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La dificultad de ser joven y querer investigar

Este artículo recoge la necesidad de visibilizar y reivindicar la figura de los y las investigadores en la universidad, concretamente en el campo de las ciencias sociales

Como bien expresa el título de esta comunicación, La dificultad de ser joven y querer investigar, recoge la necesidad de visibilizar y reivindicar la figura de los y las investigadores en la universidad, concretamente en el campo de las ciencias sociales. Creemos que entre las funciones de las universidades, el trabajo de investigación es fundamental para la creación y generación de conocimiento. Pero lo que encontramos habitualmente es que esta función se olvida o pasa a un segundo plano, haciendo realmente difícil el acceso a personas jóvenes a esta tarea. De hecho son notables los recortes que está habiendo en este campo.

Basándonos en esta realidad hemos organizado esta comunicación de debate y reflexión haciendo referencia en primer lugar a una visión más global y objetiva de los procesos y oportunidades de la carrera investigadora. Para ello haremos un pequeño análisis de cómo recoge la legislación la figura de los y las investigadores; analizaremos las posibilidades reales para llevar a cabo dicha actividad: recorridos, becas, programas, salidas, exigencias de acreditación, dificultades, motivaciones… Paralelamente trataremos de recoger, desde un punto de vista más personal, nuestra propia experiencia en la investigación, hasta la fecha. Intentaremos resumir nuestra trayectoria y proyección de futuro.

Antes de desarrollar los temas propuestos nos gustaría invitar  a los investigadores o investigadoras a preguntarse sobre nuestra labor en investigación, utilidad, dificultades, cómo respondemos al sistema, carencias, ataduras, requerimientos cada vez más burocráticos…

Creemos, que aunque se ha publicitado con bastante éxito en los diferentes medios, es necesario recordar que estamos ante una jornada de protesta, reivindicación y debate acerca de la educación pública de y para todas y todos. La universidad forma parte importante de esta reivindicación. Como toda la educación la universidad es objeto de recortes y transformaciones hacia unos modelos educativos que escapan de esos ideales de universalización, equidad y justicia social que conlleva una educación pública y de calidad.

Las reformas que estamos viviendo, los ajustes estructurales, recortes en el Estados del bienestar… tienen un claro componente político e ideológico aunque se disfrace tras la crisis económica. Esta ideología dominante que se está haciendo hegemónica en los últimos años se materializa en leyes como la de educación de nuestro “querido” ministro de educación… este tendencia política lleva a la educación a una posición de clientelismo, mercantilización y privatización de la misma, en pro de las leyes del mercado neoliberales. Esta tendencia tiene unos efectos claros tanto en la calidad de la enseñanza como en los valores, principios y significados de la tarea de educar, perdiendo su principal objetivo de construir ciudadanías en equidad.

Teniendo en mente esta idea de educación mercantilizada vamos a analizar brevemente las reformas introducidas en la nueva ley de educación y sobre todo nos fijaremos en la figura de los y las investigadoras, cómo seguir una carrera investigadora en España con sus pros y contras…

Panorama actual de la investigación en España

“Mira a tu alrededor y no te dejes engañar. Ahora debemos dejar de hablar de la importancia de la ciencia y en su lugar, comprometernos con la excelencia en la ciencia (…) Sabemos lo que hay que hacer. Mi departamento debe dar prioridad y esforzarse por la excelencia (…) Para fortalecer el sistema de investigación de nuestro país debemos adelgazarlo, pero es importante reducir la cantidad, no la calidad”. (Revista Nature, 486, 7 de junio de 2012).

Las palabras anteriores corresponden a Carmen Vela, la actual Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, en el momento de presentar en el Congreso de los Diputados la Estrategia Española de Ciencia y Tecnología a los diputados Carmen Vela. Como bien se afirma desde la Federación Jóvenes Investigadores Precarios, la Secretaria de Estado afirma que lo que le falta a la investigación española es calidad. Aunque la realidad -nos recuerda esta Federación- es que las publicaciones científicas realizadas en España suponen el 3 % de la publicación mundial y, en concreto, en dos de las revistas «más prestigiosas» casi se duplica este porcentaje. Por lo tanto las palabras de la propia Carmen Vela son contradictorias cuando al hablar de estos datos afirmó que: “nos está indicando que se hace buena ciencia y de calidad”.

