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El primer populista hacia la Casa Blanca
El candidato demócrata William J. Bryan fracasó tres veces en su asalto a la presidencia de EEUU, pese a que su oratoria encandiló a miles de votantes del sur y del medio oeste.
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A finales del siglo XIX, los Estados Unidos de América vivieron una transformación económica, social y tecnológica profunda. La excolonia británica se convirtió en una fuerza política mundial que desafiaba a las viejas potencias, como quedó demostrado en la guerra contra España en 1898. La rápida expansión de la red de ferrocarriles y otras industrias crearon una clase adinerada, que vivía sobre todo en la costa este, mientras crecían las desigualdades. Los precios de los productos agrícolas estaban por los suelos, provocando hambrunas en las zonas rurales del medio oeste y del sur del país.
Fue el momento en que surgió el People’s Party (Partido Popular), que con sus diferentes corrientes también se conocía como Populist Party. Los «populistas» exigían poner coto a los poderosos bancos que se asentaban en Wall Street y a los monopolios privados. Fue un movimiento esencialmente rural pero que también apoyó las huelgas de los obreros industriales y, en especial, las de los trabajadores de ferrocarril que fueron reprimidas con gran brutalidad.
Aunque en las elecciones presidenciales de 1892 el candidato de los populistas, James B. Weaver, había conseguido un millón de votos –un 8,5% del total–, cuatro años después se dejaron seducir por William Jennings Bryan. Con sólo 36 años, este abogado se hizo con la candidatura de los demócratas, muy a pesar del establishment del partido, que recelaba de su populismo. «Bryan era un gran showman y tenía un control de la oratoria que le permitía hechizar a su público en el medio oeste», reza la nota biográfica de la Biblioteca de Nebraska, su Estado de adopción.
Los populistas apoyaron a Bryan en las elecciones de 1896, convencidos de sus diatribas contra los excesos del capitalismo, aunque éstas estaban inspiradas más en la fe religiosa del dirigente que en teorías socialistas. Bryan pronto moderó las exigencias y pasó de contemplar la nacionalización de los ferrocarriles a proponer simplemente una regulación más estricta del sector. Su principal respuesta a la crisis económica que padecían los agricultores pasó por reivindicar una reforma monetaria para aumentar el dinero en circulación y así provocar más inflación. De esta forma subirían los precios de los productos agrícolas: una medida positiva para los granjeros pero pésima para las clases obreras urbanas que tendrían que pagar más para los alimentos. En consecuencia, Bryan fue derrotado por el candidato republicano William McKinley, que se llevó el voto en las grandes ciudades y en los Estados del norte tras tildar a su rival como un radical que haría descarrilar la economía.
A favor de la segregación racial
El candidato demócrata, por su parte, triunfó en el medio oeste y en los Estados del sur, donde sólo votaban hombres blancos (la población negra y las mujeres no podían ejercer este derecho). Bryan defendía la segregación racial, y años más tarde incluso se opuso a una resolución de condena del partido al Ku Klux Klan.
Pese a la derrota, en 1900 volvió a ser el candidato de los demócratas. Inicialmente había apoyado la guerra de EEUU que le arrebató Cuba y Filipinas a España en 1898, pero poco después adoptó un discurso marcadamente antiimperialista. Fue derrotado otra vez, al igual que en su tercera y última candidatura a la Casa Blanca en 1908, cuando ya se preocupaba más por combatir la teoría de la evolución y defendía la prohibición del alcohol.
Algunos historiadores ven a Bryan como el máximo exponente del movimiento populista de la época; otros le consideran un tapón para las reivindicaciones de las clases populares. «Con Bryan, el Partido Demócrata se adaptó al cambiante estado de ánimo de las masas y tomó una posición para desviar el descontento social, y que éste no supusiera una amenaza para el sistema capitalista», comentó Shannon Jones en la web del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
Bryan, finalmente, fue secretario de Estado con el presidente Woodrow Wilson, pero dimitió en 1915 porque se oponía a la participación de EEUU en la Primera Guerra Mundial. Se hizo rico cobrando por discursos hasta su muerte en 1925.