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¿Qué dice el cine actual de nuestras sociedades?
Un recorrido por las películas que se presentaron en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín - Berlinale. Mientras sus temas hablaban de diversidad, migraciones o desigualdad social, la dirección del certamen apostaba por un perfil político bajo (y la extrema derecha se disparaba en las urnas).
A la sombra de las cruciales elecciones celebradas en Alemania –donde se evidenció el crecimiento histórico de la extrema derecha y una marcada incertidumbre política– la última Berlinale clausuró su 75ª edición con un perfil político mucho más discreto que en años anteriores. Es conveniente detenernos sobre este punto, con la distancia que dan los días transcurridos, para reflexionar un poco sobre el cine, sobre la cultura de estos tiempos dominados por la inestabilidad y el conflicto.
Aunque el festival de Berlín siempre ha sido un espacio en el que se fusionan lo estético, lo formal y lo social, en aquella ocasión se oyeron quejas en la Potsdamer Platz entre los periodistas que cubrían el certamen. Se comentaba que, bajo la nueva dirección de Tricia Tuttle, se había descartado automáticamente cualquier propuesta que representara una crítica al genocidio palestino perpetrado por el Estado de Israel, un tema especialmente delicado tras el revuelo que cineastas y actores provocaron el año pasado al solidarizarse con Palestina. El discurso que entonces dieron Basel Adra y Yuval Abraham cuando recogieron el premio del público por No Other Land aún resonaba (y más que lo iba a hacer, sobre todo en Estados Unidos tras ganar el Oscar).
Por eso el festival presentó en 2025 una programación más discreta y menos politizada (sobre todo en ese tema que tanto incomoda, por razones históricas, a las instituciones alemanas). Desde la dirección optaron por un enfoque más íntimo, con historias que reflejaran las tensiones y esperanzas de un mundo en cambio, pero priorizando lo personal sobre el conflicto político en general.
Nuestras voces en la Berlinale
Como cada año, es importante destacar algunas joyas poco mencionadas del cine iberoamericano –tanto peninsular como americano–, junto a otras menciones relevantes. En primer lugar, resalta El mensaje, de Iván Fund, una película bienintencionada (y quizás sobrevalorada) que se llevó el Oso de Plata. Su intento de explorar lo poético mediante una magnífica fotografía en blanco y negro se ve opacado por un ritmo algo lento. Cuenta la historia de Anika, una niña que tiene la capacidad de leer la mente de las mascotas y que es utilizada por su familia como pretexto para ganar dinero en una Argentina en crisis. Lo más interesante (además de la fotografía y los paisajes) son los mensajes que lanza la pequeña, que acaban revelando sus deseos frente al sentimiento de soledad que la embarga.
La pretensión de la dirección del festival de tener la fiesta en paz tampoco se hizo realidad tras premiar El mensaje (ni es lógica en las actuales condiciones del mundo). Su director utilizó el escenario para criticar la política de la «motosierra» impuesta en su país por Javier Milei. A pesar de su modestísimo presupuesto, el recorte en las inversiones culturales obligó a Fund a buscar financiación en el extranjero. Pudo acabar la película gracias al apoyo de tres productoras españolas.
La Berlinale ha sido tradicionalmente muy generosa con el cine español y el latinoamericano. Entre sus muchos éxitos destacan los Osos de Oro que se llevaron la brasileña Tropa de élite (2008), la peruana La teta asustada (2009) o más recientemente Alcarrás (2022), de Carla Simón. Pero esta vez el número de películas españolas y latinoamericanas disminuyó considerablemente, aun siendo España el país invitado en el Production Market.
En cualquier caso, hay que destacar, por un lado, Sorda de Eva Libertad, como la película de nuestro cine más importante y que arranca como uno de los grandes estrenos del año: fue reconocida con el Premio del público en la sección Panorama. Nos presenta a Ángela y su lucha frente a un mundo no adaptado para las personas sordas y lleno de barreras infranqueables. Interpretada maravillosamente por Miriam Garlo y Álvaro Cervantes (su pareja oyente en la ficción), Ángela se enfrenta a lo que es tener un hijo en medio de dos mundos que, a veces, ni se encuentran ni se entienden ni se escuchan.
La directora nos sumerge en ambas perspectivas con una sensibilidad humana y delicada, logrando emocionar en momentos cruciales como el parto, la maternidad, las primeras palabras del bebé y las discusiones en este contexto. Temas como la pertenencia, el amor, la posición ante el otro y las barreras existentes nos introducen en una de las películas más interesantes y profundas del año. Sin duda, oiremos hablar de este gran estreno (previsto en España para el 4 de abril). Una de las proyecciones más emotivas se realizó ante un público no oyente, creando un diálogo necesario que hizo visible –y superó– todas las barreras auditivas.
