Revista mensual | Sociedad
La radio online se mide con la FM
Internet permite producir programas a bajo coste y facilita escucharlos sin restricción horaria.
Buscar nuestro programa de radio preferido a través del móvil, el ordenador o la tablet, descargarlo y disfrutarlo al instante. Elegir lo que escuchamos, en definitiva, y contar con infinidad de opciones para hacerlo al margen de las emisoras mayoritarias. El podcasting –distribución de archivos multimedia a través de un sistema de redifusión RSS que permite la suscripción a los mismos– se ha consolidado en los últimos años como un modo de escuchar la radio que compite de manera directa con la parrilla tradicional de la FM. Ya no hay radio que se precie que no cuente con una plataforma online para acceder a sus contenidos. Y los oyentes más jóvenes ni siquiera contemplan la posibilidad de tener que someterse a los horarios de una emisora: todo está al alcance de un clic. En cualquier momento y en cualquier lugar.
En 1997, cuando Internet era un prodigio al alcance de unos pocos privilegiados, nadie en España se había planteado la posibilidad de realizar un programa de radio exclusivamente a través de la Red. Fue precisamente aquel año cuando, maravillado por las posibilidades del medio, Fernando Berlín fundó Radiocable, pionera española en emitir online. Lo hizo con pocos recursos y toneladas de ilusión. «Pedí un crédito, me compré un ordenador y unos micrófonos y empecé a emitir desde mi habitación de estudiante, en casa de mi madre», recuerda Berlín, que hoy presenta el programa más exitoso de la emisora, La Cafetera.
A pesar de la escasez de medios, el espíritu era ambicioso: por Radiocable empezaron a pasar todo tipo de políticos y personalidades del mundo de la cultura. «Se sorprendían al acceder a mi habitación después de saludar a mi madre», cuenta Berlín. Y entonces, llegó un reconocimiento inesperado: Microsoft escogió a Radiocable como uno de los 30 mejores medios de comunicación del planeta, junto a The Washington Post, The Wall Street Journal o Time. Hoy, la emisora se ha convertido en uno de los principales referentes para una manera distinta de entender el medio radiofónico, y cuenta con invitados de primera línea que se han prestado a ser entrevistados como en el resto de las radios tradicionales, desde políticos como José Luis Rodríguez Zapatero, Esperanza Aguirre, Felipe González o Manuel Fraga a personalidades de la cultura como José Saramago, pasando por comunicadores como Iñaki Gabilondo o Jordi Évole.
«Las ventajas de emitir por Internet son prácticamente todas», explica Berlín. «Se trata de un medio global al que se pueden conectar millones de personas en todo el planeta. No requiere licencias de emisión, porque no te estás repartiendo un espacio radioeléctrico limitado. Y la capacidad para interactuar con los oyentes es infinita, porque es un medio muy inmediato». Berlín tiene claro que el futuro de la radio por Internet es brillante. «La radio tiene vida asegurada por delante: sus características hacen que puedas escucharla haciendo cualquier otra cosa a la vez, y eso no tiene competencia. Además, y por primera vez en la historia de la humanidad, todo el mundo tiene un transistor en el bolsillo».
Tras su abrupta salida de Radio Nacional, Javier Gallego, director de Carne Cruda, pasó por la Cadena Ser, una etapa en la que el programa pasó a denominarse Carne Cruda 2.0, y que concluyó cuando se vio abocado a dar el salto a la independencia por «no compartir objetivos ni la misma sintonía» que la cadena de Prisa. Hoy, Carne Cruda emite desde su propia web (www.carnecruda.es) y eldiario.es, y se sostiene gracias a las aportaciones de sus oyentes: 2.500 de ellos se han convertido en productores a través de una campaña de microfinanciación.
«El apoyo de los oyentes supone un 90% de nuestros ingresos», explica Gallego. «En realidad no somos independientes, sino que dependemos de esos mismos oyentes, a los que nos gusta llamar la familia. No sufrimos las presiones gubernamentales que puede soportar una radio pública, ni de las marcas, como ocurre en el caso de una privada. Si tenemos algún anunciante, éste debe cumplir con una serie de principios éticos y con nuestra manera de entender la radio».
Respecto a las mencionadas dificultades, y sobre su etapa en Radio Nacional, Gallego recuerda: «Nunca sentí presiones… hasta que sentí la más absoluta. La autocensura también jugaba un importante papel, porque en el fondo sabes que debes andar con cuidado al tratar ciertos temas. Hoy me siento más protegido, porque los oyentes sirven de escudo para hablar con libertad». ¿Conlleva eso estar abocado a la precariedad? No, al menos en el caso de Carne Cruda. «Nos consideramos unos privilegiados: el programa da trabajo a un equipo de cinco personas. Vivimos de esto y hemos conseguido ser sostenibles. No sólo eso, sino que en el primer año hemos dado beneficios, sobre todo porque hemos sido conservadores en cuanto a gastos», apunta.
