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Kiwi, Kenia o Jamaica: la promiscuidad política en Alemania a la hora de pactar
En Alemania, casi siempre ha habido pactos de gobierno entre los partidos a nivel estatal y en los Länder, con todo tipo de constelaciones de colores. El último tabú es aliarse con la ultraderecha de la AfD
Artículo publicado en el número 40 de la revista mensual (julio/agosto 2016) a la venta en kiosco y aquí.
En el otoño de 2013, la oposición en Alemania tenía la oportunidad de echar del poder a la canciller Angela Merkel. En las elecciones parlamentarias de ese año, el Partido Socialdemócrata (SPD), Los Verdes y Die Linke (La Izquierda) juntos obtuvieron más escaños que la Unión Democristiana (CDU) de Merkel, con su socio en Baviera, la Unión Socialcristiana (CSU): 320 frente a 310. Sin embargo, no hubo acuerdo de centroizquierda porque los socialdemócratas habían prometido una y otra vez durante la campaña electoral que no pactarían con Die Linke.
Este rechazo se basaba en una mezcla de resentimientos históricos, reparos porque la formación sucesora del viejo partido comunista (SED) que mandaba en la República Democrática de Alemania (RDA) no se había distanciado lo suficiente del régimen anterior y cálculos electoralistas, ya que el SPD quería evitar que la derecha reforzara su campaña acusándole de hacer causa común con “radicales y extremistas”. Así que el presidente socialdemócrata Sigmar Gabriel aceptó formar un gobierno de gran coalición con los conservadores, gracias a lo cual Merkel sigue mandando en Alemania y en Europa.
En las cuatro décadas de democracia, en España nunca ha habido un gobierno estatal compartido por dos o más partidos. Si no fallaron todos los sondeos para las elecciones generales del 26 de junio –esta revista fue a imprenta horas antes del cierre de las urnas– el futuro inquilino de La Moncloa necesitará por lo menos un socio que le apoye. Durante la campaña electoral, y especialmente en el único debate televisivo entre los candidatos de los cuatro principales partidos, los políticos insistieron otra vez en sus vetos a otros y en marcar líneas rojas que complican la formación de gobierno.
Entonces, ¿en España falta cultura de gobernar en coalición? En el Ejecutivo central es una novedad, pero en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos los pactos son algo habitual desde hace tiempo. Los ha habido de muchos tipos entre los dos grandes del bipartidismo, PP y PSOE, con partidos nacionalistas y otras formaciones más pequeñas. Sin embargo, no hay experiencia de una gran coalición entre populares y socialistas, con la excepción del lehendakari Patxi López, que gobernó en minoría con apoyo del PP en el País Vasco. En el ámbito municipal hay todavía más variedad por la cantidad de agrupaciones locales.
Las dos formaciones nuevas que han acabado con el predominio del bipartidismo, Podemos y Ciudadanos, de momento han optado por apoyar gobiernos regionales en minoría desde los parlamentos autonómicos, sin entrar con consejeros propios. En Andalucía, por ejemplo, las negociaciones para la investidura de la presidenta socialista, Susana Díaz, duraron 80 días, «un bloqueo» en palabras de la dirigente del PSOE que, finalmente, obtuvo el apoyo de Ciudadanos.
En el País Valenciano sí ha habido pacto de Gobierno entre PSOE y Compromís, cuya líder, Mónica Oltra, ocupa la vicepresidencia. Es el modelo que durante esta campaña electoral ha empleado Podemos para reivindicar un pacto con el PSOE: un gobierno «a la valenciana». Queda por ver si después del 26-J se estrenará para todo el Estado un Ejecutivo de más de un color.
Volviendo a Alemania, desde la fundación de la República Federal (RFA) tras la Segunda Guerra Mundial no ha habido gobiernos monocolor, con la excepción de un breve paréntesis de la CDU de Konrad Adenauer en los 1960. En esa misma década se estrenó también la primera gran coalición entre CDU y SPD, algo que no volvería a producirse hasta 2005. Durante muchos años, el liberal FDP servía como partido bisagra gobernando alternativamente como socio junior con SPD y CDU.
Luego, en los años 1980, aparecieron en el mapa político Los Verdes y, tras la reunificación de Alemania en 1990, lo que hoy se llama Die Linke, lo cual ha cambiado bastante el panorama y las opciones degobernabilidad. También en los 16 estados federados, los Länder, lo habitual son los gobiernos de coalición y las mayorías absolutas casi han dejado de existir –hoy por hoy, sólo la CSU, partido hermanado con la CDU de Angela Merkel, en Baviera manda sola, por ahora–.
Astucia, flexibilidad y generosidad
La cultura de pactar requiere mucha astucia, flexibilidad y generosidad de todas las partes. También los votantes de un partido que entra en un gobierno con otro deben aceptar que difícilmente se va a imponer su programa al 100%, especialmente si es el socio menor. Cuando Los Verdes llegaron al poder en 1998 con los socialdemócratas de Gerhard Schröder, se conformaron con la vicecancillería y el Ministerio de Exteriores para su líder Joschka Fischer, la cartera de Medio Ambiente y otros departamentos menores.
