Política
Esther López Barceló: “La Cruz de Cuelgamuros hace apología del franquismo, no del cristianismo”
La investigadora, historiadora, docente y escritora se enfrenta a una denuncia de HazteOír por expresar que habría que "dinamitar" la cruz que corona el Valle de Cuelgamuros.
Investigadora, historiadora, docente y escritora. Esther López Barceló reflexiona sobre cómo la justicia condena a investigadores por contar lo que ocurrió en España hace menos de un siglo, sobre la nostalgia e idealización del pasado franquista y sobre la denuncia de Hazteoír a la que ella misma se enfrenta estos días por su idea de «dinamitar» la cruz que corona el Valle de Cuelgamuros. Exdiputada de Esquerra Unida, critica el papel del PSOE en la memoria histórica y considera que las diferencias entre el PP y Vox se empiezan a difuminar.
Empecemos por lo más actual. Hace unos días dijo que “habría que dinamitar” la cruz del Valle de Cuelgamuros siguiendo lo ya comentado en tono sarcástico por el humorista Quequé. En cambio, usted afirmó decirlo en serio. ¿Por qué habría que dinamitar la cruz?
Cuando fui coordinadora de Memoria Democrática en Izquierda Unida en 2018, junto a más de 20 asociaciones memorialistas comenzamos a preparar un proyecto de ley, que obviamente no fue lo que finalmente se aprobó en el Congreso de los Diputados. Entre otras cuestiones, pensamos que la cruz de Cuelgamuros era el elemento más difícil de resignificar, por lo que se decidió que una salida podría ser eliminarlo. Yo mantengo esa propuesta consensuada en aquel debate que no suscitó apenas polémica entre los colectivos.
Para mí, lo mejor sería eliminar ese vestigio tan terrible del régimen, una justificación terrible que la dictadura vio en la religión para perpetrar esa matanza sistemática que supuso el franquismo desde 1936. Se trata de una cruz que hace apología del franquismo, no del cristianismo. De hecho, creo que es terrible para el cristianismo que determinados grupúsculos defiendan que la cruz es un elemento cristiano, porque solo es símbolo de la barbarie. Si estas cosas las denuncian Abogados Cristianos o HazteOír, es más por lo franquista que por lo cristiano.
Precisamente, la asociación ultra HazteOír ha anunciado una denuncia por esta postura. ¿Cómo enfrenta el proceso penal?
Afortunadamente, creo que no va a tener ningún tipo de recorrido. De todas formas, que una postura así llegue hasta los tribunales habla de lo débil que es nuestra democracia. Yo estoy dispuesta a defender mi posicionamiento en los mismos términos en que lo he hecho hasta ahora.
La Justicia también ha condenado al historiador Juan Antonio Ríos Carratalá por vulnerar el derecho al honor de Antonio Luis Baena Tocón, secretario judicial que participó en el proceso de instrucción contra el poeta Miguel Hernández. ¿Hasta qué punto podemos conocer nuestro pasado si la Justicia persigue este tipo de investigaciones?
Es un precedente peligrosísimo que viene a confirmar que en este país todavía no se puede hacer historia sobre los victimarios. Ya no es que solo sean impunes ante la justicia, sino es que quieren ser impunes ante la historia. Incluso ha tenido un efecto positivo, y es algo que le diría a la familia de Antonio Luis Baena Tocón: ahora más que nunca sabemos el nombre de quien inició el proceso de instrucción contra el poeta del pueblo.
Una de las principales demandas de los investigadores es el difícil acceso a los archivos y la desclasificación de documentos. Después de publicar Cuando ya no quede nadie (Grijalbo, 2022), definió los archivos como esos lugares “en las que caben todas las posibilidades y ninguna”. ¿A quién beneficia esta cerrazón por dificultar el conocimiento del pasado más inmediato de la historia de España?
