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Raquel Tenías: “Lo que me pasó a mí le puede pasar a cualquiera”

Este viernes comienza el juicio a Raquel Tenías, detenida cuando volvía de participar en las Marchas de la Dignidad de 2014. Está acusada de desórdenes públicos y atentado contra la autoridad, y se enfrenta a cuatro años de prisión.

Ocurrió hace ahora dos años y medio. El 22 de marzo de 2014, Raquel Tenías, de 42 años y miembro de Izquierda Unida Aragón y Zaragoza en Común, acudió a Madrid desde la capital aragonesa para participar en las Marchas de la Dignidad. Cuando concluyó la protesta, echó a caminar junto a un grupo de amigos en dirección a la Plaza de Toros de las Ventas, donde estaban estacionados los autobuses en los que habían venido. A la altura de la Puerta de Alcalá, se produjo una carga policial. Hubo gritos y carreras, Raquel cayó al suelo tras ser golpeada en una pierna y se vio rodeada de antidisturbios, que la llevaron detenida a la comisaría de Moratalaz, donde permaneció desde el sábado por la noche hasta el lunes por la tarde.

Un año después, Raquel recibía la citación para el juicio. Fue acusada de desórdenes públicos -en concreto, de apedrear la embajada de Francia- y de atentado contra la autoridad, actos por los que puede ser condenada hasta a cuatro años de prisión. En los días previos a la vista, se mueve entre los nervios y la gratitud por todas las muestras de apoyo recibidas. Partidos políticos, asociaciones vecinales y movimientos sociales se han volcado con su causa. Este miércoles se volverán a concentrar a las 19.30h en la Plaza de España de Zaragoza al grito de #RaquelAbsolución.

Lo primero de todo. ¿Cómo se encuentra?

Llevo dos semanas bastante desbordada, la verdad. Han sido más de dos años y medio esperando el juicio y, de repente, ya está aquí. Estoy un poco nerviosa, porque es un tema que he tenido permanentemente en la cabeza, así que tengo ganas de que termine de una vez.

¿Cómo recuerda aquel 22 de marzo de 2014?

Recuerdo pasar una jornada muy buena. Salimos ocho autobuses llenos de gente desde Zaragoza para participar en las Marchas de la Dignidad. Una vez concluyó la manifestación, nos dirigimos hacia al autobús. Íbamos cuatro compañeros comentando las anécdotas del día cuando, de repente, vi a un montón de gente corriendo. Intenté echarme a un lado y sentí un fuerte golpe en la pierna. En un segundo estaba rodeada de antidisturbios, con uno de ellos presionándome la espalda contra el suelo. Ni siquiera podía respirar, ni mucho menos hablar. No podía creer lo que me estaba pasando. Cuando me dieron la vuelta, me pidieron la documentación. Les pregunté qué estaba pasando, que qué había hecho y que tenía que tratarse de un error, pero sólo me dijeron que estaba detenida y que me callase.

En ese momento fue trasladada a la comisaría de Moratalaz. ¿Cómo fue el trato recibido por parte de la Policía?

Nos pusieron a todas las personas detenidas en una sala y no nos dejaron hablar entre nosotras en ningún momento. Así estuvimos muchísimas horas. De vez en cuando me llamaban para pedirme el teléfono de algún familiar, o de mi abogado. Más tarde me comunicaron que estaba detenida por desórdenes públicos y me trasladaron a una celda a oscuras. Estuve así, sin luz, hasta el lunes por la tarde. El sábado apenas nos dieron nada de comer, más que unas galletas saladas. El domingo, una lata de judías. Y el lunes, un envase con paella congelada. Durante los tres días les pedí un analgésico y una compresa, pero no me dieron ninguna de las dos cosas. En una situación así te encuentra completamente aislada e indefensa.

Dadas las circunstancias de la detención, ¿pensó que su caso quedaría en nada?

Sí. De hecho, cuando me llevaron a los juzgados de Plaza de Castilla y me leyeron los cargos por los que me habían detenido, no podía dar crédito. Decían que había tirado piedras a la Embajada de Francia, cuando yo no sé ni dónde está: apenas voy a Madrid de vez en cuando. Pensé que me habían confundido con otra persona. Cuando me llegó la citación, un año después, y vi que además me acusaban de atentado contra la autoridad, me quedé en estado de shock.

¿Qué le ha dicho su abogado durante todo este tiempo?

Que esté tranquila, que las declaraciones de la Policía no me identifican a mí como la persona que les agredió. Pero lo cierto es que cuesta estarlo. Quiero pensar que existen una serie de garantías democráticas y que no te pueden condenar si no existe ninguna prueba. Entiendo que la Justicia es independiente, pero a mí eso no me ayuda: los dos años y medio que he pasado no se pueden reparar. Trato de quedarme con el hecho de que mucha gente se ha identificado conmigo. Porque lo que me pasó a mí puede pasarle a cualquiera.

En ese sentido, ¿le ha sorprendido la oleada de apoyos?

Ha sido algo muy emocionante, la verdad. Además, esas muestras de apoyo no se han producido estas últimas semanas con la llegada del juicio, sino que la gente ha estado ahí desde el primer día. Hubo protestas tras la detención, con mucha gente a las puertas de los juzgados de la Plaza de Castilla, y también cuando llegó la acusación. Ahora que se acerca el momento del juicio, el apoyo es incluso mayor. Es algo realmente increíble.

¿Cómo ha llevado su hijo todo este caso?

Me ha visto muy preocupada. Va a cumplir 15 años: ya no es un niño pequeño y es consciente de todo lo que ocurre a su alrededor. Lleva todo este tiempo viendo a su madre alterada, y él también sufre esa tensión. Ayer, por ejemplo, estuvo con sus compañeros del instituto poniendo carteles de la manifestación. Estar expuesta de esa manera no es nada agradable, pero trato de pensar que hay una parte positiva en todo este asunto: que él está viendo que hay muchísima gente que se esfuerza por los demás.

Esta experiencia no ha hecho que se le quiten las ganas de seguir saliendo a la calle. Lo volvió a hacer el año pasado, de nuevo en las Marchas por la Dignidad.

Por supuesto. Manifestarnos pacíficamente es un derecho democrático que tenemos y debemos ejercer. Soy una persona comprometida con lo que tenemos alrededor. Quiero que mi hijo tenga un futuro y una educación y una sanidad públicas, así que seguiré manifestándome por todas aquellas causas que considere importantes. Es mi manera de entender la vida.

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