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Así fue enero, según Dios Tuitero
"Si en plena ola de frío sube la factura de la luz vertiginosamente, no hay que preocuparse: os vais a una iglesia y me buscáis, que yo soy la luz del mundo".
Recuerdo mi speech más famoso, aquel del Sermón de la Montaña, donde os regalé los oídos con las célebres Bienaventuranzas. Hoy siguen de moda.
«Bienaventurados los pobres», afirmé, y dos mil años después la Tierra sigue llena de ellos. Aquí en España, sin ir más lejos, conocíamos hace unos días el dato de que las tres personas más ricas del país acumulaban la misma riqueza que el 30% más pobre de sus compatriotas. ¡Bienaventurado ese 30%!
«Bienaventurados los que tengan hambre y sed de justicia», me atreví a decir, y todavía hoy los familiares de las víctimas del accidente del Yak-42 continúan esperando al menos una disculpa por parte del entonces ministro de Defensa, el inefable Federico Trillo, después de que recientemente un informe del Consejo de Estado haya dictaminado la responsabilidad de dicho ministerio en la tragedia.
«Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra». Ante las injusticias, mejor callarse, no montar alboroto, que ya seréis felices en la otra vida, que para eso está. Si en plena ola de frío sube la factura de la luz vertiginosamente, no hay que preocuparse: os vais a una iglesia y me buscáis, que yo soy la luz del mundo.
«Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos». Así que enhorabuena al cantante de Def Con Dos, César Strawberry, por su flamante condena de prisión por unos cuantos tuits desafortunados, y también a la hasta hace poco anónima tuitera Cassandra, a la que la fiscalía pide nada menos que dos años y medio de cárcel por hacer unos chistes sobre Carrero Blanco.
«Bienaventurados los pobres de espíritu», y aquí estáis muchos de enhorabuena, no hay nada más que consultar qué programas arrasan en los índices de audiencia en televisión o ver qué es lo que triunfa en el mundo de la música o la venta de libros. Seguís siendo un rebaño, mis corderos, y yo el buen pastor. El negocio está asegurado.
«Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa». Eso dije, sí. Para compensar, poco después se fundó la Iglesia y los cristianos pasaron de ser perseguidos a perseguir a todo el mundo. Científicos, librepensadores, mujeres acusadas de brujería o adulterio, homosexuales, ateos… fueron y siguen siendo sus víctimas. En esto mi religión no tiene la exclusiva, la condena del diferente es patrimonio común de casi todos los credos. Y no solo de los credos. A pasos agigantados el miedo y el rechazo al extranjero, al de otra cultura, se abre camino en la política de las principales potencias. Al Brexit británico, principalmente motivado por el rechazo a la inmigración, se suma la victoria de Donald Trump, constructor de muros y atizador de odios. Y todo ello jurado sobre dos Biblias (¡qué mejor manual de xenofobia!) y con el “¡Dios bendiga a América!” a cada momento.
Pero no sólo es Trump, en Francia las encuestas vaticinan la victoria electoral en la primera vuelta de Marine Le Pen, así como en la tolerante y progresista Holanda de su homólogo de ultraderecha Geert Wilders.
Pues eso, «bienaventurados» séais. Y bienaventurados los poderosos, dichosos de contar con eso que alguien llamó una vez «opio del pueblo» y que tan bien ha servido y sirve a sus intereses.