Carmen Vela, dos meses antes de esas declaraciones en la revista Nature, en plena campaña de las elecciones andaluzas volvió a afirmar que: “hemos pedido que en ciencia e innovación no se corte más, porque no se puede”. Pasadas las elecciones, y aprobados los presupuestos, según la misma Federación, a los recortes acumulados en I+D+i en el periodo 2010-2011 (que fueron del 4,2% y del 7,3%, respectivamente), se añadió un tijeretazo en investigación y ciencia que ascendió al 25,6%.

Siguiendo con el análisis facilitado por la “Federación de Jóvenes Investigadores” en términos de PIB, la inversión ha pasado de un 0,40% en 2009 al 0,25 en 2012, lo cual nos sitúa en términos similares a los de 1985. La Confederación de Sociedades Científicas Españolas (COSCE), compuesta por más de 30.000 investigadores, acusa al Gobierno de “falta de ambición y compromiso del gobierno con la I+D+i al plantear como objetivo alcanzar en el 2020 el 2% del PIB: menos de lo que la media de la UE tiene ya hoy”. La COSCE refiriéndose a los recortes en I+D+i denuncian que la situación:

“(…) es objetivamente dramático. Detrás de cada caso hay situaciones humanas y personales muy serias: compromisos internacionales que no pueden cumplirse, personas y equipos que ven como se esfuma su trabajo y esfuerzo de años, brillantes jóvenes investigadores que ven cortadas de raíz sus expectativas.” 

COCEC, 27 de febrero de 2013

La Federación de Jóvenes Investigadores denuncia, siguiendo las aportaciones del COCEC, que esta situación está llevando a que todos aquellos jóvenes que se iniciaron en el mundo de la investigación o que deseen iniciarse tengan que luchar por unos recursos muy escasos o, en el peor de los casos, emigrar: lo cual se conoce como “fuga de cerebros”. Con respecto a este hecho, la Secretaria de Estado a la que nos hemos referido, Carmen Vela, afirmaba que «no nos preocupa que se vayan a aprender cosas fuera y que, si ahora no es buen momento, prolonguen su estancia fuera, lo que nos preocupa es luego no poder recuperarlos». Con esta afirmación invitaba a los investigadores a marcharse al extranjero y que, cuando las cosas volvieran a estar mejor, retornaran a España. Esta afirmación además de ser simplista falta a la realidad. Ya una persona sea investigadora o no, una vez que inicia su carrera profesional en otro contexto es muy difícil que retorne.

En este caldo de cultivo, nos gustaría analizar brevemente cómo se desarrolla normalmente la carrera investigadora, a pesar de no estar definida como tal en España. Vamos a incidir en cómo, aún en la época previa a los recortes, dedicarse a la investigación ya era algo difícil. Para ello hacemos referencia a datos que pueden encontrarse en el Informe de Carrera Investigadora en España (Federación de Jóvenes Investigadores – FJI / Precarios), la Carta Europea del Investigador (CEI) y el Código de Conducta para la Contratación de Investigadores (CCCI).

La labor de la Universidad no pasa únicamente por transmitir conocimientos, sino también por generarlo, lo cual sólo puede ser conseguido ejerciendo su función investigadora. La Universidad debe estar al servicio de la ciudadanía que la mantiene, con el fin de mejorar las condiciones de vida de la misma desde el punto de vista vital, social y cultural. Una Universidad sin investigación no es una universidad, en todo caso es una academia. Y la investigación no puede desarrollarse sin una apuesta firme, definida a largo plazo, por los Gobiernos y por las propias Universidades. Es por ello que no queríamos dejar pasar la oportunidad de denunciar en esta iniciativa la situación de precariedad que ha definido siempre a la investigación española, ya que, suele ser el área más desconocida de la Universidad entre la población en general y los estudiantes en particular.

