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“El IBEX estará más contento con la Hacienda catalana que con la española”
El diputado del Parlament Albano Dante alerta de que el cambio de caras del Gobierno catalán disfraza un afán continuista con las políticas de Convergència
Albano Dante (Bahía Blanca, Argentina, 1976) obtuvo reconocimiento al enfrentarse al establishment de CiU en un sector clave como es el de la sanidad. Desde las páginas de la revista Cafè amb llet, mano a mano con la también periodista Marta Sibina, desgranó su privatización creciente y la corrupción que acompañaba a este proceso. Tras dar el paso a la política en las últimas elecciones catalanas y convertirse en diputado de Catalunya Sí que es Pot, Dante trata de abrir en el conflicto independentista un camino, el del referéndum pactado con el Estado, que algunos dan por imposible -«los de la unilateralidad», en sus palabras- y otros por inaceptable -«los inmovilistas»-.
¿Cómo valora la figura del nuevo president, Carles Puigdemont?
Bueno, él sigue siendo un señor de Convergència, esto está claro. Obviamente habrá que ver por dónde va. Como perodista ya conocía a Puigdemont en su actividad como alcalde. Lo último que escribí sobre él fue acerca de su gestión del agua en Girona, una noticia que provocó una contestación social muy fuerte, incluso por parte de la CUP, que está en el gobierno municipal. Había una colección de arte que el Ayuntamiento quería comprar y lo hizo con un préstamo a través de una de las empresas que gestionan el agua. La cuestión es que el recibo del agua se encareció porque había que pagar la colección de arte.
¿Cree que hay continuidad con el anterior gobierno «convergente»?
Los consellers peor valorados de la pasada legislatura, Boi Ruiz y Felip Puig, uno por privatizador y otro por represor, ya no están. Eran dos de los grandes vetos de la CUP, pero un gobierno que quisiera dar una imagen diferente no podría contar con ellos de todas formas. En sanidad han puesto a Toni Comin, quien el otro día hizo unas declaraciones alabando la herencia de Boi Ruiz. Son listos: ponen a Comin y ahora parece que nos olvidaremos de todo, pero en poco tiempo ya ha salido alabando la “gran herencia”. Ya lo veremos, pero sí veo trazas de continuismo.
¿Cómo valora el papel de la CUP en las negociaciones y el acuerdo al que han llegado?
Es verdad que la CUP se ha visto en una situación muy compleja. Se ha escuchado de todo: desde «qué gran compromiso con el país» a «malditos traidores». A ellos les ha tocado jugar un papel determinado. En una entrevista a [el diputado de la CUP] Benet Salellas le apretaban en ese sentido, le decían que habían transigido, claudicado. Ellos hacen una apuesta estratégica y admiten que tal vez es errada. Tendremos que verlo. Obviamente nosotros defendemos que se abrían otros caminos. Por ejemplo con las elecciones se abrían escenarios muy ricos para explorar, sobre todo en cuanto a resultados de Convergència.
Pero el conjunto del independentismo parece que lo veía menos claro.
Alguien lo podía entender como que en la CUP tenían que elegir entre claudicar por aquí o claudicar por allá. Yo entiendo la encrucijada con la que se han encontrado. Son compañeros de lucha y a muchos de ellos les conozco desde hace años, de trabajar juntos contra lo que hacían Boi Ruiz o Felip Puig. Esto no hay que perderlo de vista. No comparto eso de que son unos traidores. Ahora, tampoco comparto el camino que han elegido. Creo que los había mejores.
¿Qué sensación le dio Puigdemont en la entrevista que le hicieron la semana pasada en TV3? Admitió que probablemente el procés podría alargarse más de los 18 meses estipulados.
