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“La revolución en Galicia no es poner en marcha la locomotora sino frenar la catástrofe”
El escritor Manuel Rivas analiza en esta entrevista la Galicia actual y explica su visión sobre el 25-S. "En política no hay milagros como en poesía", sostiene.
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El escritor Manuel Rivas Barrós (A Coruña, 1957) ha estado vinculado siempre a los movimientos sociales y ecologistas. Guardando distancias con los partidos, analiza la Galicia actual con la intención de evitar una mirada «apocalíptica» pese a asegurar que «en política no hay milagros como en poesía».
¿Qué suponen estas elecciones para Galicia?
Galicia está en un proceso de lento hundimiento. Hay una crisis existencial. Parámetros como la demografía, los pilares económicos tradicionales y la propia conciencia comunitaria están en una situación crítica agravada por la dejadez de responsabilidades. Estas elecciones pueden significar clavar un clavo más en el propio proceso de abandono o resurgir. Se trata de frenar la catástrofe, como en el análisis de Walter Benjamin cuando dice que la revolución hoy no sería tanto poner en marcha una locomotora, sino frenar la catástrofe.
¿En Marea podría ser ese freno?
Pasar de un vacío a cierto espacio de esperanza se ha conseguido gracias a En Marea pero es evidente que hoy cualquier alternativa pasa por ser plural, de integración y acumulación, de generosidad. El eje puede ser En Marea pero con una actitud de entendimiento con todas las fuerzas alternativas desde el Bloque al Partido Socialista. En Marea tendrá más credibilidad en la medida en que parte de su programa sea condición integradora, que se vea como un aval de ese espacio plural. Estamos en una fase subpolítica. La primera tarea es que la gente perciba como competente la rebeldía y que se supere este periodo de caricatura para hablar de política. Lo que está pasando en Galicia tiene cierta importancia metafórica para el resto. Se puede dar un proceso ejemplar como el que después del Nunca Máis nos llevó a un Gobierno de coalición entre la izquierda y el nacionalismo, en el que hubo una especie de contrarrevolución como la de los Irmandiños, derrotados por una coalición de la nobleza de Castilla y Portugal utilizando mercenarios que por primera vez introducen la pólvora en la Península. Cuando se tiró abajo el bipartito se utilizó la pólvora mediática de forma intensísima.
Esa pólvora también se levantó en la negociación Podemos-En Marea.
Lo que vaya a pasar no depende tanto de esa pólvora mediática que ya se da por hecha, sino de la capacidad de movilizar a la gente. Aquí la izquierda gana o pierde las elecciones según despierte una expectativa de esperanza, o no. No hay una mayoría social de derechas. Si gobierna la derecha es por la desafección, creo que justificada, de muchos sectores que no encuentran la confianza básica en la alternativa por esa subpolítica que se contagia a la izquierda y al nacionalismo. Muchas veces se hace más hincapié en la autodestrucción y en el cainismo.
¿Ese cainismo es característico de Galicia?
Se da en todas partes. Como si el espíritu del pequeño propietario se transmitiese a la política. Es más importante la parcela propia que la cooperación comunitaria. Viene dado por una degeneración planetaria de la izquierda. Si no sale adelante el sentido común es porque hay una filtración vírica en la izquierda que lo tiene paralizado en un estado de subpolítica.
¿El candidato de En Marea, el juez Luis Villares, puede protagonizar esa ilusión?
Tiene el apoyo de mucha gente y viene avalado por una trayectoria que no está contaminada de esa condición que algunas veces tienen las burocracias, las personas con mentalidad de comisarios, que piensan más en las llaves del local que en dirigirse a la gente. Villares es una persona en relación con la sociedad pero no mediatizada y es razonablemente esperanzador.
¿Se conseguirá hacer tanto en tan poco tiempo?
Hay una globalización destructiva que puede acelerar los procesos, lo vemos claramente en una cuestión que afecta a todo, como es el medio ambiente, que ya no es una parte del problema; el problema es el medio ambiente. Las alternativas tienen que ser de resurgimiento para el país.
Parece que el PSdeG no se recompuso después del bipartito.
No, quedaron muchos daños. Esto demuestra que era realmente algo serio lo que estaba pasando, podría haber sido ejemplar. Lo que causa cierto desasosiego es no tener memoria, ya que no sólo tiene que ver con el sentimiento sino también con el conocimiento.
Al otro lado también quedó tocado el BNG. ¿Qué representa en estos comicios?
Hay que hacer autocrítica para recuperar la credibilidad y aprender de la historia. Para dar un paso adelante tienes que detectar primero los errores. El contrapunto positivo es que esté al frente una mayoría femenina, creo que es una suerte para el Bloque.
¿Por qué parece que sigue mal visto hablar de nacionalismo en Galicia?
Hay una contaminación de la palabra. Existen otros tipos de nacionalismo que ocultan su condición y tiene que haber un enemigo. La derecha tuvo cierto éxito al lograr que la iconografía del demonio se correspondiera con el nacionalismo gallego.
¿Qué es ser nacionalista gallego?
El nacionalismo aquí tiene una condición de xenofilia, de amistad, una idea que estaba en las Irmandades da Fala. Su lema era Galicia como célula de universalidad, es decir, algo que supera la condición decimonónica de un nacionalismo que mira para dentro. Para ser internacionalista la primera condición es asumir solidariamente los problemas de la realidad que tienes a tu alrededor.
¿Cuál es el factor decisivo en estas elecciones autonómicas?
No depende tanto de Feijóo, que tiene una condición de cometa que se mueve al soplo del viento. Lo decisivo va a ser que se despierte el proceso de esperanza y se movilice ese sector de la sociedad determinante. En Galicia, que haya o no alternativa depende de que se movilice el silencio.
Tras el 25 de septiembre, ¿sería necesario un nuevo partido de izquierdas nacionalista e internacionalista?
Por supuesto, veremos si las mareas van en esa dirección. Debería irse por ahí, sería la forma de superar la subpolítica y contribuir tanto en el Estado como en Europa, que se encuentran en una calle estrecha atascados, a sacar el barco de las piedras. Aquí la gente, por si hay un diluvio, está aprendiendo a ser anfibia.