Beneficia a los victimarios, como siempre, y a todos aquellos a los que no les interesa que se conozca la verdad. En los archivos hay un personal maravilloso, siempre infradotado. La realidad es tal que incluso yo como investigadora no he podido acceder a muchos sumarios de instrucción y procesamiento porque los documentos siguen en los archivos que gestionan los tribunales. Hablamos de documentos de hace más de 50 años, es decir, históricos por definición, que ni siquiera han pasado a los archivos históricos para poderlos estudiar.
Y la situación ya es terrible en los archivos eclesiásticos, sobre todo para aquellas personas adoptadas de forma irregular durante la dictadura a quienes les es imposible acceder a ellos por una impunidad de las órdenes religiosas que procede del franquismo.
En ese mismo libro, uno de los personajes principales afirma en el contexto de la dictadura que “los fascistas no perdonan que nos busquemos las mañas para sobrevivir”. ¿Qué mañas existen actualmente para que sobreviva la memoria? ¿Quiénes son los fascistas del presente?
Los fascistas del presente están en las instituciones, y es lo más terrible que le ha podido pasar a nuestra democracia desde los años de la Transición. Ahora enfrentamos nuestro periodo más oscuro, cuando por primera vez la extrema derecha, con la cara descubierta, está influyendo en las políticas del país.
Las mañas que tenemos es la de no desistir. Si no hubiera habido una sociedad civil organizada, liderada por las víctimas de la dictadura y de sus familiares, en este país no se habría llevado a cabo ninguna política de memoria. Si se ha conseguido aprobar la Ley de Memoria Democrática ha sido porque estas personas no han dejado que se apague la llama de la memoria. No podemos desistir, ni siquiera desde la academia, aunque sepamos que nos sobreexponemos y eso acarree un coste a los investigadores que estudiamos la historia contemporánea de nuestro país.
Los fascistas de hoy en día, ¿tampoco ahora perdonan estas nuevas mañas?
Parece, otra vez, que será problemático trabajar en memoria o investigar sobre el franquismo. Será problemático, entre otras cosas, defender los derechos humanos, que es lo que se hace cuando se investiga todo crimen de lesa humanidad, como los que se cometieron en España durante 40 años. No nos perdonan que sigamos intentando poner luz allá donde no la hay, pero lo seguiremos haciendo aunque dificulten nuestra carrera investigadora.
En el terreno político, el gobierno liderado por Pedro Sánchez ha dado algunos pasos para reparar el daño de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista. En cambio, algunas asociaciones memorialistas le demandan mayor ambición, así como una posición crítica con lo sucedido durante la Transición.
El PSOE ha podido hacer memoria, justicia y reparación desde 1982 y no ha querido. Es más, de alguna forma ha generado las condiciones para que nunca más se haya podido romper ese acuerdo tácito entre los dos grandes partidos, junto al PP, para que no se pueda abrir una brecha en la justicia que investigue y condene los crímenes del franquismo.
¿Se podría trazar algún paralelismo entre la nueva extrema derecha global y los mensajes que se vierten actualmente sobre los migrantes?
Los filofascistas tienen en el punto de mira, sobre todo, a este colectivo. Hay políticas que nos harán daño, como eliminar el presupuesto para memoria histórica o las ayudas a las lenguas cooficiales, pero creo que no hay una política más terrible que aquella que señala a los migrantes como problema fundamental de este país. Es lo que más miedo me da porque repercute directamente en la vida de los más indefensos.
La extrema derecha tiene en el punto de mira a los sectores más vulnerables de la sociedad, justo los que necesitan acompañamiento y promoción de sus derechos, como los migrantes, el colectivo LGTBIQ o las mujeres. Me parece necesaria una respuesta social contra esto, una gran movilización que demuestre que no vamos a permitir este retroceso en la defensa de los derechos humanos.
Por otra parte, vemos cómo algunas personas idealizan el pasado franquista. En El arte de invocar la memoria. Anatomía de una herida abierta (Barlin Libros, 2024), escribió que “la nostalgia es un privilegio de los vencedores, de los criminales, de los perpetradores del saqueo”. ¿Por qué cree que hay tanta gente que mira al pasado de esa forma?