Carrera investigadora en España

La Carrera Investigadora puede definirse como una sucesión de etapas en la actividad profesional de un o una investigadora, comenzando con la realización de un Máster de Investigación.

Actualmente, el desarrollo de la trayectoria profesional de un investigador en España puede articularse en torno a cuatro figuras, cada una de las cuales se identifica con una etapa de esta trayectoria:

A. Investigador no doctor (etapa predoctoral): etapa dedicada a la realización y defensa de la Tesis Doctoral.

B. Investigador doctor asociado a grupo (etapa postdoctoral).

C. Investigador doctor con capacidad reconocida para desarrollar líneas de investigación propias pero con puesto no permanente; por ejemplo programa Ramón y Cajal (RyC) (etapa de reincorporación).

D. Investigador con contrato indefinido o funcionario, pertenecientes al cuerpo de profesores de las universidades o al de investigadores de los OPI y fundaciones (etapa de estabilización).

Como jóvenes investigadores en esta comunicación vamos a centrarnos en la primera de ellas: la etapa predoctoral, ya que es en la que nos encontramos y la que conocemos más de cerca, para  poder transmitir un mejor análisis desde nuestra experiencia.

1. ¿Cómo se inicia la carrera investigadora?

La primera pregunta clave que podemos responder es: ¿Cómo una persona decide dedicarse a la investigación? ¿Se nos orienta para esta tarea? ¿Cómo se inicia la actividad investigadora? ¿Hay un itinerario definido? ¿Es una opción conocida entre los estudiantes?

Sí respondemos desde nuestra experiencia, es fácil encontrar la respuesta. Ni se nos orienta para ello ni, en realidad es una opción o salida profesional muy conocida. En este sentido queremos remarcar dos ideas importantes y que se van a repetir a lo largo de este escrito: la desinformación y la desorientación caracterizan el acceso a la carrera investigadora. En general, los estudiantes que desean dedicarse a la investigación carecen de información básica para planificar su futuro, como por ejemplo: grupos existentes en las diferentes universidades y facultades, calidad del trabajo desarrollado por éstos, cuáles son los temas de mayor interés científico, cómo tener un primer acercamiento, etc.

Creemos que éste es un problema fundamental en el momento de la elección del grupo de investigación, y provoca que esta decisión se tome normalmente en función de criterios poco relacionados con la calidad científica, como son la existencia de alguna oferta de beca, conversaciones informales con profesores durante la etapa de estudiante, colaboración con el departamento correspondiente durante el grado o el máster, etc. pero sin un proceso pensado de elección.

2. ¿Cuáles son las condiciones laborales?

Es de sobra conocida las precarias condiciones laborales de la mayoría de los y las investigadoras durante su etapa predoctoral y postdoctoral, con la promesa de conseguir un puesto estable en el futuro. Se trata de auténticos “contratos implícitos”, en los cuales los afectados intercambian una posible seguridad laboral en el futuro por peores condiciones reales en el presente. En la etapa predoctoral, la precariedad comporta otras desventajas, por el especial carácter de la relación entre el director de tesis y el doctorando.

Antes de alcanzar un puesto estable, es muy frecuente que investigadores que desarrollan el mismo tipo de trabajo lo hagan bajo condiciones laborales totalmente diferentes; por ejemplo, pueden coexistir en un mismo centro y realizando el mismo tipo de actividad investigadores con beca, con contrato, que cobren “en negro” sin ningún tipo de vínculo con el organismo (p.ej. mediante dietas o pago de colaboraciones externas) o que trabajen sin percibir remuneración (normalmente porque están esperando la concesión de una ayuda). El trabajo de la mayoría de los investigadores predoctorales y de muchos postdoctorales se ha remunerado tradicionalmente mediante becas, y sólo un porcentaje reducido ha disfrutado de un contrato. El hecho de estar trabajando mediante una beca supone una serie de desventajas respecto a un contrato, entre ellas:

  • Durante los dos primeros años de beca la cotización a la Seguridad Social es reducida, lo que tiene implicaciones directas en la remuneración durante los periodos de baja, maternidad/paternidad, etc.
  • Los investigadores, por su condición de becario, tienen difícil el acceso a la protección de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.
  • Al no cotizar por la contingencia de desempleo, tampoco tienen derecho a que el tiempo de beca compute para esa prestación.
  • Tampoco se cotiza para la formación profesional, por lo que no se tiene derecho a cursos de protección de riesgos laborales, etc.

