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Cubal, capital de las enfermedades olvidadas

Unas jornadas científicas celebradas en este pueblo del centro Angola evidencian la necesidad de poner en la agenda local e internacional el control de unas patologías asociadas a la pobreza en su mayoría prevenibles y tratables.

Cubal es un municipio del centro de Angola. JESÚS ROBISCO

CUBAL (ANGOLA) // Castelho Filipe es enfermero. Lleva más de 20 años trabajando con enfermos de lepra en Angola. Los datos de un estudio realizado en la provincia de Benguela y en la capital, Luanda, son demoledores: el 10% de estas personas no tiene derecho a una habitación, el 7,5% no tiene los mismos derechos de salud que el resto, el 25% no tiene derecho a vivir en familia, el 17,5% no tiene derecho a casarse, el 5% no tiene derecho a participar en la vida social, el 5% no tiene derecho a la educación y el 5% tampoco tiene derecho a una sepultura. “La lepra tiene cura, basta con un diagnóstico precoz; el problema es que el 95% llega tarde al tratamiento, y los mitos sobre esta dolencia son la principal causa de exclusión social”, explica Filipe en la presentación de la investigación. El porcentaje de exclusión, a pesar de haber descendido, aún es alto: en torno al 30%. La autodiscriminación asciende al 17%. 

La lepra forma parte de la lista de enfermedades tropicales calificadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como desatendidas (NTDs, en inglés). Son patologías principalmente infecciosas asociadas a la pobreza que afectan a más de mil millones de personas, la mitad en África. El pasado año, en solo 13 municipios de Angola, fueron detectados 231 nuevos casos de lepra, la mayoría de ellos en Luanda (115) y en Cubal (25), de unos 300.000 habitantes. 

Durante dos días, este pueblo ubicado en el centro del país africano ha acogido unas jornadas científicas -que van ya por su séptima edición- organizadas por el Hospital Nossa Senhora da Paz y el Programa de Salud Internacional del Instituto Catalán de Salud (PROSICS). “No tienen una alta mortalidad, pero sí generan una altísima muerte social”, resumió el representante de la OMS en Angola, Nzuzi Katondi. “No son visibles, no causan grandes endemias, no viajan mucho, no llaman la atención de la sociedad y afectan a una población con escasa influencia política”, concluyó la directora del Programa estatal de Enfermedades Desatendidas, la doctora Cecilia de Almeida, creado en 2006.

La rabia es otro ejemplo. Un recorte de prensa de mayo de 2014 indica que en solo una semana fueron atendidos 20 casos de mordeduras de perros. “Es una enfermedad 100% prevenible, pero no tenemos vacunas ni inmunoglobulinas”, enfatizó el director clínico del centro angoleño, Agostinho Pessela. En ocasiones, puso como ejemplo, algunos organismos públicos administran otras vacunas, como las antitetánicas, con lo que el problema persiste y la persona afectada cree que está inmunizada contra la rabia.

La falta de medicamentos, aparte de la invisibilización y el desconocimiento, es la gran batalla con la que luchan a diario en este medio rural. “La situación en los últimos meses ha causado roturas de stocks y dificultad para encontrarlos en el mercado local oficial”, aseguró la responsable del servicio de Farmacia del hospital, Silvia Serón. 

Como afectan a los pobres no se invierte en investigación y como no se investiga no se erradican.  Es el círculo vicioso en el que se mueven estas dolencias, que no son enfermedades en abstracto: “Detrás de ellas hay personas. Por eso queremos llegar a compromisos realistas y que se concreten para ayudar de verdad. Trabajar en redes con otras instituciones, sobre todo en el sector de la educación, la salud pública, veterinaria y otras instituciones como las universidades y la OMS”, destacó la doctora Milagros Moreno, que presentó un estudio sobre el carbunco o ántrax –Angola es también un lugar endémico para la presencia de esta enfermedad causada por una bacteria que se encuentra en el medio ambiente en forma de esporas–. 

Durante 20 años, ha sido la directora general del Hospital Nossa Senhora da Paz, un centro de la red pública gestionado por las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Durante 25 años, fue la responsable de Pediatría. Aún sigue trabajando allí. Cuando llegó, el lugar donde estos días se han celebrado las jornadas era un campo baldío lleno de tiendas de campaña para refugiados. Los desastres de 40 años de un país en guerra se perciben todavía hoy en los rostros de gente que no sabe leer ni escribir, que no ha tenido oportunidades.

