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Los nuevos candidatos revolucionan la campaña electoral francesa
El inesperado giro del Partido Socialista francés abre un nuevo escenario y rompe los pronósticos que daban las llaves del Elíseo a la derecha.
Nueva partida en el póker de los comicios presidenciales en Francia: un diputado rebelde es desde este domingo el candidato al Elíseo del Partido Socialista; el favorito de las quinielas electorales, el conservador François Fillon (Les Républicains), pierde adeptos tras saberse que su mujer cobró medio millón de euros por unas labores de asesora que no desempeñó; la ultraderechista Marine Le Pen (Frente Nacional) también pierde impulso, pues presumía hasta la semana pasada de inspirar las medidas que aplica Donald Trump y que están generando rechazos de todo tipo a nivel global; y el liberal Emmanuel Macron suspira de alivio al verse en la tercera posición de unos sondeos que dejaron de tener puntería hace tiempo. La incertidumbre está servida.
Hasta hace apenas una semana, la baraja política francesa tenía tres cartas fuertes pero que no permitían formar ‘parejas’ ni ‘tríos’: la primera es de Marine Le Pen, una candidata de extrema derecha que mezcla un discurso nacionalista -cierre de fronteras, etcétera- con matices de clase a favor del obrero y una cuidada imagen de ciudadana de a pie, con la que logró atraer a millones de votantes hartos de la élite política de París. A diferencia de su padre, el opulento y desbocado Jean-Marie Le Pen, el discurso xenófobo y pasional de Marine es capaz de embaucar incluso a franceses de origen extranjero. Cada vez menos analistas se enrocan en afirmar que sería imposible ver a Le Pen en el Elíseo, a pesar de que se presenta como amiga e inspiradora de Trump.
El segundo naipe lo ostentaba François Fillon, un profesional del poder, conservador de toda la vida que mordió la mano de quien le dio de comer y lo aupó a lo más alto: el ex presidente Sarkozy. Los problemas del ex primer ministro Fillon para presentarse como un profundo conocedor del día a día de sus representados se agravaron después de saberse que su esposa percibió unos 500.000 euros desde 1998 por una labor de asistente parlamentaria que, aparentemente, no realizó. “Trabajaba siempre en la sombra”, justificó Fillon, acorralado incluso por gente de su partido, Les Républicains.
Macron, el centrista
La tercera carta era y es de por sí una sorpresa: Emmanuel Macron, el joven que hizo carrera en la banca Rostchild, al que el presidente Hollande nombró ministro de finanzas y que presume de haber formado parte del gobierno socialista sin estar afiliado a ese partido. Macron, que comparte con Albert Rivera su afán por situarse en el “centro”, cuenta con el apoyo de grandes empresarios -a través de su esposa, el líder de la patronal francesa financió su salto a la política- pero se presenta como un tecnócrata de izquierdas que predica la versión francesa del sueño americano -si trabajas duro, tu éxito está garantizado-.
Coincidiendo con los primeros días de la Nuit Debout, Macron lanzó un movimiento bautizado con sus siglas (En Marche) para no tener que enfrentarse en las urnas socialistas a Manuel Valls, hasta el mes pasado primer ministro y archienemigo de Macron de puertas para adentro. Precisamente, Valls perdió el pasado domingo las primarias socialistas frente al diputado rebelde Benoît Hamon.
Los socialistas franceses atraviesan una de las mayores crisis que jamás habían enfrentado y que hasta este fin de semana los situaba fuera de todas las quinielas electorales. El desgaste del gobierno y las divisiones internas a raíz de la polémica reforma laboral y otras medidas propias de un partido conservador y liberal -Hamon está entre los diputados rebeldes a esas medidas- lo situaron al borde del abismo.
Sin embargo, la victoria de este ex ministro de Educación “soñador utópico”, tal y como lo definían Valls y otros rivales internos, vuelve a situar al Partido Socialista galo como una opción válida y esperanzadora a ojos de muchos votantes de izquierda. El inesperado sucesor de Hollande para representar a los socialistas defiende una renta básica para jóvenes de entre 18 y 25 años, propone tasas a los robots para contrarrestar la desaparición de puestos de trabajo automatizados, quiere reducir la jornada laboral de 35 a 32 horas semanales, promete derogar la reforma laboral y aboga por abrir las fronteras a los refugiados, medidas inconcebibles para el actual ejecutivo socialista, incluido el ex primer ministro barcelonés Manuel Valls.
Posibles nuevas alianzas
Esta nueva partida de póker presidencial abre posibilidades hasta hace poco inconcebibles. Con un nuevo líder al frente, el Partido Socialista podría reconciliarse con el Partido Verde tras el sangrante divorcio protagonizado hace apenas dos años. Además, la sintonía ideológica de Hamon con el solitario candidato de la izquierda radical, Jean-Luc Mélenchon, podría forjar una nueva pareja de hecho que haga frente a la derecha moderada (Macron), la derecha tradicional (Fillon) y la extrema derecha (Le Pen).
Por si fuera poco, analistas destacados de la prensa gala coinciden en que Emmanuel Macron podría salir reforzado por el apoyo potencial de los simpatizantes de Manuel Valls, ahora huérfanos de candidato. Recordemos que Macron y Valls rivalizaban por el poder, no tanto por las ideas, y que mientras tanto Hamon tendrá que desplegar su mejor diplomacia para calmar las aguas en la formación socialista.
La historia no acaba ahí. En mayo -segunda vuelta- los franceses elegirán a su nuevo presidente, cara visible del poder ejecutivo y responsable de formar gobierno, pero solo dos meses después celebrarán elecciones legislativas.