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Echenique: operación reenganche
La Marea acompaña durante un día al nuevo secretario de Organización de Podemos, que cree que se ha dejado de lado la construcción de una estructura más pegada a las bases y se propone recuperar la ilusión de los círculos.
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ZARAGOZA / PAMPLONA // Cuando comenta las críticas gruesas que un periódico conservador ha vertido sobre él un día antes, acusándole de acumular cargos al más puro estilo estalinista, Pablo Echenique se compara entre risas con el Profesor X, el personaje que se mueve en una silla voladora y lidera una banda de mutantes en los X-Men. Sin embargo, lo cierto es que él prefiere identificarse con el famoso R2D2, de Star Wars, un androide «bajito» que, «sin hacer ruido», arregla «problemas mientras los demás hacen otras cosas». El nuevo secretario de Organización de Podemos desprende un equilibrio entre la fragilidad y la fortaleza, un contraste entre la suavidad de sus formas y la mordacidad que, en ocasiones, adquieren sus palabras. Su avance lento por los pasillos a lomos de la sofisticada silla de ruedas que le ayuda a trabajar y desplazarse, a la sombra de los muros macizos y centenarios del palacio de la Aljafería, donde se ubican las Cortes de Aragón, dibuja una metáfora bastante precisa de su forma de hacer política.
Este científico de 38 años comienza su charla con La Marea, en un descanso del pleno, confesando una vieja vulnerabilidad. La que aprendió a superar gracias a un blog sobre discapacidad que escribía antes de meterse de lleno en política. «Cuando empecé a tener comentarios negativos al principio me lo tomaba fatal, me afectaba mucho en lo personal. Pero entonces me fui curando, poco a poco, y dándome cuenta de que cuando eres un personaje público siempre va a haber gente que te quiere matar, que te odia, y ante esto tengo dos opciones: me lo tomo a la tremenda o paso de ellos; si alguien me hace una crítica constructiva, entonces sí la acepto», explica. De este modo, Echenique ha aprendido a soportar la presión del día a día en la refriega política. Y es precisamente este estilo el que parece haber ganado legitimidad en la ejecutiva de Podemos, que trata de recuperar el pulso de unas bases que llevan agonizando quizá demasiado tiempo, desde que el aparato fue tomando poco a poco forma, en cierta medida, de partido clásico, enfocado en superar con éxito las cuatro citas electorales que ha vivido en su corta vida. Una «máquina de guerra electoral», como la definió Íñigo Errejón, más centrada en las tertulias que en los procesos de articulación de sus bases, cuya estructura ha acabado estallando en algunos territorios.
Un proceso tranquilo
Echenique abre su jornada en el pleno de las Cortes aragonesas cargando contra el presidente de la Comunidad Autónoma, Javier Lambán (PSOE), a propósito de los “chanchullos” ocurridos en el seno de la empresa pública Sarga. El principal diario regional, el Heraldo de Aragón, recoge esa mañana en portada la tensión entre los dos dirigentes políticos, de los que escribe que últimamente ni se saludan. Echenique confiesa cierto hastío por gastar tiempo peleando por «cosas pequeñas». El desencuentro entre PSOE y Podemos en Aragón es, en estos momentos, casi total. «El problema es que en lo local hay mucho barro, mucha pérdida de tiempo en la espuma», asegura. Los pasillos de las Cortes son tranquilos, poco transitados y, la mayor parte del tiempo, silenciosos. Muy lejos del barullo del Congreso de los Diputados, el palacio parece, por momentos, un refugio.
De pronto, aparece inesperadamente Lambán, quien interrumpe a Echenique. «Como dicen que no nos saludamos y esas cosas…», bromea el líder socialista. El de Podemos le responde con una sonrisa y le suelta un chiste envenenado: «Dicen que no hay gobierno en España porque Rajoy y Sánchez se llevan mal. Y yo me pregunto, ¿qué tendrá que ver una cosa con la otra? Mira nosotros, nos llevamos muy bien pero no dejamos que eso nos afecte en lo político».
