Sociedad

Hodan Souleiman: “Yo soy una feminista negra que va por libre”

La Mediadora Intercultural de Médicos del Mundo define su lucha personal y política como un acto de supervivencia: "No tenemos que devolverle nada a ninguna: yo tengo mi voz y mi causa por la que soy feminista y cada mujer tiene la suya".

Hodan Souleiman, feminista y activista. Ilustración: Diana Moreno / porCausa.

Con acento / PorCausa.org // Hodan Souleiman es feminista y activista desde que es consciente de lo que significa ser mujer y negra. Supo de las barreras que encuentra una mujer cuando en el colegio no le dejaron ser líder del equipo por ser niña y desafió por primera vez la norma: “Le dije al profesor: ‘ponme con los mejores corredores chicos y si gano, soy capitana’. Fue la primera vez en mi vida, o la única, que dejé a tantas personas atrás, por pura rabia, ¿por qué no podía ser yo la capitana por ser niña?”.

Llegó a España en los 90, años agridulces en los que el racismo se hacía palpable y los niños y niñas refugiados de Vallecas hacían piña contra los ataques del resto. Recuerda el desconcierto que le provocó la primera vez que la llamaron “negra”. 

Consciente desde pequeña de lo necesaria que es la lucha, sus dos grandes proyectos en la actualidad -de la mano de Médicos del Mundo- son sensibilizar a la población sobre la mutilación genital femenina y el acompañamiento e información a mujeres en situación de prostitución. Hodan sueña con crear una cooperativa interracial que funcione entre todas las mujeres que quieran luchar por los derechos de la mujer y que suponga una opción real de vida. 

Dices que eres activista desde que te despiertas.

Mi día a día es levantarme pensando: “Tengo que hacer esto por esta mujer”, “tengo que hacer esto otro por esta otra mujer”, y la rabia que siento al no conseguirlo. Por justicia, las mujeres no tendríamos que sufrir. En los cinco continentes sigue pasando que por nacer mujeres estamos predeterminadas a cuidarnos para que no nos violen, a no tener un buen puesto de trabajo, a ser madres obligatoriamente, a que en determinadas culturas torturen nuestro cuerpo. Quiero llegar a Somalia y andar libre, quiero tener una hija y no tener miedo, sino saber que va a poder ir a cualquier parte del mundo con tranquilidad y que va a poder ser libre. Mi vida está ligada a luchar por los derechos vulnerados de cada mujer.

¿Cómo empieza tu militancia?

Mi camino en el activismo empezó como modo de supervivencia. Nosotras vivimos durante tres años en un centro de refugiados en Vallecas, y luego en un piso de protección. Ahí mi madre acogía a un montón de gente que no tenían a donde ir y no conocían el lugar. Decía que no podíamos dejarles en la calle. Eso me hizo querer ayudar e indagar más, pero lo que me marcó la vida pasó mientras ayudaba con una traducción, a los 17. Fue con una mujer somalí que tenía infibulación, el tipo tres de mutilación genital: el cosido. Ella estaba teniendo un aborto y el bebé no salía porque estaba cosida. En realidad, ese día no traduje, solo la tranquilizaba: una niña tranquilizando a una adulta. Ahí fue cuando quise estudiar más sobre la salud de la mujer y entender por qué el aborto de una mujer somalí es más duro que el de una europea.

¿Fue ahí cuando te diste cuenta de que eras feminista?

Empecé a usar la palabra feminista más tarde, pero cuando vi a aquella mujer somalí, decidí que quería luchar por mí como mujer y por las demás. La militancia me viene desde casa. Mi madre es otro tipo de feminista. Aunque a ella no le gusta esa palabra, a sus hijas las ha respetado y ha luchado para que nadie nos obligara a hacer lo que no queríamos, lo que dicen las costumbres malas de mi país. La suerte es que estalla la guerra, fíjate lo que te digo, la suerte…

Nuestro destino cambió por la guerra civil de Somalia en 1989. Gracias a la guerra, las tres hermanas hemos estudiado y hemos hecho lo que hemos querido. Aunque no sabíamos a dónde veníamos, nuestro padre nos dijo que íbamos a un país árabe. Cuando llegamos no había ni una sola persona que hablara somalí y que pudiera hacer la traducción de asilo.

Cuando llegáis en los 90, erais las únicas somalíes…

Las únicas negras. Di negra (ríe). En el colegio, en el metro, en la vecindad, en el barrio… Era increíble.

¿Recuerdas algo de aquella época?

