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Porque soy un cobarde
"Me estremezco aún más cuando sendos reportajes de La Sexta y TVE muestran el poder de la extrema derecha en España. Son el orgullo de un pasado que no querría tener. Son los brazos en alto de un sistema que me aterra".
Dani Domínguez // Estoy empezando a salir de La Cueva y me da mucho miedo. Este nuevo magacín cultural nacido de las entrañas de infoRadio, en la Universidad Complutense, me está llevando a pisar lugares que jamás me hubiese imaginado. Y a conocer cosas que no quisiera. El nuevo programa de «franquismo y cultura«, a colación del aniversario de la muerte del dictador, me ha obligado a entrar en la Fundación Nacional Francisco Franco. Un viaje ya no a otra época, sino a otra realidad.
Lo primero que me estremeció fue el olor a cerrado, a otro tiempo, a un pasado que duele. El dictador, presente en todas las paredes, nos miraba desafiante y tranquilo. Estaba entre los suyos. Seguía siendo el Caudillo allí. Sin embargo, hay algo que choca dentro de toda esa parafernalia franquista. La amabilidad del vicepresidente de la Fundación se contrapone a su discurso. Me descoloca completamente escucharle defender la «pena de muerte» o la censura con ese tono tan cordial. Un discurso trabajado con el paso del tiempo. Tan sólo el nombre de Federico García Lorca le hace alcanzar un mínimo grado de nerviosismo.
Pero lo que me da miedo es que de su boca salen palabras de las que se siente totalmente convencido y orgulloso. Termina la entrevista y de su bolsillo me regala un libro. Yagüe, «el carnicero de Badajoz», entra en mi mochila. Sólo quería llegar a casa lo antes posible para poder pensar en lo que había visto y oído. Las frases sobre la justificación de la guerra aún resuenan en mi cabeza. Esas palabras de odio afable que aún no consigo entender.
Salir de La Cueva también me ha llevado a conocer a historiadores que también defienden el golpe de Estado y esos 40 años de miseria. No son casos aislados como podía pensar. Hay demasiada nostalgia. Me gustaría poder sentir asco, pero el miedo es más fuerte y me produce frío. Un frío venido de otro tiempo que me hiela el corazón y me agarrota cada uno de los músculos, haciéndome permanecer inmóvil.
Me estremezco aún más cuando sendos reportajes de La Sexta y TVE muestran el poder de la extrema derecha en España. Hogar Social Madrid sigue ganando adeptos. Avanza sin complejos. Pero sólo son otra cara amable de neonazis como Alianza Nacional o Movimiento Social Republicano. Son el orgullo de un pasado que no querría tener. Son los brazos en alto de un sistema que me aterra.
Las bofetadas de realidad son las que más duelen. Creo que hubiese estado mejor de haber seguido dentro de La Cueva. Prefiero seguir calentándome con esa hoguera que proyecta sombras en la pared. Sombras mucho más placenteras que la severa verdad. Supongo que no volveré a salir jamás, porque soy un cobarde.