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Mamá, no quiero graduarme
Varios estudiantes de Periodismo cuentan su experiencia sobre las prácticas y la imposibilidad de encontrar un empleo: prefieren no obtener el título de la carrera porque perderían el convenio con la Universidad y se quedarían en la calle.
Cristina, estudiante de Periodismo, vivió la experiencia en Unidad Editorial. Allí le han felicitado y reconocido su trabajo, y considera que tiene bastantes opciones de ampliar el periodo de prácticas. Sin embargo, ya le han advertido de que la contratación es imposible. La han invitado a vender temas y ser colaboradora esporádica. A la pregunta sobre su futuro, Cristina reconoce que prefiere no obtener el título de la carrera, porque perdería el convenio con la Universidad. Teme que le ocurra como a alguno de sus amigos: dos años de prácticas estables y despido inmediato en cuanto finaliza la vinculación de la empresa y la institución académica.
Vivir es fácil con los ojos cerrados, como cantaba John Lennon, pero no es el caso de la hornada de becarios y becarias que están realizando sus prácticas o las han concluido recientemente. Las redacciones de los medios clásicos caminan hacia la merma, y las alternativas comunicativas no equilibran la balanza. Aunque el paro en el sector ha descendido este año, las posibilidades de trabajar dignamente continúan reduciéndose, muy especialmente para los recién llegados. Consideran, por tanto, como una necesidad seguir haciendo prácticas, y, para eso, un diploma de Periodismo en la pared del cuarto no es una credencial, sino un obstáculo.
Según datos del Informe Anual de la Profesión Periodística de 2015, elaborado por la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), en el año 2014 hubo casi 7.000 estudiantes graduados o licenciados nuevos en Periodismo y/o Comunicación Audiovisual. El objetivo de las prácticas, como recoge el Real Decreto que las regula, es “facilitar la inserción en el mercado de trabajo” y mejorar la “empleabilidad”. Pero lo cierto es que, según el citado informe de la APM, ha descendido un 13,3% el porcentaje de jóvenes periodistas que disponen de una oportunidad laboral a menos de un año de acabar. Por el contrario, ha aumentado casi un 8% los que tardan entre uno y cuatro años para estrenar su primer contrato. Esto, por supuesto, explica que el 61% de los encuestados estime que le “será muy difícil” encontrar su primer empleo.
Juan comparte la preocupación con Cristina. Él ha realizado prácticas en 20 Minutos y su esperanza de retornar con un contrato es una sustitución temporal por una baja. Por eso tampoco quiere graduarse: “Yo creo que no hay otra alternativa que no sea alargar la carrera. Es una situación de competitividad con el resto y, con la situación tan mal, la única manera de verte mejor frente al resto es hacer prácticas para las que necesitas a la Universidad y al convenio”.
David ha tenido dos experiencias alejadas de los medios de comunicación. Primero realizó reportajes teatrales para una empresa que ya no existe. De primeras comprendió que quedarse allí era imposible: los becarios iban y venían y no permanecía ninguno de ellos. Ahora está en el departamento de comunicación de Anaya, y aunque tiene esperanza en la “política de cantera” del grupo, asume que no hay posibilidades de ampliar personal, solo de entrar por sustitución. David reconoce encontrarse ante un “marrón” que dice compartir el 80% de su clase. “Todos nos vemos en la tesitura de tener que acabar este año. Nos sentimos ‘obligados’ a hacer un máster porque es la única salida: o vas por ahí o se acaba tu carrera en el periodismo. Nadie te va a dar una oportunidad de primeras, la única manera son las prácticas y el convenio. Y el máster, cuando se acaba la carrera, son más horas de convenio”.
Laura terminó Comunicación Audiovisual el año pasado, y también su periodo de prácticas curriculares. Cuando se presentó, hace dos meses, en una productora que ofertaba prácticas le negaron la posibilidad: sin convenio con una institución académica no hay prácticas. Javier e Iraxte hicieron prácticas este verano en ABC. Les llamó la atención que, a pesar de que los jefes estuvieran satisfechos con su trabajo, en ningún caso tuvieran la oportunidad de prolongar ese periodo de beca. La única manera de seguir trabajando para el diario era la vía de un máster de 6.000 euros.
Los másteres como única salida
Pablo confiesa que tras sendas estancias en la SER y Radio 3 su única alternativa para pagarse alguno de los másteres a los que les han redirigido las empresas es la siguiente: “Ver qué riñón vendo”. Entre 5.000 y 13.000 euros. Ni siquiera así tiene asegurada una continuidad, como cabría deducir de las expectativas generadas o de la situación de años pretéritos. Y no solo porque todas estas titulaciones cuenten con exigentes fases de preselección. En el máster de realización de RTVE, por ejemplo, aseguran entre un 25% y un 30% de ingresos posteriores en la empresa. En el de El País dicen desconocer esos datos, mientras que el contacto con el de Unidad Editorial, vía telefónica, ha sido directamente imposible. El director del máster de ABC, Luis Prados, se muestra muy interesado en la fidelización de posibles futuros estudiantes y asegura entender la preocupación de los interesados. Según explica a La Marea, de sus 15 alumnos anuales, 8 del curso pasado son redactores, 6 del de 2015 y 11 del de 2014.
Tras la mayoría de los casos de nuevas contrataciones, sin embargo, está el propio ahorro de la empresa a costa de la pauperización progresiva de las condiciones laborales. En ABC, por ejemplo, en las últimas semanas ha habido una docena de despidos, que sumados a una posible rebaja salarial, han tenido como consecuencia la segunda huelga de firmas en la historia del rotativo. En 2012, Inspección de Trabajo impuso a El País una multa de 160.000 euros por “utilizar a los becarios de la Escuela de Periodismo como si fueran trabajadores contratados”. Una situación tristemente habitual.
El periodista Esteban Hernández explica en El fin de la clase media (Clave Intelectual, 2014) el sentimiento que sostiene a estos precarios contemporáneos (o como les llama Diego San José, el “becariado”). Proviene de la “terca negativa a abandonar aquello que les gusta y para lo que se han formado”, a veces “contra lo que la razón les indica”. “Su insistencia en no tirar por la borda años de inversión, estudios y sacrificios va más allá del deseo de prolongar un rato su permanencia en el campo que les gusta y de añadir cinco minutos más a una aventura que se sabe a punto de terminar. Tiene mucho más que ver con la defensa de un sentido del yo, con un deseo de preservar tanto sus esperanzas como la misma promesa en que crecieron. Su reacción aspira a dar un poco de sentido y solidez, cuando no un punto de justicia, a un mundo extraviado”. Cinco minutos más, mamá.