Cultura | Laboral
‘Severance’: ¡innies y outies del mundo, uníos!
Esta oscura y magnética serie plantea un viejo sueño de muchos capitalistas: el de anular la personalidad de los trabajadores.
Severance (Apple TV+) es la serie de la que podría estar hablando todo el mundo en la oficina al día siguiente de cada capítulo.Toda la gente, claro, a quien no le ocurriera lo que a sus protagonistas. Aquello que es, de hecho, la premisa de la obra: trabajadores que aceptan separar, quirúrgicamente, los recuerdos de su vida personal de su «yo» laboral y viceversa. Es decir, dejar de ser ellos mismos en horario de trabajo. Renunciar a ser personas durante la mitad del día útil, si descontamos el sueño. A partir de ahí, el conflicto inunda a los oficinistas de la ficticia empresa Lumon y el espectador se familiariza con conceptos como «reintegración», «refinamiento de macrodatos» o «innies» y «outies». Con esas últimas palabras y su carga infantilizadora se designa a los oficinistas según están dentro de Lumon o fuera.
Estrenada en febrero de 2022, Severance ha tenido un cierto éxito que le ha permitido tener al menos dos temporadas, con la última todavía en emisión durante estos primeros meses de 2025. Si alguien se está preguntando por qué tanta distancia en el tiempo, la respuesta no deja de tener un sentido extra si hablamos de una serie basada en el mundo laboral. Fueron sendas huelgas del sindicato de guionistas, primero, y del de actores y actrices después, las que alargaron el proceso productivo. Además de una cuidada trama de suspense, ese es justo el punto fuerte de la historia: cómo lo que vemos en pantalla interpela a aspectos de la realidad cotidiana.
Por ejemplo, la empresa tiene códigos de conducta que se asemejan a la carta constitucional de una nación. Las entradas y salidas de los trabajadores se escalonan para que ninguno de sus «yoes» personales puedan coincidir y, por tanto, socializar. No conocen para qué se utilizan los datos que tratan y que constituyen su monótona labor diaria. Cuando cumplen con sus objetivos (que, obvio, son impuestos jerárquicamente), se les premia con chucherías. Durante el metraje de la serie, algunas frases pronunciadas por sus personajes le pueden caer como una losa a más de alguno, como «eres más leal a este sitio que a tu amigo». Se representa, también, ese no siempre verbalizado intercambio de tiempo por dinero para subsistir que en muy pocas ocasiones se trata de una transacción libre y voluntaria. Los protagonistas de Severance no son menos que la gran mayoría: están en sus puestos por algo que para ellos excede el sentido tanto del propio lugar de trabajo como del propósito de este. Quizá eso no siempre se mida en una nómina.
Esta oscura y magnética serie plantea también aquel viejo sueño dorado de muchos capitalistas: anular la personalidad de los empleados, pero a la vez imponer la de la empresa en cuestión. Hasta estas, como aquí la de ficción, confiesan a regañadientes que necesitan crear un contexto, un relato, una historia propia. Algunas, como Lumon, no reparan en gastos, aunque para ello sea necesario formatear individuos. Severance se disfruta, pero se ve con inquietud. Como todo lo que parece hablarnos desde la distancia pero a tiempo real. Su narrativa le cierra el paso a un mantra que a menudo ejerce de refugio. Ese que reza que «no somos nuestro trabajo». El Niño Gusano, el grupo zaragozano que puso música pop a algunas de las mejores letras de Sergio Algora, cantaba que ninguno de nosotros está hecho de frío. Pero lo cierto es que los seres humanos del primer cuarto del siglo XXI sí estamos compuestos en buena parte de lo que hacemos para poder vivir. Son demasiadas horas al día, demasiado tiempo de nuestra existencia, como para obviarlo sin pelea.
Este artículo sobre ‘Severance’ se ha publicado originalmente en El Periscopio, el suplemento cultural de La Marea. Puedes conseguir la revista aquí o suscribirte para apoyar el periodismo independiente.