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La maternidad de la nueva política
Para la autora el movimiento feminista es una de las expresiones que mejor representa la globalización de las luchas sociales
Cuando se escucha en los ámbitos públicos arrogarse la “maternidad” de ideas y propuestas y apelar al espíritu del 15-M como el germen de lo que se conoce como la nueva política, debemos recordar que determinadas prácticas y discursos que se desplegaron en el 15-M, después en las mareas y que ahora se desarrollan en la plataformas de confluencia, ya habían sido usadas en la acción feminista. Muchos de los discursos y prácticas que fueron desplegadas desde 15-M tienen grandes similitudes con los valores y formas de acción feminista.
Con el comunitarismo, la emotividad, la interseccionalidad, la radicalidad y el cuidado mutuo, el 15-M recupera algunas prácticas anteriores de hacer política que hasta entonces habían sido poco reconocidas.
El 15-M sirvió como rito iniciático de una población indignada que denunciaba la estafa de aquella democracia y apostaba por una salida colectiva comunitaria en la que cualquier persona pudiera participar en la toma de decisiones. Lejos de jerarquías, se crearon lugares donde todo el mundo podía hablar y escuchar. El poder se extendía horizontalmente a partir del reconocimiento a la diversidad; una tendencia que desde que surgieron feminismos como el negro ha estado siempre presente en los grupos feministas. El feminismo culturalista enseñó que las mujeres ocupan distintas situaciones y posiciones y que hay que atender a estas diferencias para actuar correctamente, pues no hacerlo puede implicar que determinas medidas que se plantean como mejora de la situación general, acaben perjudicando a los sectores más vulnerables a los que, paradójicamente, se pretendía mejorar. Era importante reconocer la pluralidad y que las distintas subjetividades. Pues algo similar ocurría en las asambleas abiertas del 15-M, en las que la ciudadanía tenía la palabra y se escuchaba atentamente la diversidad de las voces existentes.
En el 15-M se priorizó la construcción de inteligencia colectiva. Se rompía así con la lógica individualista y miedosa que se vivía hasta entonces. El individualismo del “sálvese quien pueda” fue sustituido por el sentimiento y la práctica de unidad. Lemas feministas como “Nos tocan a una, nos tocan a todas” resumen muy bien este espíritu. Las relaciones comunitarias por tanto también estaban presenten en la ideología y las prácticas feministas, lo mismos que la dicha. La alegría pública produjo una resistencia creativa y expansiva que se fue propagando y que en el momento actual ha estado muy presente en las campañas electorales municipales de las candidaturas de confluencias. El optimismos se imponía al pesimismo, porque parecía -o al menos eso se creía- que la “alegría iba a cambiado de bando”. La satisfacción de vivir, de compartir y de crear colectivamente impregnó los primeros momentos del 15-M y ha seguido haciéndolo en las mareas ciudadanas y en las nuevas candidaturas municipalistas. Algo que se reflejó en la música de las canciones, el color de los diseños de los gráficos y carteles y el entusiasmo de la gente en la calle. La pasión y la alegría también fueron elementos propios del feminismo. El 15-M rescató la emoción y algo de eso aún perdura.
Pero además de la pasión se apostó por la inteseccionalidad. En las concentraciones confluían los jóvenes Sin Futuro, la Plataforma de Afectadxs por las Hipotecas (PAH), las mareas verdes, blanca, naranja, negra, la marcha por el carbón, los bomberos, los colectivos por la recuperación de la memoria histórica, la sanidad universal, el cierre de los CIES, etc. En este sentido también se puede decir que el movimiento feminista es una de las expresiones que mejor representa la globalización de las luchas sociales. Ya se sabe que “las mujeres lo mezclamos todo” y que en la agenda feminista siempre ha primado la interseccionalidad de todas las luchas en el plano global. Hay que recordar como en el nacimiento de la segunda ola, el feminismo reivindicó la abolición de la esclavitud, junto con los antiesclavistas, aunque después éstos se olvidaran de las feministas.
Y por último, está la radicalidad de un movimiento como el feminista que va a la raíz de la estructural social y pretende remover los cimientos de una de las dominaciones eternas como es la patriarcal. Si el 15-M apelara a la igualdad de todas las personas en cualquier circunstancia hay que decir que la denuncia de la desigualdad y la lucha por la igualdad de derechos de todas las personas ha sido constante en el feminismo. Situar a las personas y el bienestar social de las mismas en el centro de la política es un sentir feminista que la nueva política tiene que adoptar. La apuesta por el cuidado mutuo, quizá fuera uno de los elementos más bonitos del 15-M y ese ha sido un elemento feminista substancial al que la nueva política no puede renunciar.
Por ello, ahora que caminamos hacia el precipicio de la desigualdad y la fragmentación social, y se ponen en marcha movimientos, espacios, plataformas y candidaturas de unidad que reivindican el espíritu del 15 M, hagamos memoria y recordemos que ciertas lógicas y prácticas fueron anteriores y que en los feminismos reside parte de la maternidad de la nueva política actual.
Begoña Marugán Pintos es profesora de Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid.