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Los medios también fabrican criminales

La pieza de Antena 3 es el paradigma de cómo las televisiones y periódicos pueden crear delincuentes sin el más mínimo rigor periodístico

“Nuevo escándalo protagonizado por el Ayuntamiento de Madrid”. El presentador del telediario de Antena 3 empieza fuerte, preparando al espectador, que mira la televisión seguramente mientras come o descansa en el sofá de su casa, para el nuevo episodio de Manuela Carmena y los suyos. ¿Qué habrán liado ahora? “Verán”, continúa, cómplice con el espectador, el periodista, que gesticula y entona dramáticamente cuando cita a los menores: “El carnaval infantil ha acabado con gritos y con llantos de decenas de niños”.

Decenas de niños sufriendo. La escena parece dantesca. ¿Pero qué ha pasado? El presentador no usa en ningún momento la fórmula “según algunos padres”, ni ninguna otra que pueda poner en duda que la versión de los hechos que manejan -ya que no los han presenciado de primera mano- se ajuste a la realidad. Por lo visto, la compañía de títeres “ha comenzado a ahorcar a muñecos que representaban a monjas y a jueces, también a una mujer embarazada. Pero es que además ha habido proclamas a favor de ETA. Hay en total dos detenidos”. La afirmación de que “ha habido proclamas a favor de ETA” es muy grave, ya que, además de falsa, se trata de una acusación directa, por parte de Antena 3, de un delito: el de enaltecimiento del terrorismo.

La obra La bruja y Don Cristóbal, según explican desde el sindicato CNT Granada, donde se estuvo preparando y fue estrenada, no va de ahorcar muñecos de monjas ni de lanzar proclamas a favor ETA, pese a que sí hay muertes y uno de los personajes -el juez- fallece ahorcado. Así presentados los hechos parece que no hay guión y todo se reduce a una performance sangrienta. Pero el asunto es más espinoso: la acusación de enaltecimiento del terrorismo no puede estar más manipulada. Según lo narran Antena 3 y otros medios pareciera que los organizadores desplegaron una gran pancarta sobre el escenario y comenzaron a lanzar proclamas. Es un policía, personaje de la obra, quien saca un pequeño cartel en el que se lee “Gora Alka-ETA” a modo de parodia de los grupos terroristas ETA y Al-Qaeda, para ponerlo al lado de la protagonista -la bruja- y poderla acusar de terrorismo. Exacto: la obra denunciaba la manipulación de la que sus creadores han sido víctimas.

Veamos la escena concreta en la que aparece la temida pancarta (no se oyen llantos de niños, por cierto):

La pieza de Antena 3 es el paradigma de cómo los medios pueden crear delincuentes sin el más mínimo rigor periodístico. Y más aún cuando de lo que se trata es de derribar a un contrincante político -en este caso la alcaldesa Manuela Carmena- que incomoda a ciertos sectores económicos -dueños o aliados de los principales medios de comunicación en España-. Pero la cadena no ha sido la única que ha obviado el «Alka» y ha reseñado una pancarta en la que se leía supuestamente, a secas, «Gora ETA», fuera además del necesario contexto. Sin irse a la caverna mediática, la mayoría de los medios ha acusado a los titiriteros de delincuentes, sin presunción y sin citar a las fuentes de lo que narraban.

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La lista es interminable. Desde los medios se convirtió la sátira -la cuestión de la conveniencia de que la vean niños es un debate, no un delito- en enaltecimiento del terrorismo. Lo que da impunidad absoluta para que un juez, digamos conservador, que fue inspector de Policía durante los últimos años del franquismo y al que fuentes judiciales definen como «uno de los preferidos de la Policía», pueda mandar a prisión a dos inocentes -porque lo son hasta que se demuestre lo contrario- sin pasar por un juicio. Lo destacan los propios abogados en sus alegaciones: «Quizás resulte innecesario, mas no superfluo, recordar en primer lugar el criterio de excepcionalidad que debe regir la imposición de la prisión provisional. Y es que, en puridad, la medida de prisión provisional supone privar de libertad a un inocente. Desde esta perspectiva, la regla general es la libertad, y no la prisión.»

Llevan ya tres noches encerrados. Los medios de comunicación -o eso enseñan aún en las facultades de periodismo- tienen la obligación de ser críticos con la versión oficial de los hechos, ir más allá, pero en este caso, como en muchos otros antes, se han convertido en un auténtico brazo político y han sentado un precedente muy peligroso: el de criminalizar la sátira, lo que provocará, seguramente, autocensura. A todo esto cabría preguntarse aún: ¿Qué tienen que decir las asociaciones de la prensa? ¿Éste es el periodismo del que tenemos que sentirnos orgullosos los propios periodistas?

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