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Las maniobras de Felipe González contra el Sáhara

El diplomático Hach Ahmed explica cómo el expresidente socialista pasó de ser un aliado de la causa saharaui a uno de los principales lobbistas del rey de Marruecos.

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Mohamed VI, el quinto hombre más rico de África según Forbes, sabe que el dinero es un recurso eficaz –y abundante en su caso– para consolidar amistades y seducir voluntades en todo el mundo. En 2015 dos periodistas franceses se sentaron ante los tribunales de su país tras aceptar los regalos millonarios de la casa real marroquí a cambio de no publicar varias informaciones. Esta semana la prensa se hizo eco de los cables que muestran cómo el rey de Marruecos comprometió 11 millones de euros para Hillary Clinton apenas unos meses antes del inicio de la campaña electoral.

Hach Ahmed ha pasado gran parte de su vida apoyándose en el diálogo político y la legislación internacional para enfrentarse a la influyente generosidad financiera de la monarquía alauí y el poder de sus amigos, particularmente el expresidente Felipe González. Durante varias décadas, este veterano diplomático saharaui estuvo destinado en España y varios países de América Latina, ocupando algunos de los cargos de mayor responsabilidad en el seno del Frente Polisario, aunque abandonó esta organización a finales de 2015 por desavenencias con la gestión de sus dirigentes -“he tomado un periodo de reflexión, en espera de tiempos mejores”-. Hach Ahmed, saharaui de gestos seguros, memoria de elefante y verbo conciso, desgrana detalles reveladores de aquellos años.

¿Cómo recuerda a Felipe González cuando apoyaba la causa saharaui antes de ser presidente?

Felipe González atraía a cualquier joven saharaui en la década de los 70. La primera vez que me interesé en él yo era muy joven y trabajaba en los medios de comunicación del Polisario, en la radio nacional. En aquel entonces el ministro de Información me encargó hacer un documental sobre el proceso saharaui haciendo hincapié en las relaciones con España. Empecé a husmear en el archivo, casettes, documentos viejos de la época española… Una noche de madrugada me encontré una grabación. La voz me era muy familiar, pero no tenía título. La repetí hasta que me di cuenta de que era Felipe González y su famoso discurso en los campamentos de refugiados [Siendo secretario general del PSOE, Felipe González pronunció un discurso el 14 de noviembre de 1976 en los campamentos de Tindouf para denunciar “una mala colonización y una peor descolonización” y apoyar el referéndum de autodeterminación “hasta la victoria final”]. Era un documento inédito y no había imágenes filmadas de aquella visita, solo fotos. Lo guardé para el documental, que se publicó cuando él acababa de alcanzar el poder. Por entonces había flirteos del PSOE con el Polisario, pero cuando Felipe González se instaló en el poder, el Sáhara dejó de ser un tema central y pasó a ser un tema marginal para él.

¿Cómo fue ese cambio en la postura de Felipe González?

Con el tiempo fuimos viendo a golpe de experiencias que no todo lo que se dice se cumple. Aquellas frases de Felipe González siguen teniendo eco en la población saharaui por la fuerza que tenían, y en aquel entonces pensamos que nuestra suerte estaba vinculada al éxito del PSOE. Imagínese: no solo no se han cumplido las promesas sino que la conducta ha sido diametralmente opuesta hasta el punto de que González se ha convertido en un embajador al servicio de Marruecos, activista las 24 horas para defender el proyecto marroquí en el Sáhara Occidental.

¿Hay algún indicio de que Marruecos sedujera o chantajeara a Felipe González para precipitar ese cambio?

Inicialmente la estrategia de Marruecos fue la del chantaje, y tuvo éxito. Marruecos es un país vecino a la vez incómodo e inevitable porque está a 14 kilómetros, y eso sitúa a España en una posición muy distinta a la que tuvo, por ejemplo, Portugal con Timor del Este. Además, el entresijo de intereses comunes entre España y Marruecos es de tal envergadura que la telaraña del chantaje, inevitablemente, tenía que atrapar a la política exterior española en este tema, particularmente a la del partido socialista. Recordemos que el éxito del PSOE tras el franquismo fue una sorpresa para muchas capitales del mundo. Marruecos era aliado de Estados Unidos de vieja data, una base fundamental para esa potencia, y tener una relación amistosa con semejante aliado en el norte de África era una forma de aproximarse a los Estados Unidos del influyente Kissinger, una forma de lanzar un mensaje de calma. Aquello pesó no solo en la postura de Felipe González, sino del Estado español, aunque González fuese su principal ejecutor.

