Internacional

Mayotte, una montaña de techos

El ciclón Chido ha destruido la isla francesa, en el Índico, ya golpeada por la pobreza y la violencia.

El ciclón Chido ha destruido la isla de Mayotte, en el Índico. EFE/EPA

“Mi calle está cortada con una montaña de techos”. Podría ser el inicio de una novela, pero fue uno de los primeros mensajes que Cristina Bocanegra envió a su familia en España tras el paso del ciclón Chido por la isla francesa de Mayotte, entre Mozambique y Madagascar. “Ahora que podemos ver un poco, los mangos y jacks están arrancados de cuajo. Todos los tejados han volado. A los vecinos de la esquina se les ha caído la casa encima. El barrio está destruido”, continuó escribiendo esta médica asturiana a medida que iba sacudiendo el miedo que había pasado durante cuatro horas. Era sábado. Dejó de haber luz y agua, aunque los cortes de agua no son una novedad en una isla azotada también por la sequía. “Voy a apagar el móvil hasta mañana”, avisó, tras compartir varios vídeos de la destrucción, ante el riesgo de quedarse sin batería, con su casa inundada. Tres días después, la isla sigue prácticamente a oscuras.

Hoy es martes. Bocanegra, afincada en este complejo paraíso de ultramar desde 2019, habla ya más tranquila por teléfono. Pudo localizar a familiares que habían estado incomunicados y pudo acceder al hospital, donde trabaja como coordinadora del departamento de tuberculosis. También allí afrontó, en primera línea, los meses más duros de la pandemia de COVID. No obstante, es rotunda en la descripción de lo que está viendo y viviendo estos días: “La situación es catastrófica. No hay otra manera de explicarlo”, resume.

“Todas las viviendas tipo chabolas, que es donde vive la mayoría de la población, ya no existen. A las casas de cemento, como la mía, a la mitad se les ha ido el tejado. El hospital quedó inundado, en la UCI se fueron todas las máquinas, se estropearon, los quirófanos también destrozados. Hubo un momento, además, en el que comenzó a llamar gente, en plena alerta violeta, cuando los servicios de emergencia tampoco pueden salir: ‘Nos estamos muriendo’, dijeron. Y después se cortaron las comunicaciones”, relata con angustia.

El ministro del Interior en funciones de Francia, Bruno Retailleau, ya dijo a principios de esta semana que harán falta «días y días» hasta poder hacer un balance de víctimas en la zona, devastada por uno de los fenómenos más fuertes hasta ahora en este enclave del Índico, con vientos de hasta 220 kilómetros por hora. Desde cientos de muertos a millares, se desconoce qué hay bajo esas montañas de techos en una isla de unos 374 kilómetros cuadrados y 320.000 habitantes.

La población, mayoritariamente musulmana, entierra a los muertos en 24 horas. Y no hay registros oficiales porque hay mucha migración. Algunas personas llegan desde Madagascar y las Comoras –Mayotte es la única isla de las cuatro que conforman el archipiélago de las Comoras que sigue perteneciendo a Francia; el resto se descolonizó tras un referéndum en 1975–; y otras proceden del continente africano en busca de asilo político.

«Nuestros compatriotas viven lo peor a algunos miles de kilómetros de aquí y estaré con ellos en unas horas en Mayotte», dijo este martes el presidente francés, Enmanuelle Macron, durante el discurso de inauguración del centro de formación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Lyon, informa Efe.

El impacto del cambio climático

En la isla, explica Bocanegra, estaban avisados desde hacía una semana: “El viernes ya no hubo colegio, no se hicieron las consultas urgentes, se desaconsejaron los desplazamientos, las alertas sonaban cada dos horas en los móviles, habilitaron centros para que la gente se resguardara ahí. Empezó como a las nueve el sábado y duró hasta la una; iba creciendo y creciendo, lo más fuerte ocurrió desde las diez y media hasta las doce y algo”. 

No era, sin embargo, algo nuevo en Mayotte, donde suelen estar acostumbrados a lidiar con tormentas y terremotos, y por eso hubo mucha gente que no creyó que este ciclón fuese a tener la magnitud que finalmente tuvo. “Nos protege mucho Madagascar, pero esta vez apenas tocó tierra ahí. Yo pensé que mi casa también se derrumbaba”, describe. Conviven, además, con un volcán subterráneo a 30 kilómetros de la isla que está activo. Como cuenta Bocanegra, la isla se ha hundido por un lateral, existe el riesgo de una explosión y de un tsunami. Pero van ocurriendo cosas y cosas, sobre todo por el efecto del cambio climático, y el volcán, que antes estaba en todas las conversaciones –dice Cristina–, ha desaparecido. 

Según un estudio de estrategias climáticas para islas vulnerables en el suroeste del Océano Índico, los registros de observación del servicio de meteorología francés muestran «una tendencia clara y significativa al calentamiento» por década durante los últimos sesenta años en la vecina La Reunión. En el archipiélago de las Comoras, incluida Mayotte, la temperatura del aire cerca de la superficie también ha aumentado a un ritmo significativo por década. «Estas tendencias de calentamiento no son estrictamente lineales y el calentamiento se ha intensificado en las últimas dos décadas. Además, los cambios en los patrones de precipitación son evidentes, con una disminución del 36% de la precipitación anual en la región suroeste de La Reunión durante las últimas seis décadas. En Mayotte, las precipitaciones de la estación seca (mayo a octubre) registraron una disminución del 36% durante el mismo periodo».

Mientras intenta recuperar algo de normalidad y hacer lo que puede en el hospital, Cristina Bocanegra no para de escuchar testimonios de amigos y conocidos desoladores: “Un compañero vio a una madre con tres niños corriendo en medio del vendaval, fue a ayudarla, le cogió dos niños y volvió corriendo a casa pensando que la madre y el otro niño lo seguían. Pero ahora no sabe dónde están. Y tiene dos niños en casa que no saben dónde está su madre”. A otro amigo que se ha quedado sin casa, se le levantó el techo, se rompieron las ventanas y se tuvo que meter en el baño abrazado a su gato, que le dejó arañazos y cortes por todos lados. Hay un hospital de campaña montado para atender este tipo de heridas.

Las autoridades, además, temen la propagación de enfermedades como el cólera por el colapso de los sistemas de alcantarillado y un recrudecimiento de los pillajes en el departamento francés más precario: cerca del 80% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, informa Efe. Desde este martes, habrá toque de queda nocturno para garantizar el orden público en una isla ya golpeada por la violencia. La medida se extenderá desde las 22.00 a las 04.00 horas, según la prefectura.

En todo ello, en el espíritu de sus gentes, sí hay algo diferente, dice Cristina: “Cuando yo estaba todavía temblando, ya había gente pegando chapas, poniendo toldos, cortando árboles. Comenzaron con la reconstrucción al minuto cero. El domingo por la mañana, cuando viajamos al sur en busca de familiares, ya estaba parte de la carretera libre. Por la tarde, a la vuelta hacia la capital, ya estaban liberados los dos carriles”. De todas formas, consciente de la situación de pobreza y vulnerabilidad que azota la isla, Cristina concluye: “Está todo por hacer”.

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