A veces la gente confunde mucho la añoranza con la juventud, con un periodo de su vida en el que tenían cerca a personas que quizá ya hayan perdido. Todos podemos tener una pequeña dosis de nostalgia en ese sentido. En cambio, socialmente no existe razón alguna para que los descendientes de los vencidos y las vencidas en la Guerra y la dictadura podamos tener nostalgia de ese pasado.
Los que sí pueden tener nostalgia de la dictadura son todas aquellas personas que se beneficiaron de los crímenes, del expolio, aunque en la actualidad tampoco es que formen parte de los grupos oprimidos. Yo defiendo que nosotras podemos tener “alteralgia”, es decir, un sentimiento de añoranza por lo que no fue y pudo haber sido.
Por contra, las últimas estadísticas apuntan a que los discursos de la extrema derecha calan cada vez más entre los jóvenes. ¿Qué cree que está fallando?
Como profesora de un instituto, me he dado cuenta de que los jóvenes experimentan un impacto muy grande a través de contenidos audiovisuales que se mueven en plataformas como Tik Tok. La extrema derecha ha sabido inocular muy bien sus mensajes a través de esta red: son vídeos simplones, repletos de mentiras, que dan respuestas muy sencillas a procesos históricos muy complejos. Eso es lo que está fallando, que los jóvenes interiorizan esos discursos sin nadie que les demuestre que lo que aparece en ellos no es verdad, o no tal y como la cuentan.
¿Considera que deberían perseguirse los discursos negacionistas en el terreno de la memoria?
Me parece necesario, pero no sabría decir de qué forma habría que perseguirlos. No quiero entrar en el tema punitivista de castigar de forma severa absolutamente cualquier discurso, sobre todo desde el terreno penal. Eso luego puede volverse en contra. Ya sabemos que la justicia española puede interpretar las leyes de manera muy estrambótica.
También creo que es evidente que no deben pasarse por alto este tipos de discursos. En una democracia no puede tolerarse decir que el Holocausto no existió, o que las vacunas no son beneficiosas para la salud, o que el cambio climático es mentira. Los discursos negacionistas no están basados en la razón ni la ciencia y pueden hacer mucho daño.
El historiador Gutmaro Gómez Bravo acaba de publicar Los descendientes (Crítica, 2025). En un momento dado, señala que “vivimos en un tiempo en el que se escribe la historia de la memoria, mientras una parte de la sociedad lucha por mantener la memoria de su pasado”. ¿Cree que estamos preparados para conocer realmente qué hicieron o cómo sufrieron nuestros antepasados durante la Guerra y la dictadura? Hay muchas resistencias familiares.
No creo que la sociedad sea algo monolítico. En este tiempo es cuando veo más variedad de posiciones al respecto. El hecho de que después de 40 años de dictadura se empiecen a hacer políticas de memoria ahora, tras décadas de democracia, tampoco ha repercutido en positivo para que la sociedad esté dispuesta a asumir todo ese legado histórico.
De todas formas, dada la situación en la que estamos, es más importante conocer de dónde venimos que frenarnos aquí por las reticencias personales o familiares que podamos encontrar. Sobre todo, para ver si es posible que no se vuelvan a repetir determinados hechos que marcaron la historia de este país, y no precisamente para bien.
¿Cree que se debe politizar la reivindicación de la memoria?
Para mí todo es política en la vida. Desde decidir dónde comprar el pan hasta a qué colegio acudirán tus hijos. Todo es política. La defensa de los derechos humanos es política, y esa será siempre mi trinchera.
Usted es valenciana. El último movimiento del president Mazón ha sido abrazar los postulados de Vox en torno a la migración y el medio ambiente. ¿Qué diferencias hay entre la derecha y la extrema derecha españolas?
Desde el momento en que un presidente regional hace propias las teorías de la extrema derecha, las diferencias dejan de existir. Mazón, de repente, se ha convertido en Vox. Esto ya no solo significa que la Comunitat Valenciana esté gobernada por Mazón, un tipo totalmente incompetente sobre el que pesan más de 200 muertes causadas por la dana, sino que Vox a partir de ahora marcará las políticas públicas de la región.