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Los fosfoyesos de Huelva: el polvorín del que todo el mundo está avisado
Los expertos critican que el plan de Fertiberia no contempla la inestabilidad de los residuos antes situaciones probables como la subida del nivel del mar o la llegada un tsunami.
La lucha por alejar de la ciudad de Huelva las balsas de fosfoyesos se aproxima a sus semanas cruciales. La ley dice que las marismas de Mendaña, en la margen derecha del Río Tinto, deben ser restauradas. Sin embargo, el plan presentado por Fertiberia, la empresa responsable, no prevé la retirada de los residuos de la marisma onubense. Lo que proyecta es cubrirlos con una capa de tierra y vegetación. Grupos políticos, asociaciones ecologistas y científicos presentan argumentos para que el plan sea rechazado.
La preocupación proviene de la inestabilidad y la permeabilidad del terreno. Para salir adelante, el proyecto necesita la aprobación del Ministerio de Medio Ambiente (que ya ha obtenido y se encuentra en fase de alegaciones hasta el 24 de mayo) y la Autorización Ambiental Unificada de la Junta de Andalucía. Para que el gobierno regional pueda emitir esta última, además, el Ayuntamiento debe certificar que el vertedero industrial no es incompatible con su plan de ordenación urbana. Fertiberia no ha respondido a las llamadas y correos electrónicos de La Marea. La empresa es miembro de Aiqbe, la Asociación de Industrias Químicas, Básicas y Energéticas, que paradójicamente patrocina el congreso sobre cambio climático que organiza estos días en Huelva la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento, como ha publicado Infolibre.
Inestabilidad
José Borrego, geólogo y profesor de la Universidad de Huelva, preside el Comité de Expertos que asesora al consistorio onubense. Recientemente, su equipo ha analizado la estructura del suelo de la marisma que está bajo las balsas de fosfoyesos. La sobrepresión provocada por los residuos, según el informe emitido, ha provocado que el fluido presente en las capas de la marisma escape hacia otras zonas, de la misma forma que el agua sale de una esponja al apretarla. “No existe ningún otro lugar en el mundo en el que haya este tipo de estructuras originadas por este tipo de apilamientos”, afirma Borrego.
“El riesgo es que esa migración de fluidos origine una pérdida de presión, haciendo que colapse la estructura que sostiene el apilamiento”, explica el profesor, lo que podría provocar un deslizamiento de parte de los fosfoyesos hacia el canal del Río Tinto. La presa que se formaría en el estuario supondría un serio riesgo de inundación tanto para la ciudad como para las poblaciones que se encuentran río arriba.
Una de las preocupaciones expresadas tanto en el informe del equipo de expertos como en el plan de la compañía es la situación que originaría un tsunami. Aunque esto pueda parecer una exageración, es un escenario posible.
Tsunami
El 1 de noviembre de 1755, un temblor de una magnitud estimada de 8,5 en la escala de Richter sacudió el océano a unos cientos de kilómetros al suroeste de Portugal. El terremoto destruyó Lisboa y mató a decenas de miles de personas. Minutos después, un tsunami alcanzó la costa occidental de la península, Afectó no solo a Portugal, sino también al litoral atlántico andaluz, donde al menos 1.200 personas perdieron la vida. Según las crónicas de la época, Huelva quedó reducida a ruinas.
El tsunami del Terremoto de Lisboa es el último de una larga lista de maremotos que han golpeado las costas del Golfo de Cádiz, pero no el único. En los últimos ocho milenios, se han producido 14, y no hay datos que indiquen que la tendencia vaya a detenerse. Para José Borrego, es tan solo una cuestión de tiempo que las balsas de fosfoyesos tengan que enfrentarse a un maremoto: “El problema no es que vaya a ocurrir, que eso es seguro. El problema es saber cuándo”.
Borrego critica que la empresa ha obviado el peor caso posible, poniéndose ante un tsunami relativamente benigno: “La empresa ha elegido la opción menos conservadora. Han utilizado un modelo con una ola relativamente pequeña, de dos metros, y solo han observado el problema del impacto de la ola, no el de las corrientes recurrentes que se producen al volver el agua hacia atrás”. El científico explica que esto “arrastraría el fango del extremo inferior, volviendo al mismo escenario de un colapso de la balsa”, aunque esto podría producirse por “muchos otros eventos, como un temporal sumado a una marea equinoccial”.
Juan Antonio Morales, también geólogo y catedrático de la Universidad de Huelva, afirma que los datos que se tienen del pasado no se pueden usar para predecir la llegada del próximo maremoto: “Hay algunos tsunamis separados por 100 años, y otros por 500, y ni siquiera sabemos si todos corresponden a terremotos localizados en la misma zona”, explica el científico. “Huelva no es tan propensa como República Dominicana o Japón, pero sigue siendo una zona activa”, concluye Morales.
Optimismo
Rafael Gavilán, abogado concejal en el Ayuntamiento de Huelva, es la cabeza visible de la Mesa de la Ría, una plataforma ciudadana transformada en partido político, cuya razón de ser es la rehabilitación del estuario onubense. El edil afirma que es más optimista que hace un año, cuando el Ministerio aún no se había pronunciado: “Esto es una lucha que empezamos solos, y ahora los que están solos son los malos. Todo el mundo se ha venido a nuestro lado. La ciudadanía ya estaba desde el principio, pero ahora están todos los grupos políticos y las administraciones, menos el Ministerio. Cuando toda la sociedad quiere algo, cuesta trabajo decidir en su contra”.
Me alarma y me preocupa mucho el depósito de fosfoyesos, creo que potencialmente supone un riesgo de todo el ecosistema onubense, puede ser origen de una auténtica catástrofe y hay que denunciarlo una y mil veces si es necesario.