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Día 3. Los elefantes y los pueblos de Europay
Gracia Maqueda, una trabajadora social sevillana, viaja a la isla griega junto con otras cuatro personas más para ayudar a los refugiados in situ y denunciar el cierre de fronteras. Durante una semana, escribirá en La Marea su testimonio.
Dice un dicho hindú que cuando dos elefantes pelean, la que sufre de veras es la hierba que pisan. Algunos (¿los malos?) ponen bombas en aeropuertos europeos. Otros (¿los buenos?) gasean, también en tierras del continente. Siempre sufre el pueblo. Esto va por el bebé que ha sido asesinado en la frontera con Macedonia.
Entre frondosos pinos, acacias blancas, adelfas y flores multicolores se encuentra un campamento de cabañas de madera, donde los jóvenes griegos pasan temporadas en verano. Desde hace unos tres años se ha convertido en el campo de refugiados de Pikpa. Allí viven unos 80 refugiados, gran parte de ellos considerados «de alta vulnerabilidad». Se trata de personas con discapacidad (en silla de ruedas, con muletas…), familias con muchos hijos e hijas, mujeres solas, personas mayores…Vienen desde Siria, Paquistán, Etiopía, Costa de Marfil, Argelia… y están atendidos constantemente por la asociación Lesbos solidarity.
Organizado perfectamente, cuenta con una cocina, sitios de aseo personal, sala de estar (donde las mandalas de colores empapelan las paredes) y hasta con un jardín-huerto ecológico en el que trabajan voluntarios/as que reciclan latas, tubos… Nos ha sorprendido el grado de compromiso de los voluntarios de esta asociación y su buena organización: «Todos los campos deberían estar así», nos dicen. Y tienen razón.
Hemos hecho una importante donación (la primera desde que llegamos) a Lesbos solidarity, y mientras hacíamos entrega del dinero a Julie, la representante de la organización, me he emocionado al pensar en los cientos de personas que han confiado en esta brigada aportando su dinero (para mí su energía) y su confianza… Después… ¡¡¡a trabajar!!! Necesitaban manos para clasificar y doblar ropa de donaciones. De nuevo, nuestras manos han seleccionado hoy en Pikpa prendas de mujer. Sólo manga larga y ropa hasta por debajo de la pelvis. Ropa para mujeres árabes que, de vez en cuando, aparecían por el techadito en el que estábamos trabajando y se llevaban algo para ellas y para sus hijas, dando las gracias siempre.
Allá adonde vamos nos encontramos con activistas voluntarios de todas partes del mundo. Hoy, en el campo de Pikpa hemos hablado con alemanes, austríacos, belgas… y españoles. Pau es un activista que nos ha contado la historia de Ahmed, un argelino de 35 años al que un grupo fundamentalista le arrancó todos los dientes por haberse convertido a otra religión en Argelia. Su historia es tan estremecedora que es para contarla muy despacio y de forma independiente a otras historias. Y aun así yo no sé si yo podría contarla sin emocionarme profundamente. Pau está pensando en crear un crowdfunding para ponerle los dientes a Ahmed, que vino a presentarse y que nos sonreía con pudor con su boca desdentada… pero nos sonreía…
Y luego está Daniel. Un sevillano q vive en Vallecas y que lleva aquí dos semanas. Todas las noches se queda en la playa, esperando la llegada de balsas. Cuenta anécdotas sobre los refugiados: de lo ateridos y aterrorizados que llegan después de la travesía por mar, de la mirada perdida de los niños/as cuando los voluntarios los cogen para quitarles la ropa mojada y cambiársela por prendas secas, del agradecimiento de sus padres y madres cuando ven a sus hijos secos y menos asustados…
Esta noche también nos quedamos en la playa. Esperando, como ayer, alguna balsa desde Turquía. Hemos decidido imitar a Daniel y pasar las noches que nos quedan en Lesbos en la costa. En la fogata que encienden los activistas de diferentes partes del mundo, entre cafés calientes para combatir el frío, haciendo turnos para descansar algo en el coche, enseguida llega la mañana, y con ella se asoma el sol por primera vez en tierras de Europa. La Europa de los pueblos.
Día 2. Qué bien estar en Lesbos