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El gobierno pasa factura a la extrema derecha en Finlandia
Las encuestas auguran un 2017 difícil para el xenófobo Partido de los Finlandeses, cuando están a punto de cumplirse dos años de su llegada al gobierno de coalición dirigido por el liberal Juha Sipilä.
MADRID// Una encuesta publicada esta semana en Finlandia ha confirmado que el partido de extrema derecha Partido de los Finlandeses (Perussuomalaiset) está perdiendo su popularidad en el país nórdico. El sondeo, que pretendía retratar la popularidad de los líderes de cada partido con representación parlamentaria, señala a Timo Soini, el líder del Partido de los Finlandeses y actual Ministro de Asuntos Exteriores, como el político en el que menos confían los ciudadanos del país. En la encuesta ha arrasado el actual presidente, el conservador Sauli Niinistö, que ha recibido la aprobación del 52% de sus compatriotas.
El Partido de los Finlandeses, el grupo de ultraderecha anteriormente conocido como los “Verdaderos Finlandeses”, ha sufrido una caída en intención de voto de casi el 50% desde que en primavera de 2015 consiguiera alcanzar la segunda posición en las elecciones generales. El puesto valió al partido de ultraderecha para alcanzar el gobierno, que dirige el liberal Juha Sipilä. Dan Koivulaakso, concejal de la Alianza de Izquierdas en el Ayuntamiento de Helsinki, achaca esta pérdida de popularidad a la actividad gubernamental: “No es fácil seguir siendo populista en el gobierno”, afirma.
En abril de 2017, el país nórdico celebra elecciones municipales. Es la primera gran prueba para el Finns Party desde que está en el gobierno. Oula Silvennoinen, profesor de historia política en la Universidad de Helsinki, cree que el grupo se encuentra ante un momento de vital importancia: “De acuerdo con las encuestas, el apoyo del Finns Party está diluyéndose muy rápidamente. Lo más probable es que esas elecciones decidan el destino del partido.”
El partido ha sido capaz de aglutinar bajo su liderato a diversas facciones usando la bandera del euroescepticismo. Entre sus apoyos se cuentan agricultores (el partido comenzó su andadura como una plataforma agraria antes de quebrar y refundarse en a mediados de los 90), conservadores y grupos que rozan el nazismo, como es el caso del think tank Suomen Sisu.
Dan Koivulaakso no cree que haya nadie en el grupo populista que pueda sustituir a Timo Soini, a pesar su menguante popularidad. Además, el Ministro de Asuntos Exteriores lleva semanas de baja por enfermedad, lo que ha disparado las especulaciones sobre su posible capacidad para seguir al frente del partido: “Las facciones están posicionándose para una lucha por el poder, y va a ser difícil que alguien pueda mantener la unidad, especialmente con el partido en el gobierno. Grupos más extremos, más radicales, que antes no se atrevían a criticar al Partido de los Finlandeses, ahora lo hacen cada vez más a menudo”.
Oula Silvennoinen coincide en que algunos de los grupos más extremistas pueden intentar aprovechar el vacío de poder y un posible fracaso en las urnas del partido de Soini: “
Uno de los problemas graves para la ultraderecha en el país puede ser el vacío de poder y el rápido crecimiento del partido. “Hay grupos neonazis y fascistas que, anticipándose a la posible caída del Finns Party, están intentando posicionarse para obtener parte de sus votos. Hay una actividad frenética en eso círculos”, explica Silvennoinen. Esos grupos, que según el académico son demasiado pequeños para suponer una amenaza política, sí podrían suponer un peligro para el tejido social: “Incluso grupos pequeños que no tienen posibilidad de controlar el estado y ni siquiera de llegar al parlamento, pueden dañar terriblemente el tejido social, porque están dispuestos a usar la violencia.”
Crisis de identidad en la izquierda
Las dos últimas elecciones generales han demostrado que la extrema derecha finlandesa tiene capacidad para atraer al electorado socialdemócrata y de izquierdas. Desde su meteórico ascenso en 2011 (cuando pasó de 4 a 39 diputados en el parlamento) hasta su entrada en el gobierno en 2015, cuando se convirtió en la segunda fuerza del hemiciclo finlandés, el partido de Soini se ha nutrido de los votantes frustrados de los partidos progresistas en los suburbios de las grandes ciudades.
