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Homenaje a Eduardo Galeano, que ni vendió ni alquiló su escritura
El próximo 17 de septiembre en el Centro Social La Tabacalera de Madrid tendrá lugar un acto en recuerdo al escritor uruguayo fallecido el pasado mes de abril
Este jueves, Eduardo Galeano hubiera cumplido 75 años de edad. La editorial Siglo XXI de España, que ha publicado toda su obra y debería reeditar ahora alguno de sus libros menos conocidos, tiene previsto un homenaje al periodista y escritor uruguayo que tendrá lugar el próximo 17 de septiembre en Madrid, meses después de su llorado fallecimiento. El acto se celebrará en el centro social La Tabacalera, en la calle Embajadores.
Se contará para tal ocasión con la lectura de sus textos o los recuerdos personales a cargo de amigos, conocidos y gente pública y anónima que formaron parte del universo literario y humano de Galeano. Entre ellos estarán el cineasta Fernando León de Aranoa, el escritor Marcos Ana, el actor Juan Diego Botto, los periodistas Iñaki Gabilondo, Vicente Romero o José Manuel Martín Medem. También habrá vídeos del propio Galeano, así como de gente que no podrá estar ese día, pero que quiere sumarse al homenaje, como es el caso del capitán de la selección de fútbol de Uruguay, Diego Godín.
La directora de la editorial, Cristina Martínez, explica que “es un acto en el que se recordará a Galeano en todas las facetas que este enorme escritor abarcaba. Desde el mundo de la cultura, del fútbol, de la política, de la gente y sus historias. Se le recordará, sobre todo, a través de las palabras legadas por un escritor que ha marcado a generaciones con su pensamiento lúcido, comprometido, revelador”.
Acabo de terminar la lectura de la biografía de urgencia que sobre Eduardo Galeano escribió su colega argentino Fabián Kovacic. En Días y noches de amor y muerte, uno de los libros en los que Galeano repasa la memoria de sus amigos y compañeros perseguidos y asesinados por las dictaduras militares del Cono Sur, el autor reflexiona sobre lo que desde entonces fue su declaración de principios: «Aquella noche me di cuenta de que yo era un cazador de palabras. Para eso había nacido. Ésa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto y así no me iban a morir del todo las personas y las cosas que yo había querido». Vivas siguen sus palabras y su nombre.
A pesar de la posible precipitación con la que el libro de Kovacic fue escrito -apareció al poco de la muerte del escritor y periodista-, su lectura es sumamente interesante pues nos participa detalles muy significativos de la vida y la evolución del pensamiento de su protagonista, así como las reiteradas veces en que estuvo amenazado de muerte, tanto en su país como en Argentina, debido a su comprometido trabajo profesional en publicaciones como Marcha y Crisis. Galeano fue militante socialista desde la adolescencia, cuando empezó a colaborar como dibujante en El Sol y de él se puede decir, tal como afirmó en una entrevista publicada en el semanario Búsqueda en 1987, que cumplió a lo largo de su existencia con el principio que movió su escritura: «Tengo fe en el oficio de escribir, la certeza de que es posible hacerlo sin venderse ni alquilarse».
En la biografía se incluyen fragmentos magníficos de algunos discursos especialmente significativos pronunciados por Eduardo Galeano, como el que dio en Santiago de Chile en julio de 1988 con motivo del Encuentro Internacional del Arte, la Ciencia y la Cultura por la Democracia «Chile vive», y con el que regresó a aquel país quince años después del golpe militar contra Salvador Allende: «Se multiplica la pobreza para multiplicar la riqueza. Se multiplican las armas que custodian esa riqueza, riqueza de poquitos que mantienen a raya la pobreza de todos los demás. Y también se multiplica mientras tanto la soledad. Nosotros decimos no a un sistema que no da de comer ni da de amar, que a muchos condena al hambre de comida y a muchos más condena al hambre de abrazos». (Nosotros decimos no será luego el título de uno de sus libros).
Las últimas páginas del libro de Kovacic son especialmente emotivas. Evoca los paseos de Galeano por Montevideo, una ciudad que para el escritor seguía poseyendo la posibilidad de respirar y caminar, dos ejercicios suntuarios en las grandes ciudades inseguras y enfermas. Hasta última hora, Eduardo siguió escribiendo, pero sólo «cuando le picaba la mano» y siempre a mano, porque la mano es la extensión de todo el cuerpo «y es todo él el que escribe», según decía. Cada mañana paseaba por la playa hacia su bar El Brasilero, en la ciudad vieja. Puede que dialogara en silencio con sus amigos muertos y compañeros de lucha: Raúl Sendic. Emilio Frugoni, Carlos Quijano, Juan Carlos Onetti, Paco Espínola, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh…
«Hasta que llega a su mesa en el bar, se pide su café y se alimenta de los saludos y los abrazos y piensa en los libros y en toda esa aventura que es la vida de un tipo que eligió como oficio ser un cazapalabras, para que la memoria de los otros se quede entre nosotros».