Internacional
Ocho salvavidas vacíos
El escritor reflexiona esta semana sobre las vidas que hubo detrás de esos flotadores y los rostros que no vemos.
‘La mirada’ es una sección de ‘La Marea’ en la que diversas autoras y autores ponen el foco en la actualidad desde otro punto de vista a partir de una fotografía. Puedes leer todas las de José Ovejero aquí.
Ocho salvavidas vacíos flotando en el agua. Si desconociésemos el contexto podríamos pensar en una composición que juega con la estética de colores y formas: el rectángulo azul, los flotadores rojos y negros, el negro azulado del mar, algún detalle blanco. La ausencia de personas en la imagen refuerza la asociación con una pintura abstracta. Pero sabemos que la foto está contando algo muy concreto; más bien, está sugiriendo algo, porque una fotografía genera una impresión pero no cuenta una historia: el antes y el después tenemos que imaginarlo.
Esos salvavidas podrían estar vacíos porque quienes flotaban en ellos acaban de ser rescatados y se encuentran en la cubierta de un barco, aliviados, quizá desorientados, probablemente envueltos en una manta isotérmica. Quizá piensan en su futuro, quizá en quienes acaban de morir. El día en el que se tomó la foto un barco de inmigrantes naufragó cerca de Lampedusa. Muchos de ellos pudieron ser salvados. Y también se recuperaron cinco cadáveres del mar. Esa podría ser otra forma de pensar una continuación, de explicar el vacío: los inmigrantes que intentaban salvarse con los flotadores están en el fondo marino, sus cuerpos fríos ya no se mueven por sí mismos, en sus cabezas no quedan imágenes, proyectos, deseos. Ni siquiera temores.
Vemos el vacío y lo llenamos con lo que sabemos. Nos dejamos llevar por el optimismo o por el pesimismo. Como los familiares de los inmigrantes que no reciben noticias de ellos: se preguntarán si han muerto o si estarán enfermos o detenidos. Los familiares no tendrán una foto actual pero probablemente sí alguna antigua de hombres y mujeres jóvenes, de niños y niñas. Fotos que, sin embargo, aunque los muestren quizá sonrientes o decididos, también remiten a un vacío. El que dejaron en sus casas quienes se arriesgaron a atravesar el mar para encontrar una vida sin miseria ni violencia.
Estén donde estén, sobrecoge pensar que muchos de ellos, con un nombre y una foto en su lugar de origen, son para nosotros, los de este lado, cadáveres anónimos y, la mayoría, sin rostro, sin cuerpo. Fáciles de olvidar.
…y sin embargo, en los alrededores de los campos de refugiados en Lesbos hay miles de chalecos pinchados, rajados, rotos para que no se vuelvan a usar…
Los chalecos salvan vidas y por eso se destruyen en las fronteras de los países de acogida. Es terrible. La experiencia que nos cuentan los del Aita Mari en las islas griegas es tremenda.
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