Las radios libres, el germen
Mucho tiempo atrás, a finales de los años 70 y principios de los 80 del siglo pasado, las radios libres y comunitarias despejaron el camino para esa manera alternativa de tomar las ondas por parte de la ciudadanía y romper la barrera entre emisor y receptor. Nacieron al abrigo del artículo 20 de la Constitución, que recoge –y sigue recogiendo– el derecho a «expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción», y garantiza «el acceso a dichos medios de los grupos sociales y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad».
Desde la pionera Onda Lliure, en Barcelona –surgida en 1979 y clausurada varias veces por la Policía– hasta Radio Vallekas, en Madrid, de marcado espíritu vecinal, pasando por la ecologista Onda Verde; la valenciana Ràdio Klara; Radio Topo, en Zaragoza; Radio Utopía; Radio Karacol; Radio Enlace… Las radios libres se multiplicaron en los 80 hasta convertirse en todo un universo radiofónico al margen de una FM oficial dominada por unos pocos.
Pese al auge inicial, las radios libres no lo tuvieron fácil. La mercantilización del espacio radioeléctrico, junto a la naturaleza finita de la propia FM, se tradujo en innumerables zancadillas por parte de las grandes emisoras que, con el apoyo de los distintos gobiernos autonómicos y estatales, fueron arrinconando al llamado Tercer Sector de la Comunicación que conformaban las radios libres. Y pese a ello, en 2012 el estudio Community Media Forum of Europe cifró en 150 el número de ellas que, en España, habían logrado sobrevivir a los constantes embates de los grandes grupos mediáticos. Poco antes, en 2010, y tras años de lucha, la Ley Audiovisual había reconocido su derecho a contar con un espacio en el dial. Y sin embargo, los responsables de estas emisoras no han parado de denunciar desde entonces su incumplimiento sistemático, lo que les llevó a lanzar, este mismo año, la campaña #DemocratizaLasOndas.
«Las radios libres hemos aguantado como gato panza arriba, especialmente durante los últimos años», señala Lucas Fernández, de la veterana Radio Carcoma, en Madrid. Fundada en 1988, se financia con las cuotas de 30 euros al mes que pagan los socios, «aficionados, no profesionales», apunta Lucas. Hasta hace unos años, Radio Carcoma contaba con un lugar en la FM madrileña. Ya no. «Para una emisora como la nuestra, el coste de luz de mantener un emisor 24 horas era inasumible. Por eso tuvimos que abandonarlo y centrarnos en emitir por Internet, que ha sido nuestro salvavidas», apunta. «Obviamente no podemos competir con las grandes emisoras a la hora de ofrecer información, pero sí al difundir otro tipo de contenidos que apenas tienen cabida en ninguna otra radio, como la música».
La búsqueda de temas olvidados por las grandes emisoras es el leit motiv de muchos de los programas que se pueden escuchar en las radios libres que emiten por Internet. «En Sangre Fucsia tratamos temas de todo tipo, desde la música al cine pasando por los cómics, a los que aplicamos una mirada diferente a la habitual, centrándonos en las aportaciones de las mujeres a ese campo. Recuperamos la herstory (la historia en clave femenina) que habitualmente está oculta», dice Laura Gaelx, una de las voces de este programa, perteneciente a Ágora Sol Radio, y que emite desde el espacio transfeminista madrileño Eskalera Karakola. «El streaming nos permite ampliar mucho nuestro público, y llegar a oyentes de lugares como México o El Salvador. Además, hacemos el programa del tirón y sin cortes, por lo que no se pierde la magia del directo», explica.
Con ese mismo espíritu contracultural, El Estado Mental alberga infinidad de podcast de temáticas diversas. «En nuestro radioplayer suenan programas de sociedad, filosofía, robótica, literatura, radioarte, cómic, género, sociología, música, humor…», explica su responsable, Bruno Galindo. Según este periodista, existe una relación directa con aquellas legendarias radios libres que fueron abriendo camino a los demás. «Ambas compartimos la vocación de laboratorio, de cuarto de juegos. La idea de ser un territorio libre en el fondo y la forma. Pero también hay una gran diferencia, y cuesta recordarlo: la facilidad con que actualmente se puede hacer radio. Resulta difícil de creer que antes hubiera que tener licencias para emitir o afrontar consecuencias legales. Es uno de esos temas que Internet ha convertido, felizmente, en anacronismo».
Escuchar música