Feminisimo
Y Vox negó la violencia machista
La llegada de la ultraderecha ha marcado una agenda con repercusiones en las políticas y los discursos sobre la violencia género.
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De la historia de María José y su madre, Adela, asesinadas las dos en Cervo por el mismo hombre –marido y yerno–, extraemos también otra conclusión importante en PorTodas, que dice mucho sobre el terreno que pisamos y lo que hemos retrocedido, entre otras cuestiones, por la agenda introducida por Vox, que niega directamente la violencia de género. El partido de ultraderecha obtuvo por primera vez representación en un parlamento en España tras las elecciones andaluzas en diciembre de 2018. A partir de ahí, comenzaron a pasar muchas cosas.
El pasado mes de octubre, por ejemplo, los diputados de Vox permanecieron sentados mientras el resto del Parlamento andaluz se puso en pie, cuando el presidente de la cámara, Jesús Aguirre (PP), pidió un minuto de silencio por las víctimas de violencia machista y vicaria. Hoy el PP gobierna por mayoría absoluta, pero aún mantiene la línea telefónica de atención a la «violencia intrafamiliar» que exigió el partido de ultraderecha a Moreno Bonilla para apoyar los presupuestos de 2019. El teléfono comenzó a funcionar en 2020.
Ese mismo año, en la Televisión de Galicia se produjo un debate en torno al caso de María José y su madre, Adela, documentado en PorTodas. Después de que los miembros de la mesa vieran un documental sobre el doble asesinato, donde participaban allegados a las víctimas y un familiar, los intervinientes se centraron en distintas hipótesis sobre el asesino y sus motivos: el móvil económico y la humillación, el suicidio ampliado –matar para evitar supuestos males–, el sentimiento de culpa, el narcisismo, la demanda de atención, la desorganización psicótica. Si es más difícil matarse o matar. Es decir, en la televisión pública de Galicia, cuatro hombres expertos en diversas áreas estaban negando en 2020 que se tratara de un caso de violencia machista.
Poner el foco en ellos
Rubén Villar, psicólogo especializado en violencia de género, explica: «La violencia de género es un problema que tenemos los hombres, pero que sufren las mujeres. Desde la aprobación en 2004 de la Ley de Violencia de Género, estamos poniendo el foco sobre las personas que sufren el problema, pero no sobre el problema. Todas las campañas han ido hacia el mismo lado, ‘denuncia’, ‘llama al 016’, pero no sobre los hombres que son violentos y que no se identifican en el rol de maltratadores».
Fátima López, coordinadora de la comisión de Género del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COPG) y cocoordinadora del Turno de Guardia Especializada en Violencia de Género, incide en ello: «Hay cierta demonización del hombre que ejerce violencia, y ahí ellos no se van a sentir identificados, para darse cuenta de que ellos son un problema. Hay que tener en cuenta que comprender no es justificar». Ambos expertos son conscientes de la controversia que genera esta propuesta, pero insisten en que la prevención primaria de la violencia machista pasa por poner el foco también en ellos.
La sociedad ha cambiado, inevitablemente tiene que cambiar, otra cosa es la velocidad o la intensidad con la que lo hace, siempre lenta para las víctimas. El propio Ismael Álvarez, condenado por acosar a Nevenka Fernández, sigue sin reconocerse en los hechos que recogió la sentencia. Dijo en el juicio que, de haber acoso, el acosado era él. Y lo volvió a decir veinte años después en una entrevista en la televisión castellanoleonesa. Por más que el periodista lo ponía ante su espejo, él no se veía.
Y ese es, tal vez, otro de los problemas que quedan por resolver, otra impronta machista, y una de las más complejas, asumir el machismo, que se es machista, que España sigue siendo machista. Hay numerosas historias en PorTodas donde el agresor sigue insistiendo en que es inocente, que no hizo nada pese a los devastadores hechos probados que recogen las sentencias y las conclusiones a las que llegan los tribunales-jurados –compuestos, no olvidemos, por ciudadanos y ciudadanas–. En algunos casos, incluso, han alargado los procesos judiciales recurriendo a todas las instancias, hasta el Supremo. Ocurrió, por ejemplo, con Rosa Lidia en Vitoria. El Supremo dijo en 2019, cinco años después del feminicidio, lo mismo que había dicho el tribunal-jurado al principio sobre el agresor: 17 de años de cárcel y seis meses por un delito de asesinato con alevosía. Lo mismo hizo el marido de Verónica Ana, asesinada en Móstoles (Madrid). El Supremo confirmó los 22 años y seis meses de prisión acordados en primera instancia.
Y en todos estos años, cuando parecía que la violencia de género era incuestionable, llegaron otros términos, otros discursos y otros gestos. Un ejemplo lo observamos en València. Tras las últimas elecciones, con PP y VOX en el gobierno, se ha roto el consenso que se había mantenido hasta ahora en los actos de repulsa a los asesinatos machistas. Ambos partidos pactaron en la Generalitat Valenciana, en septiembre de 2023, eliminar los términos violencia machista y violencia de género de la pancarta que la institución saca en los minutos de silencio. De la última campaña institucional por el 25-N que presentó el Ayuntamiento, desaparecieron los términos machista y género.
En este contexto, el Barómetro Juventud y Género 2021 –un informe del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación FAD Juventud– revela que uno de cada cinco chicos de entre 15 y 29 años niega la existencia de la violencia machista y opina que es «un invento ideológico». Esta percepción ha aumentado casi nueve puntos: del 11% al 20% respecto a 2019.
Verónica tenía 24 años. Su feminicidio, el 29 de julio de 2014, es una radiografía perfecta de la violencia de género en todos sus parámetros, como resume la fiscal de Violencia sobre la Mujer en Andalucía, Flor de Torres, que ejerció la acusación pública en el juicio por el crimen. Tenía una hija de cuatro años, también hija del asesino. «Es un caso de maltrato habitual, con un proceso de victimización progresivo, en el que se producen agresiones y la víctima presenta una denuncia, pero la retira y vuelve con el maltratador. Y cuando en una de esas agresiones ella no retira la denuncia y no quiere volver, él la mata. Además, durante todo ese tiempo se produce la victimización directa de la hija que tienen en común, no solo por presenciar esa violencia, sino porque se ejerce también contra ella como forma de castigar a la madre», concluye la fiscal.
La violencia de género es en gran medida otro «fruto» más de la dictadura del capital desde que con la caída del comunismo logró imponerse en el mundo.
(Las derechas PP/Vox de siempre han sido sus mejores sirvientes y los falsos socialistas está claro que no quieren desmerecer).
Ha sabido colonizar las mentes humanas y vaciarlas de valores, ideales y conocimientos, llenando su espacio de egoísmo, material y sentimental o instinto posesivo, deseos, vicio, superficialidad y sinrazón. Así es como ha conseguido imponerse en el mundo.
En los valores, en el conocimiento, en la educación y en la generosidad no hay lugar para una dictadura y para la injusticia, falta de formación, solidaridad, precariedad y otras muchas carencias que son la esencia de ser de las dictaduras. Su terreno para hacer negocios.