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Leo Bassi: “Quien puso la bomba en el teatro Alfil sigue libre”

Diez años después de sufrir un intento de atentado por su obra La Revelación, el cómico y agitador reflexiona sobre la ultraderecha española, la libertad y la injusticia.

Conocí a Leo Bassi en febrero de 2006, hace ahora diez años. El conocido bufón, como le gusta denominarse a sí mismo, invitó a un grupo de periodistas a lo que bautizó como Viaje a lo peor de Madrid a bordo del BassiBus. Un entretenido recorrido por algunas de las peores vergüenzas de la capital de España y que coincidía con el espectáculo La Revelación, en el teatro Alfil, una oda al laicismo plagada de denuncias en su habitual tono excesivo y caricaturesco. El periplo del autobús no gustó a muchos: durante todo el recorrido fuimos hostigados por jóvenes de un grupo ultraderechista que nos esperaban a cada parada con bocinas, insultos y banderas preconstitucionales. Toda una experiencia religiosa.

Leo era, ya entonces, mucho más que un bufón: un auténtico agitador social. Pero a pesar de la hostilidad con la que fueron recibidos tanto el montaje teatral como el BassiBus, e incluso a pesar de las amenazas de muerte que recibió, nadie esperaba que la cosa fuera tan lejos: apenas un mes después de aquel encuentro con periodistas, un hombre colocaba una bomba casera en su camerino del Teatro Alfil. El objetivo era que explotase en plena representación, con la sala llena. Y así hubiera sido de no haber sido hallado por un vigilante de la sala, que vio al terrorista escapar y pudo apagar la mecha a tiempo.

Han pasado 10 años desde aquel intento de atentado. ¿Cómo recuerda aquel día?

Lo recuerdo perfectamente. De hecho, esta semana he pensado en ello cada día. Fue algo muy impactante. Imagínate: ser objeto de un atentado. Algo terrible que tanto yo como mi familia vivimos con mucho miedo. Tuve incluso que pagarme un guardaespaldas de mi propio bolsillo.

Y a día de hoy, aquel acto sigue impune…

Así es. Diez años después no se han encontrado culpables. No sé qué tipo de investigación ha hecho la policía. Durante varios meses llamaba para saber si había novedades en la investigación, y me decían que era secreto de sumario. Actualmente seguimos en el mismo punto, con la sensación de que quien hizo aquello sigue caminando libremente por la calle y sin consecuencias. Nadie me ha vuelto a llamar.

Los medios hablaron de un «artefacto casero», pero se trataba de una bomba en toda regla…

Desde luego. Era un tubo del tamaño de una botella de vino que contenía un polvo gris, del que los Tédax me dijeron que era una mezcla con aluminio. Y adosada, una botella de agua mineral de un litro y medio con gasolina, Los agentes me dijeron que había sido preparado por alguien que sin duda sabía lo que hacía. Y que su intención era hacer mucho daño. Podían haber prendido fuego a todo el teatro.

Hubo amenazas, manifestaciones e incluso pintadas de ‘Viva Cristo Rey’ en la puerta del teatro. Por un momento parecía que nos hubiéramos trasladado a otra época.

Fue una persecución constante. Cuando se habla de escraches, he de decir que yo los sufrí en mis propias carnes por decir lo que pienso en una obra de teatro. En alguna ocasión, incluso antes de la colocación de la bomba, tuve que quedarme a dormir en el interior del Alfil por miedo a salir solo de noche. Pero me quedo con la inmensa valentía de la gente del teatro, que me apoyó sin dudarlo.

No acabaron ahí sus problemas. En 2011 se enfrentó a una querella por disfrazarse de papa y repartir condones.

Sí. Aquello ocurrió durante una conferencia en Valladolid. Estaba explicando precisamente en qué consistía esa persecución, para lo que se me ocurrió utilizar el disfraz. Y se querellaron contra mí por herir la sensibilidad religiosa. En el fondo, hablamos de la misma gente que nos acosó durante aquel viaje en autobús, de la misma que hizo aquellas pintadas en el teatro… y también de la misma que ahora se está relacionando con organizaciones ultrarreligiosas como el Yunque, de la que estos días se está hablando bastante. Hay paralelismos entre todo ello.

¿Por qué cree que se dan este tipo de reacciones en España, y no en otros países a los que ha llevado sus espectáculos? En su momento lo denominó ‘La enfermedad española’…

Es curioso. En lugares de raíz tan católica como Italia, donde la Iglesia cuenta con un gran poder, no ocurren estas cosas. Creo que en España se vive todo de una manera muy visceral y pasional. Es algo que también es positivo, por ejemplo en el ámbito cultural. Pero en lo que tiene que ver con el catolicismo hay algo muy oscurantista y cerrado. Podríamos pensar que es fruto del franquismo, pero realmente creo que viene de mucho más atrás y está relacionado con una cuestión cultural.

Volviendo al presente, ¿cómo ve la situación política que vive el país?

Esta misma semana puse un tuit en el que daba la enhorabuena a los españoles por tener un Parlamento tan plural y representativo de la sociedad. En otros parlamentos de Europa hay discusiones muertas, y a la gente de la calle le importa un pepino lo que pase en su interior. El de España es un Parlamento fiel a la sociedad española, que se mueve en muchas direcciones diferentes. Y al mismo tiempo, hay una sensación general de confusión.

¿Qué opina de unas hipotéticas nuevas elecciones?

Tengo cierto miedo. Creo que hay mucha gente que, ante esa confusión, opta por lo que entienden que es una mayor estabilidad. Incluso aunque esta pase por votar a partidos corruptos que han robado a todos los ciudadanos. Pero esa estabilidad no es tal. Al menos, no a nivel global. Yo viajo mucho por el mundo, y siempre que vuelvo a Europa tengo la sensación como de volver al barrio pijo. Toda Europa es como un barrio de Salamanca. Con sus muros para evitar que entre gente de fuera que lo ensucie. Pero algo tiene que cambiar, y en ese sentido creo que la gente tiene que ser valiente. El neoliberalismo no ha dado soluciones a los problemas de la gente.

Por último, ¿cómo va la Iglesia Patólica? ¿Sigue dando misas los domingos?

¡Sí! Y es algo maravilloso. Una de las cosas que más me gustan de todo lo que he hecho, porque da lugar a un intercambio de opiniones muy interesante, a muchas discusiones… Hay muy buen rollo. Desde luego no es algo que haga por lucro: el cepillo apenas da para pagar el alquiler del local. Pero es muy interesante. Creo que es fundamental que, como sociedad, superemos el monoteismo en favor de una espiritualidad más humanista y conectada con la naturaleza.

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