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La vida invisible de las limpiadoras, el miedo a las cosas cotidianas
Cruz Serrano, 61 años, limpiadora en unos grandes almacenes del sur de Madrid.
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La personas nos reconocemos a través de los detalles que construyen nuestro imaginario compartido. Mientras andaba por el centro de Leganés junto a Cruz Serrano, mujer, 61 años, limpiadora en unos grandes almacenes del sur de Madrid, en ese espacio de distensión que toda entrevista necesita antes de producirse, me di cuenta de que, en parte, ya la conocía, y que ahora lo que faltaba era ir completando una figura en la que podría encarnarse mi madre, mis vecinas, alguna profesora que tuve en EGB.
Me había reunido con ella para hablar sobre eso que se llamó la crisis, aquello que, posiblemente, nos cambió para siempre. “Las limpiadoras somos invisibles. Podría contarte muchas cosas de los sitios donde he trabajado, porque los que están allí hablan entre ellos como si no estuviéramos”, me dice mientras nos sentamos en una terraza y los otros clientes nos miran de soslayo, por el fotógrafo.
Le cuento mis recuerdos de cómo empezó todo, la caída de Lehman Brothers, Iñaki Gabilondo, en la tele, advirtiendo del cataclismo, mitad de septiembre de 2008. “Sí, pero aquello se veía venir. La crisis empezó antes, cuando mi piso en Zarzaquemada valía 300.000€. O decían que valía, porque era mentira. Ganabas en un mes lo que ahora ganamos en cuatro. Un dinero que como venía, se iba”. Un platillo de frutos secos sobre la mesa atiende al inicio de nuestra conversación.
“Los coches ahora son todos más viejos, se ve. Pero en aquella época las letras de las matrículas no paraban de cambiar. Yo trabajaba en una limpieza de obra en el Bercial, un centro comercial entre Leganés y Getafe. Allí se metió mucho dinero. Pues la gente no quería trabajar ahí, levantarse a las cinco…”. ¿Y luego?, le pregunto, ¿cómo se empezó a notar? “En mi trabajo no entraba gente nueva, no renovaban, quedamos la mitad. Y de esa mitad nos redujeron la jornada. Pasé de ganar mil euros, que entonces parecía poco, a no llegar a 500. Menos mal que éramos dos –por su marido– porque a uno solo se le hacía difícil tirar”.
Además de las cifras, economistas y las decisiones del BCE, la crisis fue algo de lo que nadie se pudo escapar. Y rara vez se habla de ello. Incluso, hoy, parece que nunca hubiera ocurrido. ¿Qué cambió en nuestra vida cotidiana? “Cosas que se rompían en casa, pequeñas reformas, quedaban siempre pendientes para más tarde. Dejamos de ir de vacaciones, como mucho al pueblo. Tenías miedo a ponerte mala, a que te pasara algo. Querías ahorrar, por si acaso, pero no podías. Suerte que nosotros teníamos ya la casa pagada, porque otros no pudieron hacer frente a las letras y la tuvieron que malvender, irse con sus padres. Imagínate dos matrimonios y dos críos en un piso de estos, de tres habitaciones y un baño en 80 metros cuadrados. En esta crisis lo que nos ha valido es tener familia, porque el Estado no se ha preocupado por nosotros”.
Dejamos de confiar en las cosas que parecían seguras, o en aquellas que no nos importaban, como los políticos, ¿no? “Yo voté a ZP porque parecía que iba a hacer algo. Y no votaba al PSOE desde el principio de Felipe González. Pero fue una decepción terrible. No me entra en la cabeza que un partido que se llama socialista hiciera aquello, por eso surgió el 15-M y luego Podemos, que primero me ilusionó pero luego ya no, porque se ha metido mucha gente que solo va al cargo. No entienden que la gente quiera hablar de sus cosas en su barrio”.
Cruz me cuenta que la primera vez que se afilió a un sindicato tenía 19 años, a la UGT. Formó la sección sindical de madera y corcho, en Fuenlabrada, porque trabajaba de administrativa en una empresa del ramo, a finales de los setenta. Luego lo dejó porque tuvo que cuidar a sus hijos y a sus padres, que cayeron enfermos. ¿Y qué pasa entonces con los sindicatos?, no parece que hayan salido reforzados tras la crisis, me intereso. “La gente les necesita pero no los quiere. Piensan que están vendidos. Han firmado cosas impensables para un sindicato de clase. No deberían estar pagados por el Estado para no perder su autonomía, solo por sus afiliados”.
Y las mujeres, ¿os afectó la crisis de una manera especial? “Las mujeres han sido las que han sacado las casas adelante. Cuando sus maridos fueron despedidos de las obras, ellas se fueron a limpiar. Y eso les dio una sensación de ‘yo puedo sacar esto adelante’, de poder”. ¿Crees entonces que el resurgir del feminismo tiene que ver con la crisis?, le pregunto. “El futuro es de las mujeres. Nos están matando diariamente. El 90% de las personas que hay donde yo trabajo son mujeres y el 90% de los jefes son hombres. Cuando sales de tu casa y haces algo más que cuidar a tus hijos, cuando te juntas con gente que es como tú, eso te hace crecer. La crisis dejó trabajos precarios de servicios, que son los que hacemos las mujeres obreras. Eso nos ha servido para empoderarnos mientras sacábamos a la familia adelante”.
Cruz me habla del copago, de cómo tuvo que pagar la morfina para su padre, enfermo de cáncer. De sus compañeras inmigrantes. Cree que la crisis “les ha salido de perlas”. “Porque ahora casi no tenemos derecho a huelga y ellos se han hecho millonarios”. ¿Entonces? Y dejo la palabra en el aire, porque sé que sabrá a qué me refiero. “Entonces no hemos aprendido nada. Todo lo que hemos conseguido ha sido por las manifestaciones. La carretera a Madrid, los hospitales… pero hoy nadie quiere ser de clase obrera. Todos creen ser de clase media aunque no cobren ni el salario mínimo”.
Y sin embargo la clase obrera es la más digna.
Las dictaduras del capital, moda y publicidad, han alienado las mentes llenándolas de falsos valores, de pijería y necedad.
Muy buen artículo. Se comprende cómo se vivió la crisis en España. Soy de Argentina. Aquí se está complicando la vida, mucho.
Un resumen perfecto: «hoy nadie quiere ser de clase obrera. Todos creen ser de clase media aunque no cobren ni el salario mínimo”
Leyendo la entrevista a Cruz te ves representada en el 99% de su vida de mujer obrera sin falsos oropeles burgueses que parece ser lo más moderno. Es culta, directa, entiende más que muchos economistas el desarrollo de esa crisis que es cierto tuvo un efecto pedagógico forzado en muchas mujeres que se vieron obligadas a ayudar o directamente mantener una casa, al cebarse el paro especialmente en hombres que venían de la construcción.es una mujer empoderada por sí misma, no debe nada a nadie por ese reconocimiento propio,ella y su reflexión la ha convertido en una mujer con vida propia que no puede ser invisibilizada mas que por prepotentes o idiotas.