A eso hay que sumar los cambios de postulados del PSOE, que dejó de ser marxista, después el referéndum para entrar en la OTAN… Su prioridad era calmar a ciertas capitales, y ahí Hasan II, viejo zorro de la política, aprovechó para blindarse como mediador y amortiguador de las inquietudes sobre un país europeo gobernado por un partido progresista que hablaba contra la OTAN. Todo esto a nivel general. En el plano bilateral los cimientos del chantaje eran enormes, empezando por Ceuta y Melilla. Si hay un papel en el que hay que rebuscar para legitimar la invasión del Sáhara por parte de Marruecos, son los del acuerdo tripartito de 1975. El propio González repudió el acuerdo tripartito de Madrid, lo calificó de acto de traición y dijo que la España más noble representada por el PSOE no los aceptaría nunca. Al asumir como suyos esos documentos, Felipe González le hizo un regalo de valor incalculable a la monarquía marroquí.

¿Cómo fue ese cambio de relación entre el Polisario y el Gobierno presidido por Felipe González?

En 1985 me hice cargo de la delegación de Polisario en España, justo después de unos enfrentamientos entre un buque pesquero y una patrullera de la Marina española en aguas del Sáhara Occidental en virtud de los acuerdos firmados entre España y Marruecos sobre el banco de pesca sahariano, un compromiso que después la ONU declaró ilegal. A raíz de aquel incidente, Felipe González ordenó el cierre de las oficinas que el Polisario tenía en Madrid, expulsó a los miembros del Polisario en la capital y las relaciones con el Gobierno español volvieron al punto cero.

¿Cómo sucedió aquel episodio exactamente?

En un momento determinado una unidad saharaui que operaba en las aguas del Sáhara apresó a un buque de pesca español que estaba cerca de las costas del Sáhara y detuvo a los pescadores. Acto seguido Madrid dio instrucciones a la patrullera Tagomago que estaba en Canarias para intervenir en la zona de guerra y hubo un intercambio de disparos entre la patrullera y las fuerzas saharauis, y murió un suboficial de la Marina española. A raíz d eso, Felipe González decidió cerrar las oficinas y expulsarnos de Madrid sin tener en cuenta que quien había originado el conflicto fue él, que firmó los acuerdos ilegales con una potencia ocupante sobre aguas ilegales que no le corresponden, y luego envió un buque de guerra a una zona de guerra sin haber declarado la guerra, lo que obviamente es un acto, como mínimo, temerario. Lo cierto es que era una excusa para justificar la línea de comportamiento que tenía el Gobierno de Felipe González en la época y le vino como anillo al dedo.

En esta fase de gran tensión asumí las relaciones con España primero desde Argelia y después desde Portugal, y en ese momento, en el 86 tuve contactos con representantes del Gobierno español, sobre todo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Al cabo de un par de años negociando la normalización de relaciones en reuniones secretas en Londres y Roma, finalmente se permitió la reapertura de las oficinas del Polisario en el 89. En esas negociaciones participaron, entre otros, Miguel Ángel Moratinos, Jorge Dezcállar  y altos oficiales del CESID [actual CNI] pero quien desempeñó un papel  noble y honesto en todo el proceso fue el excanciller Ordóñez, que en paz descanse, a quien personalmente le tengo un gran respeto.

¿Cómo fue la aceptación de que Felipe González y el PSOE ya no eran sus aliados?

Me marcó mucho ver cómo ese partido, que era prácticamente una base de retaguardia del Polisario, fue cambiando e invirtiendo las cosas hasta un momento en que prácticamente nos veían como leprosos con tal de contentar a cualquier precio los caprichos de Marruecos bajo el sacrosanto interés de conservar Ceuta y Melilla y, posteriormente, evitar el flujo migratorio, una válvula que Marruecos abre en función de su nivel de satisfacción en cuanto a las posturas de España, tanto en Naciones Unidas como en la Unión Europea. Ahí siguen estos elementos del chantaje que no se alteran, aunque ahora hay un elemento nuevo: la colaboración antiterrorista, un bocado que se pone al alcance de los países europeos en función del nivel de compromiso que tienen en la defensa de la ocupación del Sáhara Occidental por parte de Marruecos. El papel de Felipe González en esto ha sido determinante: él fue el primero que abrió la puerta a la venta de armas a Marruecos en un momento en que las leyes españolas prohibían la venta de armas a países en guerra. Encontraron veinte mil entresijos para hacer llegar armas españolas al ejército marroquí. Nuestra gente ha caído víctima de balas hechas en Río Tinto, cañones fabricados en Eibar, la herida más dolorosa que podíamos haber esperado de la política española. Las piedras que más duelen son las que te lanza un amigo. España podría haber evitado clavar esa espina después de la puñalada del acuerdo tripartito de Madrid.

Los socialistas marroquíes fueron artífices de la independencia de Marruecos. ¿Qué relación tenía el Polisario con ese partido en los 80?

En general con partidos marroquíes nunca ha habido relaciones. Hay que entender que Marruecos es una monarquía que sigue acumulando todos los poderes más allá de las operaciones de maquillaje de separación de poderes y la presencia de partidos.

