Internacional

Macron sume a Francia en el caos político

El presidente francés, autoritario ante la Asamblea y débil ante la ultraderecha, ha visto caer su gobierno y ha provocado una colosal tormenta política. La Francia Insumisa pide su dimisión. Los socialistas, en cambio, están considerando salir a su rescate.

Michel Barnier durante la moción de censura en su contra, celebrada el miércoles 4 de diciembre. YOAN VALAT / EFE / EPA

Medios de comunicación de todo el mundo están informando de la caída del gobierno francés en tono catastrofista. La inestabilidad política de la segunda economía de la Unión Europea ha provocado una caída del euro del 2,7% respecto al dólar. Eso encarece los mercados para los compradores europeos, que pagarán más dinero, por ejemplo, por el petróleo. Y la culpa de todo la tienen, según los analistas, una izquierda francesa irresponsable y una ultraderecha oportunista. Pero ésta es una forma parcial de contar la historia.

Por supuesto, la moción de censura que ha acabado con la destitución de Michel Barnier como primer ministro ha demostrado quién maneja realmente los hilos de la política francesa: la ultra Marine Le Pen. Pero la crisis económica que planea sobre Francia, que apenas si puede ahora pagar sus servicios públicos, no descansa sobre una izquierda pedigüeña sino sobre décadas de políticas fiscales destinadas a que las rentas altas paguen los menos impuestos posibles.

Las políticas neoliberales fueron impuestas por la derecha hace 40 años para, acto seguido, ser abrazadas apasionadamente por aquella socialdemocracia llamada de la «tercera vía». El resultado ha sido una acumulación de capital sin precedentes por parte de las clases altas. Ya se han hecho las cuentas e indican que subir los impuestos a los ricos y a los herederos de grandes fortunas aumentaría en 30.000 millones de euros el caudal de las arcas públicas francesas. Pero Macron no llegó al poder para eso, más bien al contrario. No por nada lo llaman «el presidente de los ultrarricos».

La deuda pública de Francia alcanza hoy el 6%, porcentaje que duplica el límite impuesto por la Unión Europea, aunque este tope se fijó en los aciagos tiempos del austericidio. Hoy se podría (incluso convendría) ser más flexible, como se demostró con éxito durante la crisis de la COVID-19, pero el panorama que presenta la política europea, claramente escorada a la derecha, parece poco propicio. Y tampoco Macron ha sido nunca un ejemplo de flexibilidad: cuando toma una decisión (como la de retrasar la edad de jubilación, por ejemplo) va con ella hasta las últimas consecuencias.

La situación es muy complicada porque no se pueden convocar elecciones hasta que haya pasado un año de las anteriores, es decir, hasta julio de 2025. Pero el lío, se puede interpretar, se lo ha buscado Macron él solito. Si hubiera respetado el resultado surgido de las urnas (es decir, la victoria del izquierdista Nuevo Frente Popular) y hubiera pactado el nombramiento de un primer ministro de consenso, la situación sería hoy muy diferente. Pero Macron no es hombre de pactos. Con la excusa del terror a unas hordas rojas inexistentes, prefirió actuar en solitario y nombrar al conservador Barnier, cuyo partido (Los Republicanos) quedó en cuarto lugar en las elecciones. La broma ha durado apenas cuatro meses. El resultado, en cuanto Marine Le Pen le ha retirado su apoyo, ha sido sumir al país en el caos político.

Michel Barnier cavó su propia tumba cuando anunció el pasado lunes que iba a reformar, à la Macron, el sistema de financiación de la seguridad social. Es decir, en solitario, porque sí, sin contar con el voto de la Asamblea nacional. Esa manera autoritaria de hacer política precipitó la presentación de una moción de censura por parte del Nuevo Frente Nacional a la que se sumaron los ultras de Le Pen, deseosos de pescar en río revuelto. Y Barnier, en consecuencia, ya está en la calle.

La dimisión del gobierno ha dejado al país sin aprobar los presupuestos y sin ellos, por ley, no se pueden recaudar impuestos en 2025. La situación es seria. Hay varias salidas legislativas posibles, pero hay una en concreto que es bastante discutible desde el punto de vista democrático (por lo cual, precisamente, Macron podría estar tentado de utilizarla): se trataría de armar un nuevo gobierno de urgencia y aprobar los presupuestos por decreto, sin pasar por el parlamento, con la sola firma del presidente, pero esto llevaría a una nueva moción de censura. Eso sí, el nuevo gobierno saldría (otra vez) por la puerta con unos presupuestos aprobados. La otra alternativa es votar una ley especial antes del 19 de diciembre para poder recaudar los impuestos y funcionar temporalmente con los presupuestos de 2024. El margen de maniobra, en cualquier caso, es muy corto.

Así las cosas, ¿quién sustituirá a Michel Barnier como primer ministro? El Nuevo Frente Popular sigue proponiendo como primera opción a Lucie Castets, que ya fue rechazada en verano por Macron. Pero no es su única reivindicación: desde el partido mayoritario de la coalición, La Francia Insumisa, piden la dimisión del principal responsable de esta crisis política. Piden, en suma, la cabeza del presidente. «Eso es política ficción (…) No tiene sentido. Decir ese tipo de cosas no está a la altura, francamente», se ha limitado a decir Macron, a quien por nada del mundo se le ocurriría irse a su casa y adelantar las elecciones presidenciales.

El Partido Socialista, más moderado que La Francia Insumisa, ha hecho un llamamiento a la calma. Se abstiene de pedir la dimisión del presidente de la República, como han hecho sus compañeros de coalición, y propone un pacto de no agresión con el macronismo para ir aprobando leyes de consenso una a una, poco a poco, negociando todo lo que haya que negociar con otros grupos parlamentarios más a la derecha (salvo con el Reagrupamiento Nacional, obviamente).

La opción del pacto entre socialistas y macronistas gana fuerza después de que Gabriel Attal, predecesor de Barnier al frente del gobierno, los convocara a reunirse «alrededor de una mesa» para trabajar por el bien de los franceses.

Habrá que ver si el Partido Socialista, después de haber recobrado un hueco en el corazón de la izquierda, vuelve a tropezar en la misma piedra. Esa que está en el mismo centro de la «tercera vía».

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Comentarios
  1. Resulta que la france insoumise de Melenchon ( = podemos) ha presentado una moción de censura que ha sido votada por el rassemblement national de Lepen, alucina vecina
    En las últimas elecciones se junto la izquierda para parar a lepen y ahora van de la mano.
    Macron no se moverá de su trono hasta el 2027 en principio, y el desaparecido partido socialista resurgiendo de sus cenizas, vamos un ejemplo de manual del parasitismo político.
    Votenme que soy antifa,pero si puedo gobernare apoyado por lepen.
    Salud y anarkia

  2. La actualidad española:
    —La audiencia de Barcelona confirma la cárcel para el militante anarquista ABEL MORA por defenderse de los neo-nazis.
    —Tres militares serán homenajeados en La Línea (Cádiz) por atentar en nombre del fascismo. (Andan envalentonados e impunes)
    (para más información Insurgente.org)

  3. «Los socialistas, en cambio, están considerando salir a su rescate»
    Cuando os referís a «los socialistas » entiendo que os referís a lo miembros de partido socialista francés, pero no se si os dais cuenta que se puede ser del PSF y no ser socialista lo mismo que se puede ser socialista y no ser, ni siquiera votar, al partido socialista. Hay que utilizar el lenguaje con más rigor.

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