“En las escuelas y en la formación está la esperanza, es la única manera de salir del desconocimiento”, reclamó la farmacéutica Hermisenda Cortés durante la presentación de un proyecto piloto para llevar la ciencia a las aulas. Citando a Mandela, la profesora de Microbiología y Parasitología de la Universidad Katyavala Bwila de Benguela Marisela Iglesia, de origen cubano, también discurrió en esa línea: “Son los cambios que hemos provocado en la vida de los demás lo que determina el significado de la nuestra”. Su compatriota y compañero en la misma universidad, el epidemiólogo Osmel Gamboa insistió en que no es la pobreza la que trae las enfermedades sino las malas economías. “Cuidado con el esnobismo. No al Samsung Galaxy, no al último pantalón”, avisó. “La mayor pobreza que hay en el mundo es la pobreza del alma. Hay que transformar y prepararnos para los cambios climáticos y ambientales. Si no, como decía Saramago, seguiremos llorando como el hombre del neardental”, advirtió en un discurso que concluyó con una declaración de amor a todo el público.

María Nieto, trabajadora del laboratorio del hospital de Benguela, denunció que en un medio como aquel, en el que deben analizarse todas las heces, los médicos no las indican. Tampoco se utilizan las técnicas adecuadas para detectar las enfermedades, manifestó Fernando Salvador, médico de la Unidad de Medicina Tropical Vall d’Hebrón-Drassanes, en la presentación de un estudio sobre las helmintiasis intestinales, de origen parasitario. La Fundación Probitas tiene previsto un proyecto de mejora del laboratorio del Nossa Senhora da Paz en aspectos tan fundamentales como el abastecimiento de agua y electricidad. Elena Sulleiro y Mercé Claret, representantes de esta institución, explicaron la relevancia del trabajo en esta sección para alcanzar un buen diagnóstico. Según la jefa del laboratorio del hospital angoleño, Arleth Nindia, la diarrea es la tercera causa de consulta en el banco de urgencias. 

Solo el 12% de la población de Cubal tiene letrinas. Los niños hacen su vida en el río. Allí beben, allí se bañan, allí defecan. Y lo que en otras partes del mundo es fuente de vida, aquí, como define el director de la citada unidad del Vall d’Hebrón, Israel Molina, el agua se convierte en una fuente de muerte. El convenio que firmó hace ahora diez años con este hospital se ampliará en breve con la creación de un centro de investigación, entre cuyos principales objetivos estará la atracción de talentos a la comarca. Para ello, según el vicedecano de la Universidad Katyavala Bwila Tomás João, participarán varias universidades y centros hospitalarios de Angola y España.

Un ejemplo de la importancia de la investigación sobre el terreno es un estudio elaborado sobre la esquistosomiasis, que concluyó que la prevalencia en la zona, desconocida hasta el momento por las autoridades gubernamentales, es mucho más elevada que la media nacional, lo que la convierte en una comunidad de alto riesgo. En concreto, la investigación, publicada en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases, sostiene que el 61% de los niños en edad escolar -entre 5 y 12 años- están afectados por la enfermedad, causada por gusanos que penetran en la piel durante el contacto con aguas infectadas. Los resultados, según la autora principal, Cristina Bocanegra, permiten dos avances: hacerle ver a la gente que está enferma y que puedan acceder a un tratamiento que la OMS recomienda y que deben proporcionar los gobiernos en las zonas donde la incidencia en los menores supera el 50%. En Angola, uno de cada seis niños no llega a cumplir los cinco años y el gasto estatal en salud solo asciende al 10% del presupuesto, según Unicef. 

Desde la OMS, Nzuzi Katondi reivindicó la difusión en los medios de comunicación de las consecuencias de estas enfermedades, que agravan aún más la pobreza. En las jornadas no hubo ningún otro periodista. El actual director del hospital, Ignacio Puche, ironizó sobre las “prioridades informativas” del país, inmerso en las elecciones presidenciales que se celebrarán en agosto: “El Ministerio de Salud tiene que invertir en profesionales, fortalecer y liderar el sistema. No podemos seguir con un sistema paralelo”. La directora de la ONG Mentor en Angola, Luciana Ceretti, también reclamó especialistas y un trabajo en conjunto. Según la OMS, el control de estas patologías olvidadas debe convertirse en una parte integral de los planes nacionales de salud y de sus presupuestos.

Las jornadas incidieron, además, en la necesidad de unir a la investigación médica el trabajo de los veterinarios y zoólogos, como mostró la ponencia sobre fasciolas del especialista en moluscos de la Universidad de Valencia Alberto Martínez-Ortí. También hubo varias mesas que abordaron otras enfermedades de la zona como la malaria. Un estudio presentado por la doctora Eva Gil reveló el gran desconocimiento que aún existe sobre ella.

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