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Las razones de Rusia en Siria

De todos los países árabes, Siria siempre fue el más cercano a la URSS y, tras la desintegración de ésta, a la Federación Rusa, que cuenta allí desde 1971 con una instalación naval

MOSCÚ // El pasado 30 de septiembre, Rusia incrementaba de manera decisiva su implicación en el conflicto sirio. El Consejo de la Federación Rusa (Senado) autorizaba el uso de las fuerzas armadas para asistir a Damasco en la lucha contra el Estado Islámico y el Frente Al Nusra, filial de Al Qaeda. De todos los países árabes, Siria siempre fue el más cercano a la URSS y, tras la desintegración de ésta, a la Federación Rusa, que cuenta allí desde 1971 con una instalación naval -popularmente conocida como “base”- que permite a la Flota del Mar Negro poseer un puerto en el Mediterráneo donde reparar y repostar sus embarcaciones antes de que regresen a la base de Sebastopol, en Crimea.

Además de garantizar la permanencia de la instalación naval de Tartus, Moscú podría estar interesado en acabar con el extremismo islámico en su principal foco de origen actual, antes de que se extienda a las ex repúblicas soviéticas de Asia Central (donde desde hace meses se suceden las operaciones antiterroristas en países como Tayikistán y Turkmenistán) y el Cáucaso norte (Chechenia, Daguestán, Ingusetia).

A todo ello aún cabría sumar razones estratégicas. Para Rusia, un desenlace favorable a sus intereses en Siria significaría recuperar el estatus de potencia mundial, a la vez que reafirmaría la multipolaridad en las relaciones internacionales, que el Kremlin defiende desde hace años. En este punto cabe destacar que la operación rusa está amparada por el derecho internacional, que permite a un Estado utilizar sus fuerzas armadas en el territorio de otro si el gobierno de este último así lo acepta, e independientemente de lo que se piense del gobierno de Bashar al Asad, éste sigue siendo el único reconocido por los organismos internacionales.

En esta nueva fase del conflicto, Siria puede considerarse una guerra subsidiaria (proxy war): el país árabe se ha convertido en uno de los territorios sobre los que sostienen un pulso geopolítico el bloque atlántico (formado por EEUU, la UE y sus aliados) y los países emergentes (Rusia y China más Irán, que proyecta una influencia cada vez mayor en la región). De su desenlace no depende sólo el futuro de Siria, sino el equilibrio de influencias en la región e incluso el reforzamiento de los vínculos entre los emergentes. Según Reuters, la operación rusa ha contado con el asesoramiento de Irán, que envió a la capital rusa a uno de sus generales, Qassem Soleimani, para diseñar un plan que permitiese al gobierno sirio retomar la iniciativa. Desde la otra orilla del Atlántico, los republicanos se resisten a ceder la hegemonía estadounidense y han echado más leña al fuego al reclamar, en plena precampaña, la imposición de una zona de exclusión aérea que aumentaría la posibilidad de choques con la aviación rusa. En Siria está en juego mucho más que el futuro de Asad.

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