Se lo pregunto porque Felipe González mantuvo un discurso relativamente revolucionario antes de ser presidente pero no apoyó a los socialistas marroquíes cuando Hassan II empezó a reprimirlos…

No es de extrañar. Felipe González es consciente de que en Marruecos ayer, hoy y quizás mañana el rey seguirá teniendo el poder absoluto. El resto son elementos de decoración.

¿Qué sabe sobre las gestiones de Felipe González con los poderosos de América Latina?

Estuve ejerciendo como ministro para América Latina de 1997 a 2006. No hay una sola capital en la que no me haya topado con las huellas de Felipe González defendiendo los intereses de Marruecos. Tengo hechos concretos: a finales de 1999 estuve varios meses trabajando en Chile con la coalición de partidos en el poder, la Concertación, del presidente Eduardo Frei. Trabajábamos para establecer relaciones diplomáticas entre la República Saharaui (RASD) y Chile. Hubo varios pronunciamientos en el Parlamento y generamos las condiciones para que el Gobierno de Frei reconociera la RASD. Recuerdo aquel 30 noviembre de 1999. Logramos que el Gobierno tomara la decisión y me reuní con el canciller Juan Gabriel Valdés, quien me entregó una carta para nuestro canciller, un documento público, diciendo que Chile había decidido reconocer a la RASD. Al mismo tiempo el canciller mandó una carta informando al Parlamento de esta decisión. Me quedé un día para concretar la firma del documento y ellos decidieron que la firma se realizase en Nueva York; informamos a nuestra representación en esa ciudad y fijamos la fecha de la firma dos días después. Pues bien, 24 horas antes de la firma, la Cancillería de Chile nos dice que el acto se suspende unos días. Nos dicen que estaban a la espera de una delegación marroquí que quería que le informasen directamente. Da la casualidad de que quien llama al presidente Frei para proponer esa iniciativa es Felipe González.

¿Qué le dijo Felipe González a Frei?

Le dijo que era un gesto que podía enemistar a los marroquíes, que el Reino de Marruecos es un gran aliado de España y por consiguiente la decisión chilena era perjudicial para los intereses españoles, que lo pensara calmadamente… Lo importante es que intervino, y así me lo revelaron altos funcionarios de la Cancillería chilena. Junto con Felipe González también intervino posteriormente el entonces presidente de Argentina, Menem. Un presidente colombiano me dijo que Felipe González le había llamado en varias ocasiones para intentar convencerle de que retirasen su reconocimiento a la República Saharaui.

¿Qué presidente?

Es un presidente conservador. Prefiero no revelar su nombre. Me dijo personalmente que lo que más le incomodó fueron las llamadas de Felipe González.

¿Cómo justificaba Felipe González este tipo de injerencias ante presidentes extranjeros?

Él se presenta como experto en la zona, y a partir de ese gancho interviene en favor de los intereses de Marruecos. Generalmente sus acciones son muy discretas. La gente con la que se codea… En Chile, por ejemplo, tiene amistad íntima con el que fue diputado socialista Correa, actualmente uno de los grandes hombres de negocios de ese país y uno de los que más influencia ejerció entre los socialistas chilenos en contra de los saharauis. No sé si es casualidad, pero supimos que Felipe González estaba prácticamente un día sí y otro también en Tánger. Sospechoso que el representante de los descamisados acabe teniendo palacios en una monarquía feudal que él mismo utilizaba de ejemplo de lo más perverso y reaccionario, según sus propias palabras.

¿Conoció en persona a Felipe González?

Sí.

¿Qué sensación le causó?

Yo estuve en un encuentro entre el presidente saharaui, Mohamed Abdelaziz, que en paz descanse, y él en la Moncloa, en 1992. Éramos los tres únicamente, él vino sin asesor. Mucha cordialidad. Primero nos dio una lección sobre su afición a los bonsáis. A pesar de los pesares, él siempre hacía un esfuerzo para vendernos una supuesta simpatía hacia los saharauis, aunque en el fondo su mensaje fuera y es el mismo que el de los marroquíes. La reunión terminó en una especie de tensión, Felipe argumentaba que el rey de Marruecos había movilizado a su pueblo en torno a la cuestión del Sáhara y no veía fácil su salida. Abdelaziz le replicó que por medio hubo una guerra larga y cruenta, que la ONU, con el apoyo español, acababa de proponer un referéndum de autodeterminación, insinuándole que, como presidente del Gobierno español, por razones de coherencia, debiera ejercer su influencia en favor de la legalidad internacional en lugar de apoyar los sueños imperiales de Hassan II.

¿Recuerda otros episodios en los que vislumbrase la sombra de Felipe González?

Un hecho que me llama la atención es cuando de pronto el expresidente Zapatero se presenta en las zonas ocupadas del Sáhara para asistir a un congreso marroquí en Dajla. Incluso el Gobierno español lo consideró negativo. Dudo que Zapatero lo hiciera sin la influencia de Felipe González. De hecho, esto dejó un estigma en la memoria de la población saharaui porque ni siquiera había razones de Estado o gobierno para esto.

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