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Los lunes de Juan Rosell
Juan Rosell vuelve a apostar por la precariedad laboral rechazando el empleo fijo y seguro por ser un concepto del siglo XIX
Los lunes no suelen tener buen comienzo. El ser humano fiel representación del poder de la inercia demuestra cada primer día de la semana que aún le quedan restos del ritmo pijamero del domingo.
A él el lunes no le afecta porque siempre parece cansado. Lleva «low battery» escrito en el vidrio de los ojos. Si no fuera por su aspecto y su bajo tono vital le llamaríamos emprendedor pero nunca llegará a nada más que empresario. No lleva deportivas ni gorra de béisbol. Su pelo ondulado siempre con una perfecta raya al lado recorta su cara como en un retrato de Van Eyck.
Este lunes estuvo en la presentación de un estudio sobre digitalización patrocinado por Siemens. Un bodrio hasta para él.
Hace tiempo que no tiene relevancia mediática. Intenta compensar la que tuvo su predecesor, toda para mal. Sus formas lo ayudan a ser discreto pero también son su condena, no consigue que nadie le preste la suficiente atención. Las pocas veces que lo ha logrado ha sido a costa de decir sandeces y eso que no son fáciles de descubrir en su discurso monocorde. Se ocultan entre frases sin verbo que no ayudan a la batalla que los asistentes mantienen contra el sueño. Cuando aparecen, cuando te abofetean la sinapsis y se encienden las luces de emergencia del sentido común sabes que están dichas para que sean recortadas, repetidas y pierdan todo el contexto que nunca tuvieron. Están dejadas ahí, en mitad de los sargazos de un discurso vacío solo para crear polémica, para alimentar el ego del señor sin carisma con presidencia de paja. A nadie le interesa la intervención del sucesor de un delincuente en un acto patrocinado con evidente interés comercial. A nadie le interesaría aunque dijera cosas sensatas.
Pero esta vez Rosell quería oírse y verse y pensó que estaría bien arremeter contra la estabilidad laboral. Lo dice como presidente de una institución que en 40 años sólo ha tenido cuatro presidentes. Uno de ellos estuvo 23 años en el cargo y tan solo 3 años el malogrado Díaz Ferrán porque tuvo que dimitir tras la quiebra más que turbia de Marsans en el 2010. Todos los que critican la permanencia en el puesto de trabajo forman parte de cúpulas empresariales, esos próceres que acusan a los demás de agarrarse a su cargo como una garrapata a una fuente permanente de sangre fresca ocupan durante años el mismo puesto sin ningún pudor. El mismo Rosell ya lleva 6 años al frente de la CEOE y el encumbrado por la derecha, César Alierta, se va con 35,5 millones de euros de indemnización después de 16 años al frente de Telefónica.
Pero ellos no entran en el cupo de trabajadores con un contrato temporal e indemnizaciones a 20 días por año porque son imprescindibles.
Imprescindibles para sostener este sistema corrupto lleno de argumentos trampantojos que intentan ocultar detrás de una ilusión óptica de igualdad, protección social y derechos básicos el sistema de clases del siglo XIX. Siglo que supuestamente para el señor Rosell hay que dejar atrás pero que con el retroceso en materia de derechos laborales por las sucesivas reformas laborales lo único que se pretende es volver a él.