Sociedad
Astronauta… y poder tener la regla en el espacio
Actualmente, la menstruación aún es suprimida con hormonas antes y durante las misiones espaciales.
ANTONIO VILLARREAL / SINC // Hace ahora cinco años, la astronauta estadounidense Christina Koch batió el récord de permanencia en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) para una mujer: 328 días, casi un año. De haber estado en tierra, Koch habría pasado –de media– por unos once ciclos menstruales, pero allí arriba no tuvo ninguno.
El tema de la menstruación en el espacio siempre ha sido problemático de abordar. En primer lugar, por las consecuencias sobre la salud de las astronautas o las dudas sobre su capacidad para realizar ciertas tareas. En general, la exploración espacial siempre ha sido concebida como una actividad masculina: los trajes, el tamaño de los asientos en los trasbordadores o incluso los cuartos de baño que se encuentran en la ISS estaban inicialmente concebidos para que solo los visitaran hombres.
Pese a que el número de mujeres que han salido de la órbita terrestre desde que Valentina Tereshkova (URSS) y Sally Ride (EEUU) lo hicieran en 1983 ya se aproxima al centenar, hasta el otoño de 2020 no se habilitó un WC más amable para las astronautas que visitaban la estación.
Este desequilibrio alcanza su punto álgido con la salud reproductiva femenina. De hecho, la ciencia tuvo que recurrir a una rana africana (Xenopus laevis) para descubrir que la ovulación en órbita era posible.
Mirar hacia otro lado
En sus primeros estudios al respecto, en los años sesenta, la NASA valoró incluso que una astronauta podía morir al menstruar, ya que en condiciones de microgravedad aquella sangre liberada del endometrio podía acabar deslizándose bajo el abdomen y provocar una peritonitis en pleno espacio. Esto nunca sucedió, aunque no está claro quién ha sido la primera mujer en menstruar en el espacio… o si alguna vez alguien lo hizo.
En segundo lugar, tener en órbita a astronautas con el periodo también requería acomodar las condiciones del cohete o la nave para satisfacer sus necesidades de higiene y planteaba un problema extra de material a bordo (una de los principales tareas de quienes planean una misión se centra en cómo reducir la carga, ya que cada kilogramo extra supone mucho dinero) o generación de residuos.
En general, era un problema que a los ingenieros estadounidenses les provocaba más dolores de cabeza que el aterrizaje de un robot explorador a cientos de miles de kilómetros de la Tierra. En la preparación del primer vuelo de una astronauta, la NASA preguntó a Sally Ride si para un trayecto de una semana bastaría con cien tampones. Ella respondió que con la mitad iba más que sobrada.
La matemática Ariadna Farrés, investigadora en el centro de vuelo espacial Goddard de la NASA, anda estos días en el desierto de Utah liderando a un grupo de investigadoras españolas en la misión Hypatia II. Entre otras líneas de investigación, estas “astronautas terrestres” se centrarán en ofrecer respuestas a cómo compatibilizar el ciclo menstrual con la carrera espacial.
Abriendo el paso a la menstruación
“Actualmente, muchas veces a las mujeres que van al espacio normalmente se les para el ciclo menstrual, toman medicación para cortar la regla”, indica a SINC. La suya es una misión corta, de apenas 15 días, pero tratarán de aprovecharlos para “poner el foco en este tipo de preguntas y estos problemas, será un pequeño paso para entenderlos un poco mejor”.
Aunque para las misiones cortas, de pocas horas o días, se suele tener en cuenta el momento menstrual para que no coincida con el lanzamiento, en el caso de las más largas la supresión de la regla suele ser el método estándar. Como explicaba un artículo de 2016 realizado por Varsha Jain y Virginia Wotring, del Centro de Salud Espacial de Houston (EEUU), a menudo se requiere que las astronautas que se preparan para una salida a órbita pasen hasta 11 años –desde el proceso de selección de candidatos, entrenamiento, selección de misión, entrenamiento previo y finalmente, la misión en sí misma– con una amenorrea médicamente inducida, ya sea con progesterona o mediante otros métodos anticonceptivos.
“También queremos investigar si el flujo menstrual puede tener utilidades en una misión en Marte, en nuestro caso veremos si sirve como fertilizante y los nutrientes sirven para poder cultivar plantas y demás”, indica Farrés.
Copas menstruales, test de infección urinaria
“En el tema de la menstruación hay muchas cosas que aún resultan tabú y no se estudian, igual que tampoco se ha estudiado la reproducción en sí misma en el espacio”, explica a SINC la ingeniera aeroespacial Estel Blay, también a bordo de esta misión Hypatia II.
Otra de las patas de este proyecto consiste en una colaboración con AstroCup, un proyecto de la Universidad Técnica de Lisboa para desarrollar “una copa menstrual para mientras estamos en el espacio”, indica Blay, empleada en el Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña y responsable de salud y seguridad de la misión. “En colaboración con ellas estamos probando cómo sería estar en una base marciana usando una copa menstrual, ya sea para minimizar los residuos o simplemente para tener más opciones”.
El objetivo es que, si en un futuro la humanidad logra llegar a Marte con mujeres a bordo, estas no se vean obligadas a hormonarse como única opción viable. “Queremos que, al igual que pasa en la Tierra, haya diferentes opciones para el día a día con la menstruación”, concluye la ingeniera.
“Si le dices a una mujer: ‘Tienes que poner tu sistema reproductivo en pausa durante cinco años y esta es la única forma en que puedes ir a Marte’, vamos a tener problemas”, dice Lígia Fonseca Coelho, cofundadora de AstroCup.
Aunque importante, la menstruación es tan solo uno de los muchísimos aspectos sobre la salud femenina de las astronautas para los que aún no hay respuesta. Por ello, Fonseca, además de la copa menstrual, ha desarrollado un test para infecciones del tracto urinario –mucho más comunes en mujeres que en hombres– que pueda llevarse al espacio.