Las universidades disponen de ciertas figuras contractuales que podrían evitar esta situación de trabajar con becas. La Ley Orgánica de Universidades (LOU) de 2001 (BOE, 2001), regulaba las figuras contractuales de Ayudante y Ayudante Doctor, compatibles con las etapas predoctoral y postdoctoral. Aunque la LOU creaba estas figuras fundamentalmente para la dedicación a la investigación, las universidades las han utilizado esencialmente para dar docencia, asignándolas según criterios docentes y adjudicándoles un considerable número de créditos; para la función investigadora han preferido las becas, normalmente financiadas por organismos externos como MEC o Comunidades Autónomas.

Un inconveniente para la aplicación de la figura de Ayudante como medio para contratar investigadores predoctorales consistía en el requisito de haber superado las materias de estudio de la etapa de doctorado para poder optar al puesto de Ayudante. Esta limitación impedía a los investigadores predoctorales acceder a esta figura de contratación en sus primeros años de investigación.  Se da situaciones contradictorias, por ejemplo que, algunas universidades baremaban mucho estar en posesión del título de Doctor para optar a una plaza de Ayudante, lo cual impedía, en la práctica, el acceso a esta figura a los investigadores predoctorales, utilizándose esta figura para contratar doctores, en vez de la de Ayudante Doctor.

La reforma de la LOU (BOE, 2007b), aprobada el 29 de marzo de 2007, eliminó de la figura de Profesor Ayudante el requisito de haber superado la “etapa de formación” del doctorado, limita su carga docente a 60 horas anuales, dejando claro que se trata de una figura eminentemente investigadora, e impide contratar doctores como Ayudantes. La realidad fue que ante la reducción de la docencia de los Ayudantes, las universidades han comenzado a recortar drásticamente la oferta de esta figura, anulando el propósito de la reforma de la LOU. Esto demuestra que es necesario un cambio en la política de las universidades y departamentos, actualmente guiada casi únicamente por criterios meramente docentes.

Otro gran problema de los investigadores becados, contratados por proyectos o por programas de ayuda a la contratación ha sido la ausencia de derechos, representatividad, etc. La LOU de 2001 trataba la etapa de doctorado meramente desde el punto de vista de los estudios de Tercer Ciclo (cursos de doctorado), por lo que la decisión de considerar a los investigadores pre y postdoctorales como Personal Docente e Investigador (PDI) quedaba en manos de las universidades. Como consecuencia de esto, en la mayor parte de los casos estos investigadores no han sido considerados en sus estatutos, o lo han sido de manera poco clara o equívoca (por ejemplo, considerando a los investigadores predoctorales meramente como estudiantes). La reforma de la LOU de 2007 no ha supuesto ningún cambio en esta situación. Esto implica, en la mayoría de los casos, el no reconocimiento de los derechos de estos investigadores, incluidos los derechos básicos derivados de su actividad profesional (como, por ejemplo, revisiones médicas, inclusión en los programas de prevención de riesgos laborales, material de protección, representación en los órganos de los centros, etc.).

3. Estatuto del personal investigador en formación (EPIF)

En 2006 se aprobó el Estatuto del Personal Investigador en Formación (EPIF). Este estatuto es de obligatoria aplicación para todos los programas de ayuda a la investigación asociados a programas de doctorado, tanto de entidades públicas como privadas (art. 1.2). El EPIF establece para la etapa predoctoral un sistema 2+2 por el cual la remuneración en los dos primeros años del doctorado se efectúa mediante beca, y los dos últimos años son remunerados mediante un contrato en prácticas. Con respecto a la etapa postdoctoral, se prohíben las becas destinadas a doctores y se obliga a su sustitución por un contrato laboral.

