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Y día 8. El buen samaritano o el deber de los Estados

Gracia Maqueda, una trabajadora social sevillana, viaja a Lesbos junto con otras cuatro personas más para ayudar a los refugiados in situ y denunciar el cierre de fronteras. Hoy publicamos su última jornada en la isla griega.

Quién dijo que todo está perdido… Vengo a ofrecer mi corazón… Hoy es nuestro último día en Lesbos. Nos hemos puesto a trabajar ordenando ropa de nuevo en la gran nave que en las afueras de Mitilene tiene el proyecto Atika. Queremos pasar este día haciendo lo que solemos hacer en Lesbos y para lo cual habíamos venido: echar una mano y denunciar.

Y hablando de denuncia, ayer tuvimos un día duro en la isla. Aunque unas más que otros, claro… Junto con activistas y miembros de algunas asociaciones planeamos una serie de acciones pacíficas para llamar la atención del papa durante su visita a Lesbos. Nuestro objetivo era que hablara con nosotros, con los cientos de voluntarios que, de forma individual o desde el asociacionismo, trabajan cada día con los refugiados y refugiadas… Era una meta simple y muy complicada a la vez.

Un grupo de activistas tenía que desplegar una pancarta enorme, donde se le pedía al Santo Padre que vive en Roma que nos escuchara por un rato, que queríamos contarle la realidad cotidiana de los campos, el drama humano que nos llena de rabia y desesperación al ver a otros seres humanos desarraigados de su tierra, completamente desconocedores de su futuro.

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Podríamos haberle hablado de la restricción de movimiento en el campo de Moria, de los macarrones casi diarios del campo de Kara-Tepe, de la desesperación de los casi 400 hombres «hacinados» en el campo de No border the kitchen, de las personas con discapacidad que esperan saber qué ocurrirá con ellas en el campo de Pikpa… de las risas inocentes y contagiosas de los menores en el campo del Pireo…

Santidad (me decía ayer a mí misma con la esperanza de que accediera a nuestra solicitud), venga con nosotros al vertedero de la vergüenza en Molivós, venga al cementerio aquel que vimos entre los oscuros olivares… Salude a los tres jóvenes iraquíes licenciados universitarios en su país que esperan su confirmación de asilo, tome en sus brazos a la pequeña niña de dos meses que llegó a Lesbos en una balsa cuando sólo tenía 12 días.

A cambio de la esperada entrevista, Alba, una compi de nuestra brigada, fue retenida en una comisaría griega durante tres horas con otras tres españolas y una chica búlgara. Recibieron un trato correcto aunque intolerablemente machista por parte de los agentes. A cambio de unos minutos de atención del papa, la Policía nos «rodeó» a Sofía, Cristina y a mí cuando en el puerto de Mitilene sacamos una pancarta donde le pedíamos a Francisco que condenara el acuerdo de la vergüenza entre la UE y Turquía.

El papa ha leído un lindo discurso aquí, en Lesbos. Ha dicho a los refugiados que no están solos. Que están con ellos cientos de buenos samaritanos que somos los voluntarios. Santidad, no he venido a Lesbos por caridad. He venido porque mi conciencia me lo pedía a gritos desde el sillón de casa, desde donde cada día veía las noticias. He venido para pedir justicia, para ayudar, para consolar (y ser muchas veces consolada), para DENUNCIAR con mi presencia y nuestro trabajo diario como el de hoy la situación de total vulnerabilidad de sus derechos humanos que sufren miles de refugiados en Grecia.

Y para solicitar que sean los Estados los que dejen de financiar la guerra en Siria vendiendo armamento a las partes en conflicto, que sean los Estados los que abran un paso seguro (un corredor humanitario) para los refugiados, que sean los Estados los que organicen oficinas de registro y trámite de las solicitudes de asilo, que sean los Estados los que ayuden a reconstruir Siria (controlando y fiscalizando a las empresas constructoras). Que sean los Estados los que cumplan y hagan cumplir la declaración de los derechos humanos, la convención de Ginebra y todas las leyes de protección hacia los migrantes y refugiados.

Santidad, señor papa, Francisco… No somos buenos samaritanos… ¿Lo es usted? ¡¡Ay, sí, se me olvidaba, que se ha llevado al Vaticano a tres familias de refugiados…!!

Nos vamos de Lesbos. Tengo la sensación de haber hecho algo que me llena de emoción y paz conmigo misma. Nos llega la noticia de que los migrantes buscan nuevas rutas para venir a la «Europa de las personas». En menos de tres días 6.000 de ellos han llegado a Italia huyendo de sus países en conflicto. Y Europa les acogerá en nuevos campos de refugiados.

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Y seguirán viniendo, buscando rutas alternativas, haciendo ricos en su huida a las mafias que han vendido su alma al diablo del dinero, arriesgando sus vidas, cansados, desolados, rogando por caridad a esta moderna Europa algún lugar para ellos y ellas.

Y de nuevo serán recibidos por mucha gente solidaria. Por el pueblo que se organiza en su ternura para con otros pueblos. Por nosotros y nosotras, que seguiremos pidiendo dejar de ser buenos samaritanos y arrancar de los Estados el compromiso de que cumplan las leyes para alcanzar y mantener la garantía de NO REPETICIÓN de este gran desastre humanitario que se vive hoy en Lesbos. Doy las gracias con todo mi corazón a Cristina, Alba, Kike, Sofía y a todas las personas que desde España han seguido estas crónicas en La Marea.

Día 1. El Pireo sí existe

Día 2. Qué bien estar en Lesbos

Día 3. Los elefantes y los pueblos de Europa

Día 4. El vertedero de la vergüenza. El cementerio de los olvidados

Día 5. Del campo de Moria a los chupa chups de Pikpa

Día 6. Las lágrimas azules

Día 7. La reunión y las vestiduras blancas del papa

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