Para Silvennoinen, “hay un sentimiento de culpa generalizado en la izquierda finlandesa. Hay una sensación de que la izquierda ha perdido el rumbo, su propósito, y que no tiene respuestas adecuadas a este crecimiento de la movilización populista”. Sin embargo, el profesor no cree que esta culpa sea enteramente merecida: “Yo no creo que esto sea necesariamente verdad. Hemos visto un trasvase de votos primero de los Socialdemócratas al Finns Party y ahora de nuevo, según las encuestas, de vuelta a los socialdemócratas.”
El concejal izquierdista Dan Koivulaakso afirma que: “Ha habido un trasvase en zonas suburbanas que votaban a la izquierda. Pero es que la demografía de estas zonas ha cambiado. Donde antes había obreros industriales, ahora hay gente que está marginalizada, altos niveles de desempleo y un alto porcentaje de gente que no vota.”
La acción gubernamental también ha dañado la popularidad de las fuerzas progresistas en el país. Después de la recesión que aquejó al país a comienzos de los 90, fue un gobierno socialdemócrata, apoyado por la izquierda, el que realizó los primeros recortes en el sólido estado del bienestar finlandés. Koivulaakso explica que estas políticas supusieron un impulso para el partido entonces conocido como Verdaderos Finlandeses, pero no cree que la izquierda deba ser cargar con toda la culpa: “En Finlandia tenemos una tradición de consenso. Todos los partidos han pasado en un momento u otro por el gobierno, y todos han aplicado políticas muy parecidas”.
Tensiones con Bruselas y Moscú
En 2011, el partido dirigido por Timo Soini saltó a los titulares de toda Europa, al hacerse con el tercer puesto en las elecciones generales finlandesas. El partido, bajo la bandera de un claro euroescepticismo, se negaba al rescate financiero a Portugal, que entonces se debatía en la Comisión Europea. Un esfuerzo conjunto del resto de los partidos, que se unieron en coalición, dejó a la ultraderecha en la oposición, pero sus tesis euroescépticas calaron en el resto del continente, viéndose reproducidas poco después en el Reino Unido, Holanda y Dinamarca, entre otros.
Para Oula Silvennoinen, todo es una cuestión de percepciones: “La pertenencia a la UE ha beneficiado a Finlandia de muchas maneras, pero hay ciertos aspectos, especialmente el Euro, que grandes sectores de la sociedad perciben como fracasos. Para los populistas, no importan las auténticas consecuencias de la pertenencia a la UE para Finlandia, sino como se perciban. Hay un sentimiento de que los asuntos internos finlandeses están siendo controlados desde fuera de Finlandia por una maquinaria sin rostro, y que ya no podemos controlar nuestro destino”.
Koivulaakso está de acuerdo en que las políticas neoliberales impuestas desde Bruselas han dado alas a la extrema derecha en su país. La Unión Europea, explica el edil helsinguino, “no defiende la agenda social, lo que lleva a mucha gente a una frustración que es muy fácil de aprovechar por los populistas”.
Por otra parte, Finlandia tiene la mayor frontera de la Unión Europea con Rusia, lo que supone un riesgo inmediato en caso de crisis. El país no forma parte de la OTAN, lo que lleva a muchos políticos a adoptar una posición de extrema cautela al tratar temas referentes al vecino oriental. “En caso de crisis, Finlandia tendría muy pocos amigos, porque no forma parte de ninguna alianza militar, lo que nos ha llevado a una cultura política de precaución extrema, lo que permite a los círculos radicales usar una terminología política que acaba jugando en favor de los intereses rusos. Señalar a la gente como traidores, describir el sistema político como algo podrido hasta la médula, sólo conseguirá desestabilizar la sociedad e impedirnos presentar un frente común en el hipotético caso de una crisis diplomática con Moscú”, explica Silvonnainen.