Totalmente, ahí empezó mi activismo contra el racismo. Descubrimos que éramos negras aquí. En África también hay racismo: el más claro es ser racista con el más oscuro, pero no es como el racismo de señalización directa que existe aquí, que te llaman “negro”. A mi hermana y a mí el primer día del colegio nadie nos entendía. Nosotras hablábamos inglés, francés, somalí y chapurreábamos árabe, pero la palabra “negro” y
“negra” la comprendimos enseguida. “¿Nos están llamando “black”, “nigger”?, nos preguntamos”. Al volver a casa se lo comentábamos a nuestra madre. “No, no sois negras”, nos dijo. “Vosotras sois marrón oscuro. El problema lo tienen ellos que no tienen buena vista”. ¿Qué iba a decir?

¿Cuál era vuestra actitud frente a eso?

Defendernos, porque empezaron los abusos. Yo tenía el pelo a lo Jackson Five. No me molestaba que me lo tocaran, pero sí cuando lo hacían con mala leche. O cuando me escupían. Mi mejor amiga de clase era búlgara y vivía también en el centro de refugiados. Fue la primera amiga tan blanca, tan rubia, tan ojos azules que he tenido. A ella le decían: “Polaca, vete  a tu país”. Yo al principio no entendía por qué la rechazaban también a ella si era blanca. No estábamos en el punto: una era más oscura y la otra más blanca. No éramos como ellos. ¿Tú sabes los debates que teníamos los niños en el centro de refugiados? Sufríamos, hablábamos de estrategias de defensa, cada hermano mayor defendía a su hermano pequeño.

Volviendo al feminismo, ahora hay bastante debate en torno a cómo las feministas blancas seguimos disfrutando de privilegios con respecto a otras mujeres y no escuchamos al resto de feminismos. ¿Qué opinas?

Creo que el feminismo europeo se ha subido a un nivel -y no quiero que nadie se ofenda porque conozco a feministas que no son así- que mira desde arriba al resto del mundo. Sigue operando la colonización. Me enfado muchas veces cuando no nos aceptan a las feministas negras intelectuales porque considero que tengo los mismos argumentos teóricos que cualquier feminista blanca. Se rechazan los argumentos de la feminista intelectual extranjera, como si molestase que ocupemos ese lugar. Sin embargo, a la mujer pobre que cruza la frontera le meten de golpe el feminismo, cuando a lo mejor lo último que necesita es eso. Cuando llegan mujeres africanas, latinas, árabes o asiáticas, las reprimidas, como nos llaman, las feministas blancas se compadecen.

No queremos que nos sigan victimizando, que nos sigan teniendo como las pobrecillas. No lo somos. Tampoco se respeta a la feminista que va con velo. Hay mujeres que libremente eligen eso, entre
ellas mi propia familia, y otras, que hemos elegido ir sin velo porque nos ha dado la gana. No obstante, tampoco me gusta el discurso de las mujeres racializadas. Los extremos son malos. Por eso nunca me he unido a una plataforma feminista, ni negra ni blanca. Soy una feminista negra que va por libre. El año pasado fui a la manifestación del 8M porque quería apoyar a mis hermanas feministas blancas. Es verdad que en vuestras luchas hay pocas cosas de las que pedís para mí, como mujer negra. Porque por ser negra sufro una discriminación más, bueno dos, porque tengo apellidos islámicos. Pero voy a esas manifestaciones para que sepáis que os estoy apoyando y quiero que nos apoyéis.

También se habla mucho de “dar voz a otras mujeres”. 

No tenemos que devolverle nada a ninguna: yo tengo mi voz y mi causa por la que soy feminista, pero cada mujer tiene la suya. Me da rabia cuando dicen “hay que educarlas, hay que empoderarlas”. Quizás nos tendríamos que sentar un día todas y decir: “se acabó. Basta”. Porque hay más cosas que nos unen de las que nos separan. Para mí, el feminismo es lo que yo vivo como mujer todos los días. Cada una de nosotras vivimos una historia y un relato.


Con Acento es una sección creada por porCausa para visibilizar a mujeres de origen culturalmente diverso.

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Comentarios
  1. Inteligente y culta, Hodan va por libre, fiel a la voz de su conciencia.
    Personas inmigrantes, muchas con más nivel intelectual ¡y moral! -dicen que las penalidades nos hacen más humanos- que sus vecinas y compañeras españolas, por lo visto para éstas la superioridad está en ser españolas y blancas.
    A zafios e incultos es cierto que nos ganan pocos

  2. La lucha de Hodan Souleiman es la lucha desde el individuo soberano. único e irrepetible. Una lucha que no necesita de tutores. Aplaudo ese valor.

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