No han pasado ni siquiera dos minutos desde que Lambán se ha marchado cuando aparece un pequeño grupo de periodistas que lo engancha e improvisa una pequeña tertulia. Mientras habla, Echenique pulsa constantemente botones de su silla, con los que va recolocando, cada pocos segundos, su postura corporal. En esta ocasión, la conversación gira en torno a las polémicas palabras de Pablo Iglesias sobre el periodismo durante la presentación de un libro en la Universidad Complutense, a finales de abril, en la que citó a un reportero de El Mundo. El diputado aragonés insiste en que el fondo del mensaje de Iglesias fue correcto: “Hay que decirlo, porque si los jefes dejan de presionar el periodismo va a ser de más calidad y por tanto la sociedad va a ser mejor”, defiende, tras lo que denuncia la precariedad de la profesión y la necesidad de un sistema público independiente.
El grupo se acaba disolviendo y Echenique vuelve a quedarse solo. Tiene aún un rato antes de volver a entrar en pleno, momento que aprovecha para profundizar en esta nueva etapa de acercamiento a las bases que parece haber abierto el partido. “Ahora es una opinión de consenso dentro de la ejecutiva. El mismo día en que Pablo le dice al mundo que me pone de secretario también dice que tendremos que tener otra Asamblea Ciudadana y repensarlo todo”, explica. Batir la marca interna de participación en la consulta sobre el apoyo al pacto Rivera-Sánchez ha sido una señal de que los militantes valoran de forma positiva el ascenso de Echenique. Él, fiel a su estilo, matiza que se plantea este “proceso” con “tranquilidad, no en plan revolución”, y bromea: “Cuando Pablo me lo propuso todo el mundo estaba encantado y yo dije ‘mierda, más responsabilidad’”. No cree que los documentos que se aprobaron en el famoso encuentro de Vistalegre, la asamblea fundacional del partido, le limiten. “Hay mucha mitología ahí. Es verdad que algo te determinan pero el papel lo aguanta todo. Más allá de la parte orgánica hay mucha flexibilidad y la prueba es Aragón, donde dentro de ese marco y sin saltarnos nada hemos hecho las cosas de manera distinta”, sostiene, y compara los estatutos de Podemos con la Constitución: “Puedes hacerle mucho caso al artículo que protege del derecho a la vivienda o no. Pues esto es igual, depende mucho del estilo de la persona que ejecuta las acciones, el equipo que tenga y sus motivos políticos”, reflexiona.
Sin embargo, el nuevo secretario de Organización es muy crítico con el “enganche” entre círculos y representantes, que considera “a día de hoy débil”. Trabajar este aspecto, que Echenique llama “hardware” usando un símil informático, se añade a los necesarios cambios de “software”, esto es, “actitudes que han enraizado dentro del partido y que han quedado como cultura de la organización, como el enfrentamiento entre diferentes facciones”. Una pugna entre dos bandos que “al final es todo mentira”, añade justo después, ya que “lo que ocurre es que en un círculo hay un conflicto y sin que tenga nada que ver con lo que esté pasando a nivel estatal cae uno en la tentación de usar ese relato”. “De repente hay un grupo en un pueblo de Aragón que dice ‘a lo mejor nos viene bien ser errejonistas’”, agrega. Para Echenique este reenganche permitiría al partido, además, abandonar “lo burocrático, lo interno”. En este punto también hace autocrítica: “Creo que un poco por cómo nos hemos comportado los cargos orgánicos y públicos, con la suma del tratamiento que han hecho los medios de comunicación, se ha estirado un relato perjudicial hacia las bases”. No obstante, es optimista y cree que las consecuencias de los vicios generados son “reversibles y recuperables”.