Sin embargo, el EPIF sólo es de obligada aplicación para aquellos programas destinados a realizar la tesis, lo cual excluye a los investigadores con cargo a proyectos. Además, permite que los organismos convocantes se escapen de su ámbito de aplicación simplemente no mencionando en los objetivos la realización del doctorado o tesis en la convocatoria. Así mismo, después de la aprobación del EPIF, algunas convocatorias que anteriormente estaban destinadas a la contratación de doctores eliminaron el requisito del título de doctor, dejándolo “simplemente” como un mérito con muchos puntos en el baremo, para, de esta manera, evitar cumplir el EPIF.

4. Escasez de recursos

Hasta ahora hemos hablado de qué supone iniciarse como investigador con la ayuda económica de una beca. Pero ¿cuáles son esas becas y cuántas hay? Las convocatorias públicas estatales por excelencia son:

  • Becas del programa de Formación del Profesorado Universitario (2012: 950 becas, reducidas a 800 a un mes de la resolución de la convocatoria): para realizar la tesis en un grupo de investigación de una Universidad. Convocadas por el MECD.
  • Becas para la Formación de Personal Investigador (2012: 1020 becas): para la realización de la tesis en centros de I+D o asociados a proyectos financiados en el programa de I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad.

Existen también becas autonómicas, que debido a la crisis, por ejemplo en Madrid ya no se convocan. También están las de las propias Universidades, limitadas a los estudiantes de doctorado propios. Estas también están peligrando en algunas universidades, como la UCM.

Y por último las becas que convocan las fundaciones privadas, que conceden ayudas para la realización de tesis, en las que últimamente están solicitando como requisito que esta se incluya en un programa de doctorado con mención de excelencia acreditado por la ANECA. En determinados campos y áreas como en Educación no hay apenas ninguno en toda España, lo cual a educadores/as, pedagogas/os, nos deja fuera de las posibilidades privadas.

A la dificultad añadida de la escasez de becas se añade el requisito de que tienes que solicitarla con un límite de 3 años a partir de finalizar la carrera (no el Máster que te da acceso). Eso quiere decir que no tienes opción de salir al mundo laboral y luego regresar al mundo de la investigación. En este punto retomamos la idea de inicial de falta de información, o es algo que tienes decidido  en el momento de finalizar la titulación o las dificultades se incrementarán.

5. Discontinuidad en la carrera investigadora

Una vez superada la carrera de obstáculos que supone conseguir una beca y aceptadas las condiciones precarias de dicha beca, se añade la incertidumbre de si, una vez finalizada la beca, habrá oportunidades de continuar en la carrera investigadora.

En el mejor de los casos, la financiación predoctoral se extiende durante 4 años. Con todo, no es infrecuente que el tiempo necesario para la realización de la tesis doctoral sea superior a los cuatro años financiados En esta situación, el investigador o bien encuentra trabajos alternativos fuera o dentro de la investigación o bien tiene que culminar la tesis doctoral sin ningún tipo de subsidio. Algunos investigadores llegan incluso a realizar su trabajo sin recibir ninguna remuneración o recibiéndola de manera irregular, y, por tanto, sin cobertura legal.

Tras la obtención del grado de doctor/a suele producirse otra interrupción considerable en la financiación del investigador. Normalmente, la lectura de la tesis implica la finalización inmediata de la beca o contrato, y, por tanto, es frecuente que durante este periodo (hasta la incorporación a otro centro como investigador postdoctoral) el investigador realice su trabajo sin ningún tipo de remuneración, perspectivas o seguridad laboral. Además, la mayoría de las convocatorias postdoctorales exigen como requisito ser doctor o haber depositado ya la tesis. Esto provoca en muchos casos que el investigador no disponga de financiación durante muchos meses. Hay que tener en cuenta que este requisito no se justifica en la intención de evaluar la calidad de la tesis, ya que sólo se exige el justificante que acredite haberla leído o depositado.

