Economía | Revista mensual
Los excesos de la banca rozan el cielo en Sevilla
La torre de Cajasol heredada por CaixaBank, emblema de un poderío financiero andaluz inexistente, afronta un futuro incierto con las constructoras como únicas beneficiarias.
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Al pie de la gigantesca torre cobriza, en una soleada mañana de invierno, un trabajador apura un cigarrillo durante un descanso. «No es que se vea mucha gente, pero poco a poco se va llenando. No es mal sitio para trabajar», dice. Por la puerta no pasa nadie en casi diez minutos. El edificio y su entorno aún no forman parte de los itinerarios habituales de Sevilla, que vive de espaldas al extremo sur de la Isla de la Cartuja. Entramos. Al subir por el ascensor, los oídos se taponan por el rápido cambio de presión. Las vistas quitan el hipo. La ciudad parece una maqueta.
Pero, más allá de la obnubilación que provocan las alturas, cabe echar pie a tierra y preguntarse: ¿llegará a cobrar sentido la inversión en el séptimo edificio más alto de España? De momento, y tras suponer un gasto de más de 300 millones de euros, entre los escasos beneficiarios del rascacielos concebido en origen para ser emblema del poder financiero andaluz sólo sobresalen las adjudicatarias, con FCC y Dragados (Grupo ACS) como marcas destacadas.
Una pena que el ego y megalomanía de algunos hayan ensuciado la hermosa imagen de Sevilla. Espero que al menos le acaben dando un uso adecuado.