Así somos
Otros dos cortometrajes nos hablaron de la diversidad de la sociedad española actual: Casi septiembre, de Lucía G. Romero, y Juanita, de Karen Joaquín y Uliane Tatit. Romero regresaba a Berlín por segundo año consecutivo –tras ganar en 2024 el Oso de Cristal por Cura Sana– con una nueva película que explora el amor, los miedos y la dicotomía entre dejar pasar o abrazar las oportunidades ante el fin del verano. Una historia tan bella como emocionante. En ella, Alejandra, residente en un humilde camping de la costa catalana abarrotado en temporada alta, conoce a Amara, una madrileña con quien vive un romance con altibajos. Sin embargo, con el final de las vacaciones se levantan muros emocionales para protegerse de los miedos y del sufrimiento. La cinta, que conecta con el corazón del espectador al reflejar experiencias universales, hace además un retrato social concreto y da voz a una sociedad afortunadamente diversa, sí, pero también con acusados problemas de desigualdad.
Juanita, por su parte, nos lleva a los barrios de Barcelona y al choque (no sólo generacional sino también cultural) entre una madre y una hija preadolescente. Juanita, barcelonesa de origen dominicano, busca su lugar entre sus iguales, mientras en casa persiste el empeño por preservar tradiciones y miradas arraigadas. Estos conflictos se van solucionando gracias a esos puentes que son imprescindibles para la convivencia. Un corto fantástico que celebra la diversidad de rostros catalanes, de lenguas y acentos que es, en definitiva, una de las grandes riquezas de Cataluña y de España (una riqueza que aún no valoramos en su justa medida).
Las directoras de estos dos cortometrajes son un buen ejemplo de esto: Lucía G. Romero tiene raíces cubanas, Karen Joaquín, dominicanas, y Uliane Tatit, brasileñas. Todas ellas, en mayor o menor grado, por nacimiento o elección, son catalanas. Todo esto, pese a quien pese, es muy representativo de cómo son España y Cataluña hoy.
Para cerrar, merece la pena rescatar algunos títulos interesantes que no se han mencionado en muchas crónicas. Una de las películas más tiernas fue La mejor madre del mundo,de Anna Muylaert, proyectada en la Berlinale Special. Gal es una madre luchadora (quizás un poco caricaturizada) de São Paulo, que hace lo imposible por estar con sus hijos, pese a la precariedad, la pobreza, el sentimiento de soledad y la violencia machista.
La migración, un fenómeno natural de nuestra especie que hoy está en el ojo del huracán político, también estuvo presente en Berlín. Dos películas trataron el tema de forma diferente. Por un lado, Dreams, de Michel Franco, que muestra la migración mexicana en Estados Unidos y la relación de poder de los sectores acomodados. Su final deja un mal sabor de boca por el triunfo de la violencia (siempre tan presente en la filmografía de este director). Por otro lado, Dreamers, de Joy Gharoro-Akpojotor, nos adentra en un centro de retención de personas sin papeles en Reino Unido. En ese encierro, en medio del miedo, la lucha por la supervivencia y los abusos surge la sororidad y solidaridad entre las mujeres protagonistas.
En lo que respecta a Alemania, dos películas que retratan momentos de los años 90 y los 2000 anticipaban lo que el país acabaría votando ese 23 de febrero. En Mit der Faust in die Welt schlagen (que se podría traducir como ‘Un puñetazo al mundo’), de Constanze Klaue, dos adolescentes sin esperanzas de futuro en la Alemania ya sólidamente unificada del 2006 se ven tentados por grupos de extrema derecha que hablan del nacionalismo étnico. Estos grupos llegan en un momento crucial de búsqueda de pertenencia a un grupo y hacen que se aferren a lo único que les da identidad. Una mirada dura a esos huevos de la serpiente que se van incubando lentamente en la desesperanza.
Con el documental Die Möllner Briefe, de Martina Priessner, revivimos el brutal atentado neonazi contra un edificio habitado por familias migrantes en Mölln (norte de Alemania). A través de los testimonios de los hijos supervivientes, la cinta reconstruye la memoria de sus familias no solo desde los relatos ajenos, sino sobre todo desde las cartas de solidaridad que recibieron de toda Alemania y los encuentros con quienes las escribieron. Una obra imprescindible para mantener vivo el recuerdo.
Por su cine les conoceréis.
Pedro Sánchez puso al menos tres veces la película «Que vienen los rusos» a los portavoces parlamentarios en Moncloa.
El aumento de gastos en armas que exigen desde el poder y que el gobierno progre español acepta sin reparos, viene acompañado por la justificación de que Rusia es un peligro y hay que estar preparados.
(Insurgente.org)