Después de terminar la jornada en las Cortes de Aragón, Echenique coge un coche junto a su equipo en dirección a Pamplona, donde “los Pablos”, como ya se refieren en el partido a la pareja formada por él e Iglesias, van a participar en uno de los muchos actos conjuntos que han programado a raíz del inicio de este proceso. Echenique aprovecha el trayecto para trabajar, hacer llamadas internas y coordinarse con otros compañeros. El pabellón deportivo de la Universidad de Navarra les espera lleno de personas de todas las edades, tanto integrantes de círculos de la zona como curiosos que se han acercado a ver a los dos políticos. En estos actos no comparecen Íñigo Errejón ni ninguno de los otros miembros conocidos de la ejecutiva. Sólo los Pablos. Lo cierto es que su unión es la que más conviene en términos internos en estos momentos. Una frase de la presentadora que abre el acto resume a la perfección la combinación que logran: “Pablo Iglesias nos emocionará con sus palabras y Pablo Echenique nos sacará una sonrisa”. La pasión y la bondad, perfil combativo y perfil amable. Errejón y su entorno parecen haber quedado relacionados en el imaginario de algunos, en cambio, con ciertas dosis de cálculo y tacticismo. Y el cambio gusta. Lo explica con sencillez Ángeles Fernández, jubilada del círculo de Burlada, un pueblo cercano a Pamplona, quien se encuentra a la puerta del pabellón detrás de una mesa con pegatinas y folletos: “Echenique es más cercano que el otro [en referencia al anterior secretario de Organización, Sergio Pascual] y va a conseguir que esto suba de nuevo y coja fuerza”.
Con los cordones a medio atar
Pablo Iglesias comienza su pequeñísimo discurso –”no quiero soltar una chapa”, dice, huyendo del tono mitinero– comparando el tándem que hace con Echenique con Faemino y Cansado, Batman y Robin, Serrat y Sabina. “O como un jedi y R2D2”, bromea Echenique, que llama “jefe” a Iglesias. El secretario general se pregunta de manera retórica por la “poción mágica de Podemos”. «Algunos han querido ver en Podemos una suerte de astutos maquiavelos, y a veces en un exceso de narcisismo incluso nos lo creemos, nos creemos que somos muy listos y que debatimos mejor que los adversarios, y que la clave de todo es ganar un debate en televisión o tener mejores argumentos, cuando en realidad la poción mágica sois vosotros y vosotras, es la gente», reivindica el secretario general. Los asistentes están sentados formando un semicírculo en torno a los dos ponentes. “Entendí que había que hacer ciertos cambios organizativos en Podemos que sirvieran para que estuviéramos más cerca”, reconoce. “La clave de Podemos no es su secretario general ni siquiera su todopoderoso nuevo secretario de organización”, continúa, hasta que, en este punto, es interrumpido por los aplausos.
Cuando Echenique toma la palabra incide también en los cambios, aunque se muestra conciliador en todo momento con el trabajo hecho hasta ahora. “El primer paso para arreglar las cosas es identificarlas, y creo que es evidente que en esta época frenética no hemos tenido tiempo de dedicarnos a cuidar otras partes de nuestro trabajo, que tienen que ver con lo organizativo”. “Ahora toca ponernos a arreglarlo, callados, tranquilos y despacito, como R2D2”. Sin revoluciones ni impugnación de la etapa anterior. La intención es cerrar heridas sin abrir otras. “Creo que no estamos haciendo las cosas bien cuando los debates se vuelven más broncos”, agrega. Y, una vez más, Echenique, que ha bautizado su plan de reenganche como “Atarse los cordones” vuelve a destacar el contraste entre su fragilidad y su fortaleza cuando explica por qué ha elegido ese nombre. “El primer motivo es por la frase famosa de Íñigo de que lo que hemos hecho estos años ha sido correr mientras intentábamos atarnos los cordones”, comienza. “El segundo es porque, es algo evidente, atarme los cordones es algo que yo solo no puedo hacer, y por tanto os necesito a todos y a todas”, añade, levantando un fuerte aplauso entre el público.
Podemos, en los actos de los Pablos, se parece más a lo que el partido prometía ser en un principio, algo parecido al instrumento político del 15-M. Probablemente haya nuevas elecciones y quizá por eso Iglesias recupera por un momento un tono de campaña cuando reivindica que “votar con ilusión y no cabreados es fundamental”. “Van a caer chuzos de punta”, dice en alusión a la presión mediática. “Pues espaldas anchas y una sonrisa porque vamos a ganar”, concluye. El cambio de estilo interno, ¿no será un simple movimiento táctico? ¿Se trata de un convencimiento de Iglesias? Horas antes, en el palacio de la Aljafería, Echenique lo tenía claro: “Sí, sí, creo que sí, porque además es mejor. Si nos dimite todo el consejo ciudadano de Salamanca, si hay no sé qué no sé dónde… al final cooperar y quererte es lo más eficaz. En Aragón lo hemos demostrado”.