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¿Ineptitud en la gestión empresarial y política?
"Las soluciones cortoplacistas, en la mayoría de ocasiones, agravan el problema o conllevan implicaciones negativas, tal y como estamos evidenciando en la situación económica, social y política de nuestro país", escribe el catedrático.
Cuando tenemos un problema podemos hacer dos cosas, o bien intentamos eliminar los síntomas o tratamos de entender el origen del problema, procurando transformar o modificar dicho origen o causa primera, y con el tiempo nuestro problema se habrá resuelto. Estos dos enfoques representan la dualidad entre el pensamiento lineal, cortoplacista o miope y el sistémico o de amplias miras. Ambos enfoques son fácilmente detectables en entornos políticos y empresariales, habiendo abundado en los últimos años, desgraciadamente para todos, el pensamiento lineal o miope.
En los 90, un profesor del MIT, Peter Senge, publicó un libro titulado La quinta disciplina. En él hablaba de las cinco disciplinas que permitirían a las organizaciones, y a sus miembros, ser capaces de aprender: la quinta y más relevante era el pensamiento sistémico. El pensamiento sistémico, decía Senge, es un modelo conceptual que enfatiza las relaciones entre los elementos de un todo o un sistema; es decir, en lugar de centrarnos en los síntomas de una situación, el pensamiento sistémico enfatiza la importancia de tener en cuenta todos los aspectos y sus relaciones entre sí, logrando una visión global y de conjunto de la realidad.
Por ejemplo, si una empresa tiene un elevado absentismo laboral, la solución cortoplacista y miope para atajarla sería eliminar el síntoma a través de medidas basadas en el control al trabajador, el castigo o las penalizaciones. Con ello, probablemente disminuyamos relativamente el absentismo; pero no habremos solucionado el problema de por qué los trabajadores buscan razones para evitar ir a trabajar. Quizá haya un mal clima laboral provocado años atrás por un directivo más bien tóxico, o quizá el salario sea tan bajo que desmotiva.
El pensamiento sistémico nos llevaría a relacionar todos los aspectos y a entender y actuar sobre la razón por la cual los trabajadores no acuden a trabajar; con lo cual se solucionaría la raíz del problema. Sin embargo, en el caso de seguir el pensamiento lineal, habríamos sofocado el síntoma del absentismo, pero el problema seguiría existiendo. Además, es posible que provocáramos mayor malestar y el clima organizativo se convirtiera en irrespirable.
Otro ejemplo, desgraciadamente muy común en estos últimos años, sería el caso de las empresas que se enfrentan o se han enfrentado a problemas económico financieros, no disponiendo de los mismos recursos que en años anteriores. Siguiendo el pensamiento lineal, lo simple ha sido y sería enfrentarnos al síntoma, disminuyendo nuestro gasto en diferentes ámbitos.
El problema se agrava cuando entre dichos ámbitos se incluyen algunos tan relevantes como la formación, la I+D, la reducción de salarios o incluso la rescisión de contratos laborales. Sin embargo, cualquiera de estos recortes no habrá solucionado el problema de escasez de recursos, simplemente habrá suavizado los síntomas en el corto plazo. Y en el largo plazo, cualquiera de estas soluciones implicará tal pérdida de capital humano y tecnológico que la empresa no podrá nunca recuperarse o acabará siguiendo un modelo basado en los costes bajos, la nula innovación, y la explotación laboral. Si siguiéramos el pensamiento sistémico, trataríamos de analizar las razones de la disminución de ingresos y recursos (por ejemplo: productos de poco valor añadido debido a una escasa innovación, o poca internacionalización de la empresa) y buscaríamos una solución al respecto.
De forma similar, con el pensamiento lineal o miope, se ha gestionado la crisis económico financiera: planteando recortes, entre otros, sobre elementos clave para la economía y futuro de la sociedad, así como para el bienestar social de la mayoría: educación, sanidad, I+D+i, ayudas sociales, cultura, dependencia, energías renovables etc. Todos estos recortes conducen y han conducido a disminuir dos aspectos clave para el bienestar de un país: la innovación y la igualdad social. La disminución de ambos aspectos conlleva un claro descenso del bienestar social, que, desde mi punto de vista, es el indicador más importante para una sociedad y una economía.
Obviamente la utilización del pensamiento sistémico hubiera conllevado analizar las razones de la crisis, tratando de solventarlas: dependencia económica de la construcción, especulación, utilización de paraísos fiscales, evasión fiscal, y fundamentalmente las desigualdades de renta fruto de continuas políticas neoliberales (Vicenç Navarro, Las ignoradas causas de la enorme crisis que estamos viviendo, 2016). Nada de esto se ha hecho, por lo que o bien nuestros gestores son unos ineptos al utilizar el pensamiento lineal o miope, o son conscientes de que “su solución” implica empeorar más el problema, y aun así siguen haciéndolo, lo cual es muy grave, ya que conduce a un menor bienestar social, más desigualdad, menos innovación y en definitiva a un modelo económico empresarial obsoleto basado en el control, salarios bajos, precariedad laboral, escasa motivación y elevada explotación.
El pensamiento sistémico es una disciplina para ver totalidades. Es un marco para ver interrelaciones, en vez de “instantáneas” estáticas que impiden visualizar y solucionar adecuadamente los problemas. Además, y como dice Peter Senge, las soluciones cortoplacistas suelen ser y son muy perjudiciales en el largo o medio plazo; no es que no se solucione el verdadero problema, es que en la mayoría de ocasiones se agrava o conlleva implicaciones realmente negativas, tal y como estamos evidenciando en la situación económica, social y política de nuestro país. Confiemos en que finalmente gestores con un enfoque más sistémico puedan reconducir la debacle de nuestro sistema económico, empresarial y social.
* Ricardo Chiva Gómez es catedrático de Organización de Empresas. Universitat Jaume I