar. Todo será preludio de otra cosa. Para entonces ya hará un calor considerable en bastantes de las provincias. Empezaremos a estar hartas de las anécdotas de cuarentena repetidas doscientas veces de cada cual.

En la fase dos, el desajuste entre los territorios que han llegado y los que no se hará más irritante. Como tampoco el clima es justo, habrá jaleo en las playas de segunda residencia. La mayoría de la gente lo seguirá haciendo bien, pero las redes sociales volverán a ser un lodazal, tras un demasiado breve relajo consecuencia de que estábamos absortas viviendo. En algunas familias se oirán las primeras frases dilatorias a las quejas de la abuela porque esta semana ya nadie la ha ido a ver. 

Los escritores de horóscopos podrán ir volviendo a fluir un poquito. 

Habrá quien ya vaya dejando de correr. 

Amantes de la belleza pasearán a solas por museos semidesiertos. A los conciertos en vivo irá menos gente que a los de Instagram. En la oscuridad del cine, algunas parejas se darán la mano con asiento interpuesto. “¡¡Eh!!”, chistará un policía de las distancias desde el asiento de atrás. 

Los filósofos volverán a quedar relegados a cuando haya tiempo para pensar en “esas cosas”. La poesía seguirá a lo suyo; la policía, también

A las calles volverá el ruido, pero también ese “¿bajas?” que se escucha después de que toquen al timbre del portal.

En la fase tres todo estará tan cerca que esperar más será exasperante. 

Nos quejaremos de que aún no abran las piscinas y de que no haya fiestas municipales este año. Los amigos con azotea empezarán a estar hasta el moño de nosotras. De los amores de la fase uno sobrevivirán algunos, otros no. Las notas de la selectividad irán saliendo: habrá quienes entren en la carrera que sueñan y quienes aún no sepan que lo mejor que les ha podido pasar es no conseguirlo. 

La levadura habrá vuelto a los supermercados. Ya solo unos pocos llamarán “heroínas” a las cajeras

Volveremos a salir de noche. Volveremos a tener resaca. 

Nacerá en amplios estratos de la población un súbito amor por ir de monte.

Quizá no quepa descartar que nos cuelen leyes por la tangente. Deberíamos haber ido pensando antes en organizarnos, pero hemos tenido mucho lío, en las fases anteriores. A ver si aquí. 

Algunos desempleados encontrarán trabajos nuevos. Otros bares tendrán que cerrar. 

El día que decreten que todo ha terminado habrá una fiesta de trenes y autobuses. Viajes Castilla arriba y Castilla abajo como en una extraña Navidad. Reencuentros esperados. Funerales atrasados. Bodas que permanecen. 

Pasarán, todo el rato y como siempre, muchas cosas que no salen en el BOE. Serán las que marquen nuestras vidas

Se oirán, como caballos en la lontananza, rumores preelectorales.

Se nos irá pasando el susto, regresarán las prisas. 

Se escucharán, aún raras veces, con timidez, las palabras: “Uf, qué ganas de pasarme un día tranquila en casa”.

Será un verano raro, pero será verano. 

Nos seguiremos sintiendo solos a veces, aunque veamos a gente. 

No lo confesaremos, pero algunos días, al coger la bolsa del gimnasio, nos diremos: “Ojalá siguiera habiendo clases online”. 

Quienes enfermen de coronavirus, lo pasarán con menos miedo. “He tenido suerte”, se dirán. 

Seguiremos muriendo, de esto y de otras cosas. 

Los gatos estarán más tristes; los perros, más alegres.

Habrá momentos, cuando nos crucemos en el portal a una vecina o salgamos al balcón un domingo al despertar, en los que recordaremos todo esto. Como una ráfaga, se nos vendrán a la mente algunas cosas que creímos ver, algunas cosas que entendimos. 

Estos días de primavera parecerán, probablemente, algo bastante irreal, como de otra vida. 

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Comentarios
  1. Pasada la tormenta se olvidará a santa Bárbara.
    La conciencia, desgraciadamente, no se despierta de golpe.
    El que pueda seguirá consumiendo irresponsablemente mientras pasa, insensible, con abultadas bolsas de innecesarias compras ante una persona mendicante.
    Los aplausos a lxs sanitarixs y a la Sanidad Pública se olvidarán y a defenderla de los recortes saldrán cuatro jubilados.
    Es una gran verdad que cada país tiene lo que merece. Personas conscientes y responsables son un minoría. Vivir en un entorno de irresponsabilidad me imagino que debe ser duro para ellas.
    MAÑANA SERA DEMASIADO TARDE PARA HACER LO QUE YA DEBIMOS HABER HECHO.
    (vídeo 5 minutos)
    https://www.youtube.com/watch?v=LXY8epxirRg

  2. Mi lugar de la playa se lo dejo a estos necesitados que tienen la segunda vivienda en Nerja, una playa maravillosa, pero llena de caca, y como en un estudio de aguas fecales hecho en Suecia encontraron presencia del Covid-19, no quiero bañarme en esta playa ni en ninguna otra, porque España carece de sistemas adecuados de tratamiento de aguas servidas en gran parte del litoral. En Nerja se debe a que los avispados han construido viviendas en lugares que no tienen alcantarillado, seguramente ilegales o aceptadas por algún corrupto concejal. Además, no confío en los exámenes que se hacen del agua para ver su calidad.

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