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El lenguaje de los insectos

Los insectos representan el 85 % de los animales, expresado en número de especies conocidas. Si incluimos los demás artrópodos, la proporción sube al 90 %

Los Insectos constituyen una clase de las cuatro en la que se divide el tronco de los Artrópodos vivientes; las otras tres son los Miriápodos (ciempiés y afines), los Crustáceos (gambas, cangrejos y otras criaturas acuáticas parecidas) y los Quelicerados (arácnidos y semejantes).

Los insectos representan el 85 % de los animales, expresado en número de especies conocidas. Si incluimos los demás artrópodos, la proporción sube al 90 %. Pero no sólo en número de especies los artrópodos (y en particular los insectos) ofrecen cifras abrumadoras, sino que también en número de individuos y en biomasa estos animales constituyen los organismos dominantes en los ecosistemas, en particular en los terrestres. Esta diversidad y abundancia hace de ellos elementos clave para interpretar y comprender el funcionamiento de las comunidades naturales, y han sido fuente de fascinación, admiración y temor para los seres humanos, desde tiempos remotos. Los insectos son además agentes tanto beneficiosos como perjudiciales para las actividades humanas (agricultura, ganadería, alimentación, transmisión de enfermedades, etc.).

Pero en esta breve aproximación a la entomología nos vamos a centrar en un aspecto en cierta medida sorprendente: el lenguaje de los insectos.

Según el DRAE, lenguaje es un conjunto de señales que dan a entender algo (acepción 6ª), de lo que se deduce que es necesario un emisor (productor del mensaje), un mensaje (lo que se quiere decir), y un receptor (que debe captar e interpretar el mensaje). El lenguaje de los insectos puede utilizar tres tipos de señales: químicas, acústicas y visuales.

Lenguaje químico

Los insectos emiten sustancias químicas portadoras de información con las que transmiten vital información. Estas sustancias se conocen como feromonas, si llevan la información de un individuo de una especie concreta a otro de la misma especie; si la señal es descifrada por otra especie, las sustancias más o menos volátiles se conocen como alomonas si causan perjuicio al receptor, o kairomonas si el perjudicado es el propio emisor. Las feromonas son sustancias generalmente volátiles de moderado peso molecular y frecuentemente con estructura química de alcoholes, cetonas, hidrocarburos o ácidos orgánicos, muchas veces con numerosos dobles enlaces y radicales variados, lo que aumenta la disponibilidad y variabilidad de estas especies químicas, a fin de dotar a la señal de singularidad y especificidad biológica. Las feromonas pueden clasificarse en inductoras e iniciadoras, en función de que provoquen un cambio de comportamiento en el receptor (las primeras) o cambios morfogenéticos (las segundas). El mensaje que pueden llevar las feromonas inductoras es de atracción, con propósitos sexuales (como hacen muchos lepidópteros) o sencillamente de agregación de individuos (como hacen las langostas del desierto), de rastreo, para seguir una pista (como hacen muchas hormigas que se desplazan en fila), de alarma, para avisar al resto de individuos de un peligro inminente, o de identificación, para reconocerse. Las feromonas iniciadoras inducen cambios durante el desarrollo del insecto y cambian su forma, su función u otras circunstancias vitales, como en el caso de las abejas y otros insectos sociales, en los que la feromona real (sustancia de la reina) impide la maduración de los ovarios de las larvas femeninas, y las convierte en obreras estériles.

Lenguaje acústico

Los insectos son capaces de emitir sonidos con los que transmiten una variada gama de mensajes. Los modos de producción de sonido son diversos:

  • Golpes: Percusionistas
    • Carcomas, plecópteros, psocópteros, orugas
  • Fricción: Estriduladores
    • Ortópteros
      • Grillos y afines
      • Saltamontes de antenas cortas
    • Coleópteros
    • Lepidópteros
    • Himenópteros: Hormigas
  • Vibraciones de las alas
  • Órganos vibratorios: Cigarras
  • Emisión de aire: Acherontia atropos (esfinge de la calavera).

Las carcomas golpean partes de su cuerpo (cabeza, tórax) contra la galería en la que viven, y producen un característico sonido cuyo significado es muchas veces una llamada de tipo sexual. Los estriduladores frotan una parte de su cuerpo con otra y producen u característico sonido, algo parecido a lo que sucede cuando tañemos una botella de anís con una cuchara; es el caso de los grillos y chicharras, que frotan sus alas, o los saltamontes, que pasan rápidamente la cara interna de sus fémures posteriores (provistos al efecto de una fila de verrugas) por el borde de sus alas anteriores (tegminas); estos insectos llegan a articular sílabas, y las sílabas forman palabras, e incluso cabe distinguir dialectos diferentes entre poblaciones geográfica o genéticamente separadas.

El lenguaje visual

Los insectos son capaces de mostrar elementos visibles con los que transmitir una información. Además de las formas, colores y diseños, que darían para otra clase, los insectos pueden adoptar posturas amenazantes o discretas, según convenga a su especie, y quedarse inmóviles como ramitas, o parecerse a deyecciones de aves, para no ser comidos. Sorprendente también es la producción de luz de las luciérnagas y otros insectos bioluminiscentes, cuyos destellos no son azarosos, sino que encierran un complejo sistema de lenguaje. Otro de los ejemplos fascinantes de lenguaje visual es el de las abejas, cuya danza indica no sólo la presencia de una fuente de néctar, sino la distancia a ella y la orientación según el sol, y esta información varía según la hora, porque lógicamente el sol cambia de posición aparente, tal y como descubrió Karl Von Frisch.

 

José Luis Viejo Montesinos es Catedrático de Zoología en la Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid

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Comentarios
  1. tengo interes en conocer si se sabe algo del lenguaje de los gorgojos de la madera. y su organizacion social.

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