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Lo mejor de 2016: el último disco de Leonard Cohen y el primero de Forastero
Savages, Soledad Vélez, Elza Soares, La Yegro... Decálogo para no perderse la mejor música que ha sonado (y seguirá sonando) en 2016 y 2017.
Leonard Cohen
You want it darker (Columbia Récords)
El 14º (y último) álbum de estudio del canadiense es también el más brillantemente oscuro de su carrera. Un compendio de reflexiones sobre la muerte, esa contradictoria espiritualidad de la que siempre hizo gala, así como melodías que, sin dejar el más puro estilo Cohen, ahondan en detalles de producción que no quitan fuerza a su rasgada voz, que nos lleva, como a Willard en Apoca-lypse Now, a lo más recóndito de nuestra selva interior. Ésa que ya no siente miedo ante el horror.
Soledad Vélez
Dance and Hunt (Subterfuge)
La chilena afincada en Valencia se lanza con su tercer disco al vacío de los sintetizadores, sin abandonar sus raíces folk. En Dance & Hunt, la compositora se nos descubre más hipnótica e introspectiva que nunca, llevándonos gracias a la electrónica a parajes ya extintos, salvajes e indígenas, al poder del baile como catalizador de las pulsiones más viscerales. La voz de Soledad es narcótica y poderosa. Un poder que la chilena ha sabido dominar en un disco extraño y precioso.
Savages
Adore Life (Matador Records)
Después de Silence Yourself, la banda de punk inglés liderada por la carismática y andrógina Jehnny Beth sigue con su habilidad para golpearnos en la base del estómago. Melodías rock sutiles a ratos, violentas en otras, acompañadas por una voz cadenciosa. “Mantente católico, mantente pragmático, no intentes cambiar lo que tus padres hicieron, cree todas las mentiras”, nos canta, devolviendo el punk a lo que siempre ha sido: el grito contra todo y contra todos.
Forastero
El submarinista en el tejado (Lovemonk)
El primer disco del “supergrupo” reunido por el periodista Javier Gallego Crudo supone un puñetazo a las creencias establecidas sobre lo que debe ser una banda instrumental. Con Javier Díez Ena al theremín, Javier Colis a la guitarra, Dani Niño al saxo, un órgano y un sintetizador, Forastero nace para no ser profeta en su tierra. Porque El submarinista en el tejado vive en tierra de nadie. Una excelente fusión de rock, jazz y lo-que-haga-falta que no deja indiferente.
Javier Colis
Nadie en el espejo (Luscinia)
Han pasado casi 20 años sin que Javier Colis se decidiera a publicar en solitario. El que pasó a ser leyenda gracias a Demonios Tus Ojos y Vamos a Morir ya había publicado otros álbumes con innumerables complementos, pero ninguno en el que la esencia del ecléctico guitarrista se aprecie tan profunda como en este último. Un viaje a través de atmósferas espirales, loops, obsesiones y caprichos imposible de cortar hasta llegar a un final tierno y acariciante.
Corizonas
Nueva dimensión vital (Subterfuge)
La banda formada por Arizona Baby y Los Coronas se lanzaba este año con su segundo álbum, protagonizado por un inesperado giro al español. Un disco mimado, en el que la psicodelia deja paso al rock, al surf y a los aires mod sin perder la esencia de algunos de los mejores músicos nacionales. Los estribillos coreables y temas bailongos no quitan peso ninguno al conjunto; al contrario, su ironía disuelta en tonadillas dulces se vuelve venenosa si se digiere con calma.
Dengue Dengue Dengue
Siete raíces (Enchufada)
Los peruanos Dengue Dengue Dengue volvían este 2016 cargados de energía amazónica y ánimo por la fusión. Su capacidad para macerar la electrónica con el dub, la cumbia y los sonidos más oscuros de la selva se mantiene intacto, y las Siete raíces a las que implora su segundo álbum de larga duración son tan mántricas y oníricas como estimulantes. La oscuridad ha crecido en el alma de estos experimentadores del sonido, pero conservan espacio para la luz.
La Yegros
Magnetismo (Soundway Records Ltd)
Marina Yebros, la reina de la electro-cumbia, se ha marcado un disco bailongo, fiestero y divertido con el que dar un buen puñetazo musical a quienes tachan a los ritmos latinos de sexistas. “Piensas que soy frágil”, comienza cantando en el primer corte, demostrando desde el minuto cero ese “magnetismo” y esa “brujería” con los que tanto la han definido los medios, y que tan enganchado nos deja a aquellos que ya hemos gozado su colorista personalidad.
Michael Kiwanuka
Love & Hate (Interscope Records)
El nuevo disco del compositor y guitarrista afincado en Londres llegaba tras cuatro años de expectación. Su single, Black Man in a White World, no dejaba lugar a dudas del poderío de un hombre que no abandona sus raíces, pero tampoco se deja dominar por ellas. Tradición y modernidad, odio y amor, racismo y paz. La cadencia africana de las percusiones se fusionan con facilidad en los coros espirituales, la base del blues, y la voz de un creador imposible de atar.
Elza Soares
The woman at the end of the world (Mais Um Discos)
La Heroína de la Samba nos muestra su plenitud de sentimiento y fuerza a los 79 años en un disco claro en sus intenciones: “Yo quiero cantar”, repite una y otra vez en el estribillo del single, acompañando melodías brasileñas tradicionales de bases noise e incluso punk. “La música es protesta”, respondía poco después de publicar el álbum. Y qué mayor protesta que la de no parar de hacer música, pese a no cumplir ya ninguno de los cánones del heteropatriarcado.