La campaña electoral de JxSí fue muy emocional. No es que esté mal, pero el mensaje era: votad esto y en 18 meses nos vamos. Incluso [el líder de ERC y vicepresidente de la Generalitat, Oriol] Junqueras, llegó a decir nueve. Se trasladó esa ilusión. Fue la campaña del desconectemos, del ya estamos hartos, del se acabó. [Raül] Romeva ha dicho lo mismo: «Oye, si no son 18 meses la gente sabrá entender». Es verdad que nadie sabe cómo se hace esto porque nunca nadie lo ha hecho, de acuerdo, pero venimos de una campaña en la que a cualquiera que se atrevía a cuestionar, ya no el plan, sino que fueran 18 meses, casi se le crucificaba. Yo no me quejo de que lo estén enfriando, es su estrategia. Me parece más grave cómo fuimos a las elecciones, con un relato binario que nosotros rechazamos siempre.
De hecho a Catalunya Sí que es Pot este escenaro le perjudicó mucho, no se podían defender matices.
Eso se va a comprobar. No nos gusta el papel del “yo ya lo dije” pero la fuerza de gravedad es la fuerza de gravedad. Puigdemont también dijo en la entrevista que esta legislatura no habrá declaración unilateral de independencia. Y claro, la entrevistadora citó el programa electoral, y él respondió que en el programa no figura. Pero insisto: el ambiente de campaña con el que se nos machacó fue que éste era el voto de nuestra vida. El relato era ese. Puigdemont ya no habla de desconectar. Hay un término, el de «procesismo», que define una manera de estar, de continuar estirando el chicle. Así que tenemos un gobierno bastante «convergente» y unos meses por delante en el que ir tirando y gestionando detallitos. Al final tienen el muro del Estado.
Pero Catalunya Sí que es Pot y su planteamiento de referéndum también chocan contra un muro, que es la Constitución y su blindaje de la unidad de España. ¿Cuál es el plan?
Tenemos claro que la cuestión de hacer un referéndum no es sencilla.
Pero es que no tendría efectos legales.
Bueno, Íñigo Errejón hablaba el otro día del artículo 92, que es el que permite la celebración de referéndums en las comunidades autónomas si el Estado lo permite. Siempre se ha defendido el referéndum, más allá de que sea vinculante o no, como herramienta política para abordar un problema político. Lo que no se puede hacer es refugiarse en la Constitución y mirar para otro lado. Lo que nosotros proponemos es buscar herramientas que no sean ni las de los que quieren desconectar ni las de quienes dicen que aquí está la ley y no se puede quejar nadie. ¿Es fácil? Pensamos que no.
Aun así, en ningún caso podría materializarse la independencia de Cataluña según el marco legal actual.
Bueno, el primer paso es reconocer a Cataluña como sujeto político que decide sobre aquello que cree que es lo mejor. Habrá que buscar la manera de hacer un referéndum en el que quien considere que Cataluña tiene que tener un Estado independiente se pueda expresar. Después sí que viene la batalla política y aquí por ejemplo Podemos a nivel estatal plantea el referéndum como una lucha para que Cataluña se quede. Insisto, la Constitución está ahí, pero bueno, las constituciones se cambian, se interpretan… Un líder español que confíe en su proyecto no tendría que tener miedo a ponerlo a discusión. Y es lo que se ve, el miedo. Y de hecho, si se mira el resultado de las plebiscitarias, tal y como se plantearon, habría ganado el no.
Consideran que es la única opción posible.
Sabemos que el referéndum es difícil, pero la desconexión, lo de poner unas aduanas, ¿dónde? ¿En Lleida? Alguien puede tener muchas ganas de que los impuestos se recauden y se queden aquí, muy bien. Ahora , ¿cómo se hace? ¿Si se recauda el dinero y no lo pasa allí vendrá la guardia civil aquí o qué pasará? Incluso si ésta es la idea, la de que cuando venga la guardia civil se pondrá a los mossos d’esquadra delante para que no los dejen pasar, bueno, que se explique. Se ha de poner sobre la mesa lo que significa la ruptura. Se lo planteaban en la entrevista a Puigdemont. Cuando tenga la hacienda catalana lista y se pida a los catalanes que le paguen a ella, ¿la gente qué tiene que hacer? ¿Qué tienen que hacer los funcionarios en el momento en que haya que obedecer una legalidad u otra? Esto no se explicó en la campaña electoral y no se está explicando ahora. No vamos a aceptar que un referéndum es imposible cuando hay gente que nos habla de desconexión. En todo el Estado están ganando fuerzas que lo defienden. Obviamente, quien espere que éste se produzca en el plazo inmediato… Nosotros nunca hemos dicho eso. En cambio, ellos sí han dicho que en 18 meses estaría todo listo. Hombre, no hay que engañar.
