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Cien días para las elecciones
Cinco claves que marcarán la actualidad política en estos tres meses que faltan para las próximas elecciones generales
Esto empieza. Esto acaba. Cien días para el 20 de diciembre, fecha que el galleguísimo Rajoy ha anunciado sin llegar a anunciarla como la de las elecciones generales. Cien días para el final de estos cuatro años que han parecido cuarenta, recorte tras recorte, caso tras caso de corrupción, mordaza tras mordaza. Cien días para unas elecciones que harán que cambie el panorama en La Moncloa y quién sabe si el panorama en España. Cien días que vendrán marcados por, al menos, cinco claves.
Cataluña
Las elecciones catalanas dan la distorsión y la salida a las elecciones generales. El que golpea primero no sabemos si golpea dos veces, pero sí sabemos que marca el ritmo de las bofetadas. Artur Mas lo sabía y colocó en el calendario las elecciones de Cataluña, previstas para 2016, por delante de las generales. Ni en sus peores pesadillas estaba dispuesto a someterse a las urnas con un posible Gobierno en Madrid distinto al actual, uno que quizá fuera percibido como más amable por los catalanes. Artur Mas despejaba pesadillas a golpe de coalición y adelanto en el calendario mientras Rajoy y los suyos lo celebraban al ver cumplido, sin mover un dedo, el sueño idílico de un horizonte con guerra de banderas en el que se mueven como pez en agua turbia. Si al machaqueo mediático de datos positivos sobre la economía invisible le sumas la amenaza catalana, te queda un maravilloso panorama que el Rajoy escondido dentro de la tele de plasma a principio de legislatura no podía ni imaginarse.
Encuestas
Hace ya tiempo que los sondeos de opinión parecen tener una nueva función, distinta a la de prever resultados: marcar tendencias. El nuevo mapa de cuatro partidos con llaves de gobierno les pilló cocinando puntos arriba puntos abajo en el duelo PP-PSOE. Cuando el nuevo panorama llegó la máquina de predecir el futuro cortocircuitó y quedó chamuscada. Puestos a no saber qué pasará, juguemos a hacer que pase, se dijeron algunos, y las principales portadas nacionales nos empezaron a enseñar, una tras otra, encuestas de incitación más que de intención de voto. Hoy, con las principales capitales del país gobernadas por coaliciones ciudadanas a las que nadie había invitado a la fiesta, los sondeos vuelven a insistir en que nada de lo que está pasando está pasando y dan por acabado el camino de la recuperación del bipartidismo. Cuesta acabar de creerlo leyendo la letra pequeña del último CIS: sólo un 10% valora como positiva la gestión de gobierno del PP y un 8% la del PSOE. De la sensación de realidad que consigan trasladarle las encuestas al votante dependerá mucho de lo que pase.
Confluencia
Es la pregunta del millón (quizá de votos) al lado izquierdo del tablero. ¿Es efectiva la fórmula municipal en unas elecciones generales? ¿Una Carmena o una Colau que aglutinen fuerzas bajo una bandera más ciudadana que de partido tendrían opciones en la gran batalla? En Podemos parecen tener claro que no, pero la realidad de lo conseguido en Madrid o Barcelona deja la puerta muy abierta a la duda. Si Podemos se estrenó hace poco más de un año en las europeas con un “¿cuánto hace que no votas con ilusión?”, hoy día ese es el principal problema del partido de Pablo Iglesias: el voto de la ilusión ha sido el daño colateral de montar una estructura de partido tradicional. En Izquierda Unida, por convencimiento o necesidad, tienen claro que una marca blanca y unas primarias entre Pablo Iglesias y Alberto Garzón generarían una atención mediática e ilusión que puede marcar la diferencia.
Los candidatos
De la lista de nombres formada por Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Albert Rivera, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, hay uno que desentona especialmente y es el del presidente Rajoy. Sometido a la prueba del algodón de la regeneración y las caras nuevas, Rajoy sale fatal en la foto, y la foto va a tener mucha importancia. ¿Presentará el PP a Rajoy a las elecciones sabiendo esto y sabiendo que las encuestas más optimistas lo ponen con un pie fuera de La Moncloa y le dan un 80% de desconfianza entre los ciudadanos? ¿Puede el PP presentarse a las elecciones echando a un lado a Rajoy para poner a alguien nuevo y mantener al mismo tiempo que son el partido que ha salvado a España? Puede que la única respuesta afirmativa a ambas preguntas se llame Soraya.
El PSOE
El que parecía principal damnificado de la nueva política es el partido que más opciones tiene de volver a tocar poder. La misma corriente de cambio que hizo al PSOE naufragar y lo llevó a mitad de la nada puede llevarlo ahora hasta el barco que navega dirección al nuevo Gobierno. En todas las ecuaciones de alianzas posibles entra en juego la variable PSOE y en dos de ellas el resultado final es Pedro Sánchez sentado en La Moncloa. De qué pasos esté dispuesto a dar el PSOE dependerá el compañero de viaje. Si, como ha pasado tradicionalmente, el PSOE de Andalucía sigue siendo el portador del ADN del partido a nivel nacional, tenemos una pista de lo que puede pasar después de las próximas Navidades. Si al PSOE la corriente lo ha llevado al lugar correcto mediante la fórmula de no hacer nada y agarrarse fuerte al flotador, el PSOE no nadará hasta Podemos ni se ahogará agarrándose al PP: confiará en el flotador que Albert Rivera pueda tener preparado.