Un momento para respirar
Trump y el fracaso del humanismo
«Trump amenaza a Hamás con abrir las puertas del infierno si no liberan a todos los rehenes. ¿No estaban ya abiertas de par en par?», se pregunta José Ovejero en su diario.
9 de febrero
Otro resfriado. Tercera vez que me pongo enfermo desde el otoño. No es que me moleste tanto, pero me limita y, como necesito tiempo para trabajar y para hacer unas chapuzas en la casa, me estorba.
Y en Alemania se siguen reprimiendo manifestaciones propalestinas. ¿Seguirán haciéndolo si el dúo maléfico Trump/Netanyahu cumple su amenaza de expulsar a toda la población de Gaza y dejar la Franja en manos de Washington –para, probablemente, cedérsela más tarde a Israel–? Es tan repugnante la connivencia con estos asesinos que la discusión se vuelve superflua. ¿Tomará medidas la UE para enfrentarse a la política agresiva de Trump o se quedará como sucede a menudo en declaraciones tan altisonantes como inútiles?
11 de febrero
Me he dado cuenta de mi postura enfermiza frente a la enfermedad. De pronto me deja perplejo que el resfriado no me fastidie tanto porque me quita tiempo para disfrutar, que no quiero llamar de ocio pero sí de inactividad deseada, o de actividad no productiva, sino porque no me permite trabajar como desearía. Me escandaliza mi interiorización del deber de ser productivo.
Ahora recuerdo que durante mi lamentable etapa de educación en un instituto del Opus Dei escuché con frecuencia el mensaje de que perder el tiempo era, no un pecado, pero sí una puerta al pecado y desde luego reflejaba una debilidad de carácter. «Ganarás el pan con el sudor de tu frente» no parecía entonces una maldición bíblica sino una puerta a la virtud del crecimiento personal.
Sin venir a cuento me acuerdo de Reglas para el parque humano, de Peter Sloterdijk, donde constataba el fracaso del humanismo para prevenir la barbarie. La educación intelectual, estética y emocional no ha servido de nada para evitar las masacres más brutales. Y no hace falta remontarse al Holocausto para confirmar esa impresión. No es muy original la afirmación, pero lo que me interesó en el libro –sin que eso signifique que estuviese de acuerdo con él– es que veía una puerta en la esperanza en la modificación, mediante la tecnología, del ser humano; no tanto de su software como de su hardware. ¿Era así? Tengo la impresión, más bien la certeza, de que olvido mucho más de lo que recuerdo de los libros que leo.
A veces, mientras estoy leyendo un ensayo, me digo: y todo esto lo olvidaré. Y lo releo e intento memorizarlo aunque sé que, en general, se trata de un esfuerzo inútil. Al final, la cultura es el poso indescifrable de todo lo que olvidamos.
Aunque quizá lo que hacemos no sea solo olvidar lo aprendido: también lo tergiversamos en el recuerdo, lo vamos alterando para que se integre con facilidad en nuestro sistema de creencias y prejuicios.
Trump amenaza a Hamás con abrir las puertas del infierno si no liberan a todos los rehenes. ¿No estaban ya abiertas de par en par?
¿Cómo habrán modificado su discurso y sus justificaciones quienes votaron a Trump porque sacaría a Estados Unidos de las guerras internacionales? Lo que me lleva a preguntarme si los venezolanos que lo votaron y que ahora van a ser expulsados del país se arrepentirán de su voto o aún encontrarán formas de justificarlo. Las contorsiones intelectuales y éticas que somos capaces de hacer para racionalizar nuestros actos son tan impresionantes como las de esas sectas que predicen el fin del mundo y, cuando no tiene lugar en la fecha señalada, lo predicen de nuevo con la misma certidumbre y solemnidad.
¡Como para que no fracase el humanismo en su tarea redentora del ser humano! Cuánto le gustaba al adolescente pesimista, más bien, nihilista que fui aquel epígrafe de Isaac Asimov, en Fundación: Contra la estupidez humana los propios dioses luchan en vano.