En una entrevista hace unos meses en El Periódico denunciaba que «la única soberanía que defiende CiU es la del IBEX 35”. ¿Cree que esto es aplicable a JxSí o es diferente?
Lo del IBEX 35 es polifacético. También dije otra cosa, que CiU no era un partido soberanista, sino antisoberanista. Aquí se hace mucho la división entre quien es soberanista y quien no, y es una torsión del concepto. Un partido que apoya el TTIP no lo es. ¿Cómo se puede llamar soberanista a una formación que trabaja en un proyecto que quiere quitar soberanía a este Parlamento? Aquí encontramos esa esquizofrenia. Una cosa es hablar de soberanía y otra verla en detalle, como en el tema de la sanidad. Es antisoberanista dedicar dinero público de la sanidad a empresas privadas. No sé si Capio está en el IBEX, pero cuando decimos IBEX nos referimos a los poderes económicos.
¿Cree en cualquier caso que esta dependencia es aplicable también a JxS?
Es verdad que el IBEX no está muy contento con esta situación. Lo está de momento más con el inmovilismo que con el unilateralismo. En este sentido, decir que JxS defiende los intereses del IBEX no sería un buen análisis. A éste le molesta la inseguridad jurídica, pero por otro lado, llegado el momento, se adaptará. Yo si fuera del IBEX y mirase con detalle el plan de tal y como nos presentan la república catalana, no tendría mucho miedo. El IBEX estará más contento con la hacienda catalana que con la española. El plan de hacienda catalana que tenemos… primero, lo han deseñado PwC, Deloitte y KMPG, tres de las cuatro grandes. Esta gente no diseña algo que ponga en cuestión el sistema. Si al IBEX no le gusta la unilateralidad es por una cuestión, digamos, práctica. Con hechos consumados es otra cosa. Con los recortes, en Cataluña se fue por delante de las políticas de austeridad con respecto al resto del Estado. Cuando ves el modelo de sociedad que defiende una gran parte de JpSí, ves que está incluso por delante de la derecha del resto del Estado, porque es más moderna. Se aplica la modernidad neoliberal.
Desde Cafè amb llet ha investigado el sector sanitario. ¿Qué valoración hace de esta etapa?
En la rueda de prensa previa al acuerdo entre JpSí y la CUP, Artur Mas dijo que no iban a permitir que estos hiperrevolucionarios de izquierda les vinieran a cuestionar cosas tan bien hechas como el modelo sanitario catalán, la colaboración público-privada. Obviamente el pacto y el no pacto eran una cuestión en clave nacional pero también de clase. La convivencia público-privada es muy difícil enfrentarla. Ellos dicen que el sector es público pero hay gente con ánimo de lucro no sujeta al control del parlamento. Creo que es un tema que tendría que poner a prueba el pacto de estabilidad firmado por la CUP.
¿El haber elegido algunas caras de supuestos independientes puede provocar un cambio?
Hemos visto a Toni Comin, que es un tipo con un perfil más progresista, un poco la bandera junto con Romeva para decir que esto era algo transversal, que aquí también había gente de izquierda. Este señor era socialista. Son señuelos. Tenían que hacer algo con consellería de Salud, porque es muy importante y veníamos de un tipo nefasto. Boi Ruiz [el anterior conseller] no era nada simpático, por decirlo de alguna manera. Comin no viene de la sanidad, pero bueno, es un cargo muy político. El problema es que cuando miras los técnicos dudas del cambio. El director del CatSalut, David Elvira, sí que sabe del tema sanitario, concretamente de la defensa de la llamada nueva gestión pública, la colaboración público-privada. Veremos. Les vamos a dar cien horas de cortesía.
