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El ozono troposférico: el problema de no (querer) saber que es un problema
Ecologistas en Acción ha denunciado a España ante la Comisión Europea por no elaborar los planes de mejora de la calidad del aire.
El último fin de semana fue negro para la calidad del aire. Es decir, malo para el ejercicio de una correcta respiración y contrario a la salud. La ola de calor que se ha vivido en los últimos días no solo ha contribuido directamente al incremento de los niveles de ozono troposférico, tal como denuncia Ecologistas en Acción. También de manera indirecta, pues el incremento del uso del aire acondicionado conlleva mayores niveles de consumo de electricidad, la cual procede en buena parte de las centrales térmicas. A estas causas hay que sumarles otra: la magnitud del tráfico estival. La organización ecologista ha denunciado a España ante la Comisión Europea por no elaborar los preceptivos planes de mejora de la calidad del aire en el medio centenar de zonas donde entre 2010 y 2015 se ha incumplido el valor objetivo legal para la protección de la salud establecido para el ozono troposférico, repartidas entre las comunidades autónomas de Andalucía, Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura, Madrid, Murcia, Navarra y País Vasco, con 21,4 millones de habitantes afectados, casi la mitad de la población española.
Sólo en un fin de semana, las consecuencias se traducen, según datos de los ecologistas, en 18 superaciones del umbral de información en Cáceres, cuatro en La Plana de Vic (Barcelona) y tres en Alcobendas (Madrid). Las administraciones están obligadas, cuando se traspasan estos límites, a desarrollar acciones de prevención informativa dirigidas a las personas que potencialmente pueden estar más afectadas: menores, mayores, embarazadas y ciudadanos aquejados por problemas respiratorios o cardiovasculares.
“La población no solo no conoce los efectos de este contaminante para la salud, es que ni siquiera sabe que existe el problema”, lamenta Miguel Ángel Ceballos, portavoz de Ecologistas en Acción. Estas advertencias, por tanto, no solucionan la cuestión de fondo. En el informe relativo a la calidad del aire de 2015 publicado por esta organización se observa que 45,9 millones de personas, es decir, el 98,6% de la población española, respira y está expuesta a aire contaminado. O, para ser más precisos, “con niveles de contaminación superiores a los recomendados por la OMS”.
La confederación verde critica, ante los hechos, la “pasividad” de las comunidades autónomas y la Administración central, ya que a su juicio siguen sin “adoptar los planes de mejora de la calidad del aire obligados en esta situación”. Según explica, se “ha omitido sistemáticamente” la puesta en marcha de medidas contra esta sustancia. Las soluciones pasarían por la reducción del tráfico urbano (y el fomento del transporte público), los estímulos para la generación eléctrica renovable o la incorporación “generalizada” de las “mejores tecnologías industriales disponibles para la reducción de la contaminación”.
“No hay voluntad política”, critica Ceballos. Considera un ejemplo de ello el que el Estado esté “potenciando de manera lamentable la producción de energía en las centrales térmicas de carbón. El año pasado aumentaron un 15% su actividad”, añade. “Hay que pedir a las autoridades que se tomen en serio la lucha contra la contaminación atmosférica”, concluye.
Legalmente están obligadas. La directiva europea 2008/50 obliga a que los Estados miembros “elaboren planes de calidad del aire” con “el fin de conseguir respetar el valor límite o el valor objetivo correspondiente”.
El ozono troposférico es, en opinión de Ecologistas en Acción, “el mayor problema de calidad del aire que enfrentar en el Estado”. Entre sus consecuencias están la “irritación de los ojos” y la “reducción de la función pulmonar”. También multiplica el efecto del asma y de las alergias. Las más graves son los 1.800 fallecimientos prematuros que la Organización Mundial de la Salud atribuye a la recepción de este componente tóxico. El ozono troposférico, conocido como “malo”, es además perjudicial para la vegetación, los bosques o la productividad de los cultivos.