Los ecopacifistas lograron imponer un nuevo impuesto sobre el combustible pero a cambio se tragaron las reformas con fuertes recortes, la llamada Agenda 2010, y la intervención militar de Alemania en los Balcanes. En la gran coalición actual con Merkel, los socialdemócratas han conseguido imponer parte de su agenda, como la introducción de un salario mínimo nacional para todos los sectores. En el pasado, las coaliciones pasaban por una alianza entre SPD con Los Verdes o el FDP mientras que los democristianos sólo podían contar con el apoyo de los liberales. Esto ha cambiado radicalmente y ha aumentado el número de combinaciones de colores. En los Länder se ha visto gobiernos que se han etiquetado como «semáforo» (Ampel) entre SPD (rojo), FDP (amarillo) y Verdes.
También se estrenó la coalición denominada «Jamaica» en el pequeño Land occidental de Sarre en 2009, ya que los colores de la bandera del país caribeño coinciden con el negro de la CDU, el de Los Verdes y el amarillo del FDP. El último acuerdo ha sido el kiwi en Baden-Württemberg, donde gobierna el primer y único presidente regional que han tenido Los Verdes hasta ahora, Winfried Kretschmann, con la CDU (negro), que aceptó tomar el relevo al SPD como socio menor en el Ejecutivo de Stuttgart. Hace tiempo que democristianos y verdes han superado su antagonismo feroz de antes y son capaces de ponerse de acuerdo sobre determinadas políticas. Muchos observadores creen factible que un día haya un gobierno negro-verde también en Berlín.
Aunque el veto del SPD a Die Linke es lo que mantiene en el poder a Merkel por ahora, los socialdemócratas han recapitulado y ya no descartan de forma categórica una alianza con los poscomunistas a nivel federal. De hecho, en los Länder del Este ha habido numerosos gobiernos “rojo-rojo” entre SPD y Die Linke desde que se formó el primero en Mecklenburgo-Antepomerania en 1998.
El primer presidente de Die Linke
Hace dos años se produjo un cambio importante cuando Bodo Ramelow se convirtió en el primer presidente regional de Die Linke en uno de los Länder alemanes. En Turingia, este antiguo sindicalista gobierna junto con ministros socialdemócratas y verdes, todo un hito histórico. Este tripartito está considerado como un importante laboratorio de ensayo de cara a un posible pacto a nivel federal tras la elecciones generales previstas para el otoño del año que viene. De momento, el Ejecutivo presidido por Ramelow parece estar funcionando bastante bien.
Habrá otra prueba decisiva para comprobar las ganas de las tres formaciones del arco de la centroizquierda para superar sus rencillas y plantearse la posibilidad de arrebatarle la cancillería a Merkel. Tras la reciente renuncia del presidente federal Joachim Gauck a postularse para un segundo mandato, los partidos deben presentar sus candidaturas al cargo de jefe del Estado, que será elegido en la asamblea federal, compuesta sólo para elegir al presidente o presidenta por diputados de ambas cámaras del parlamento y representantes de la sociedad, en proporción al actual reparto de poder en el país. SPD, Verdes y Die Linke tienen los votos suficientes para imponer su propio candidato o candidata, si deciden juntar fuerzas.
El líder socialdemócrata Gabriel ha decidido borrar la línea roja que impedía cualquier acuerdo con Die Linke en el Bundestag, la cámara baja del parlamento germano. Hay acercamientos entre los rivales. Recientemente, Gabriel tuvo una reunión privada con Oskar Lafontaine, una de las grandes figuras de Die Linke. El hoy semirretirado de la primera línea de la política era hasta hace poco la bestia negra de los socialdemócratas desde que en 1999 abandonara por sorpresa el superministerio económico que le había concedido el canciller Schröder y la presidencia del SPD. Más tarde se unió a Die Linke junto con una formación que atraía a los socialdemócratas frustrados por las políticas antisociales de Schröder.
En un artículo de opinión en la revista Der Spiegel, publicado el pasado junio, Gabriel casi hizo una oferta formal a los antaño denostados poscomunistas. “En Europa, los partidos y movimientos progresistas deben estar abiertos a pactar entre sí y gobernar juntos, también en Alemania”, escribió el jefe del SPD y vicecanciller con motivo del auge de la ultraderecha en muchos países del continente. Las reacciones en las filas de Die Linke, donde conviven socialistas pragmáticos con marxistas y nostálgicos de la RDA, fueron desde positivas hasta escépticas. Todavía hay bastante desconfianza entre ambas familias.
Precisamente el fuerte ascenso de Alternativa por Alemania (AfD), un nuevo partido ultranacionalista y xenófobo, ha trastocado el tablero político en el país, complicando aún más la creación de mayorías de gobierno estables. El nuevo escenario se visualizó en las elecciones en el Estado oriental de Sajonia-Anhalt el marzo pasado. AfD irrumpió con un espectacular 24% de los votos en el parlamento regional como segunda fuerza,tras los democristianos. Como consecuencia se creó el primer gobierno del país entre CDU, SPD y Los Verdes, cuyos colores –negro, rojo, verde–, cómo no, han dado lugar al término coalición de «Kenia».
Los socialdemócratas, que hace tiempo languidecen en las encuestas en niveles de poco más del 20% de apoyo, saben que su única posibilidad de desbancar a Merkel del poder para que uno de los suyos ocupe la cancillería en Berlín pasa por un pacto de centroziquierda con Los Verdes y Die Linke. Superar a la CDU, que se mantiene muy por encima del 30%, parece muy difícil. Pero la entrada en 2017 de los ultras del AfD en el Bundestag, que se da por hecha, puede acabar con las ambiciones de la izquierda. Según sean los resultados, el próximo gobierno federal igual podría ser también de color kiwi o Kenia. Lo único seguro a estas alturas es que continuará la cultura de pactos.