A En Comú Podem le ha ido mucho mejor que a Catalunya Sí que es Pot. ¿Pablo Iglesias y los suyos han aprendido la lección y han dado más independencia a sus aliados catalanes?
Es un proceso de aprendizaje para todos. Los partidos tienen como objetivo ser un fiel reflejo de la sociedad. No hemos cambiado de discurso, es muy coherente lo que se dice. Más bien ha sido cuestión de ir aprendiendo. Lo hemos hecho y buena prueba de ello es el pánico que le tenía Convergència a unas nuevas elecciones autonómicas. Es verdad que las autonómicas y las generales son escenarios diferentes, pero se veía nuestra progresión no sólo en la capacidad de articular una propuesta, sino también ante la situación que vivimos, en el hecho de que cada vez más gente se plantea nuestra opción. Ellos lo veían venir, por eso se ha llegado al pacto actual.
Otro signo de esto es la pelea de Iglesias para que tengáis grupo propio, o la línea roja del referéndum marcada para las negociaciones de investidura. También se está haciendo mucha incidencia en la clave plurinacional.
El otro día un periodista me lo planteaba como que se estaba presionando mucho desde Cataluña para que Pablo hiciera ciertas cosas. Yo no lo creo, porque si de verdad uno escucha lo que dice, ve que no es una concesión a los catalanes, es una concepción de cómo tiene que ser el Estado, una solución a una constitución obsoleta. Yo creo que si de verdad nos creemos lo que estamos diciendo, que como realidad plurinacional hay que dar un paso, entender lo del referéndum es vital en nuestro proyecto político.
Ha sido muy crítico con el ecosistema de medios de comunicación catalán. ¿En qué estado se encuentra la pluralidad mediática?
Fatal. Igual que en el resto del Estado, tenemos un problema con los medios de comunicación públicos. Lo he dicho muchas veces y me ha valido muchas críticas. Claro, comparado con cosas como Telemadrid o Canal Nou… es verdad que TV3 no ha llegado al mismo nivel. Pero eso no tiene que servir para ignorar los problemas. El otro día me quejé de una tertulia donde había cuatro medios de comunicación invitados, tres de los cuales eran abiertamente independentistas y el cuarto era El Español. En esa tertulia se refleja cuál es la idea. Sólo se escuchaba a una gente que decía «oye, desconectemos», y a otro que decía que ni hablar. Ahí se estaba perdiendo otra vez nuestra propuesta. El día antes la entrevista a Artur Mas fue una vergüenza para un medio público. Y con los privados, bueno, aquí no pasa nada que no pase en el resto de los sitios. Hay medios muy ligados al IBEX 35 y otros que lo están a la política de subvenciones de la Generalitat. Y se repite el mapa del inmovilismo y la unilateralidad. Yo no estoy en contra de las subvenciones como método para no dejar en manos del mercado puro y duro el panorama comunicativo. Lo que pasa es que hay medios como El Directa [«No La Directa«, puntualiza], infames, que reciben enormes cantidades de dinero público sin cumplir los mínimos estándares. Estas subvenciones forman parte de un sistema clientelar. En momentos tan intensos como éste es cuando más se nota este problema. Los medios se convierten en punta de lanza de esas trincheras. Es una pena.
¿El proyecto de Cafè amb llet se para o seguirá adelante?
A los que incomodábamos con nuestro trabajo periodístico les molesta mucho que ahora estemos aquí. Se van a tener que aguantar. La situación es que tanto yo como Marta, que también era una de las impulsoras, hemos decidido que el Parlament era un buen sitio donde continuar esa lucha. Cafè amb llet hacía un trabajo que no se tendría que perder, muy de calle. Estamos hablando con colectivos que lo valoran mucho, viendo cómo pasamos el testigo. Creo que a Toni Comin le da más miedo el Cafè amb llet en la calle que yo aquí dentro. Las dos cosas juntas son el peor escenario para él.