En cambio, ni el ser doctor o doctora ni el haber depositado la tesis en el momento de la solicitud se exige en la oferta postdoctoral de las principales universidades estadounidenses y europeas, ni tampoco aparece en otras prestigiosas convocatorias como la Marie Curie, que evalúan la calidad de la investigación a partir de las publicaciones en revistas de reconocido prestigio. La discontinuidad que supone en la carrera profesional esta falta de financiación constituye uno de los principales problemas a los que se enfrentan los y las investigadoras en nuestro país.

Así mismo, el hecho de tener que estar esperando continuamente a que salgan convocatorias, se resuelvan, o salgan plazas en la Universidad, lleva a que las personas dedicadas a la investigación tengan periodos muy prolongados de “parón” laboral remunerado. Esta situación de inestabilidad laboral provoca que estas personas tengan que buscarse otros trabajos, dedicando gran parte de su tiempo a ellos, en perjuicio del que dedican a la investigación. Dicha inestabilidad dificulta notablemente su labor e impide la realización y/o finalización de muchos trabajos por no poder realizar una planificación a medio plazo de su carrera y de sus proyectos.

Finalmente, la dificultad de no ser beneficiario de una beca te limita mucho la entrada a la Universidad, ya que para acreditarte como profesor y profesora se valoran aspectos tales como:

  • Estancias en el extranjero: caras para costeártelas si no trabajas e imposibles de realizar si estás trabajando.
  • Presentación de comunicaciones en Congresos: muchos de los cuales son caros (matrícula, desplazamiento, alojamiento, dietas…). No digamos ya en Congresos Internacionales.
  • Publicaciones: si estás trabajando, es más complicado sacar tiempo para escribir con calidad e interés científico.
  • Experiencia docente: a la cual no se puede tener acceso si no es mediante el vínculo formal que te ofrece la beca con la Universidad.

Aún así, si se supera todo esto, queda un problema en el que ya nada tienen que ver los recursos o la posición del Gobierno en cuanto a investigación: la endogamia. Ésta se produce cuando las plazas de investigación o docencia se conceden a personas con vinculación previa a la entidad que convoca la plaza (licenciados y/o doctorados en esa institución, trabajadores de ese organismo con otro tipo de contrato, etc.), a menudo con méritos profesionales menores que los de otros candidatos al puesto, pero que “son de fuera”. A pesar de que la tendencia a la endogamia se haya reducido a día de hoy es una práctica aún activa y de gran alcance en la universidad española.

La Federación de Jóvenes Investigadores/as señala que aunque la endogamia “per se” no tiene por qué influir negativamente en el sistema científico, en el sistema español se presenta junto con otros factores, actuando, según los casos, sinérgicamente, como causa-efecto y/o en círculos viciosos. De esta manera, este fenómeno se ha convertido en uno de los factores principales que influyen en la baja eficiencia del sistema científico español, debido a la falta de criterios de selección transparentes, objetivos y basados exclusivamente en méritos profesionales, lo que está estrechamente relacionado con la corrupción aún existente en la universidad y otros centros de investigación públicos españoles (Bosch, 1998; Navarro y Rivero, 2001; AACTE, 2002; Delibes de Castro, 2006; Morán, 2006; Corruptio, 2007).

Así, los defectos (más bien ausencia) de la carrera investigadora en España han propiciado que la endogamia, el favoritismo y la corrupción están estrechamente relacionados y se retroalimenten, aunque la diversidad de casos complique su análisis.

Terminamos este breve recorrido y análisis crítico sobre los inicios y problemas de la carrera investigadora invitando a las personas interesadas a repensar opciones creativas y transformadoras para una investigación y educación de calidad para todas y todos.

José Manuel Sánchez Serrano es investigador y doctorando de la Universidad Complutense de Madrid 

Irene Martínez Martín es investigadora predoctoral y doctoranda de la Universidad Complutense de Madrid

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