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Artistas palestinos que luchan por explicar su mundo

Los grafitis de Banksy en Gaza han logrado que se vuelva a hablar de este territorio meses después del último ataque israelí. Con más dificultades, otros creadores buscan su espacio día a día

Este artículo está incluído en el número 26 de la revista La Marea, que puedes comprar aquí

En la zona más oriental de Beit Hanún, en el norte de la Franja de Gaza, desciende un hediondo riachuelo de aguas residuales. A uno y otro lado de la calle, destrucción. Casas machacadas, totalmente inhabitables. Las estructuras de hierro quedan al descubierto dejando un panorama desolador siete meses después de la última agresión israelí contra la Franja. Una pared se sostiene de pie delante de la chabola que una familia ha construido. Sobre ella, la pintura de Banksy plasmó un gato. «Un día llegó un extranjero junto a otros dos chavales y dibujó este gato –cuenta una mujer saliendo de la chabola–. Luego comenzaron a llegar muchos periodistas, a tomar fotos y a hacer entrevistas. Gracias a este gato la zona ha vuelto a salir en las noticias». La mujer sonríe esperanzada. Piensa que, gracias a la llegada de periodistas que buscan las impresiones del arte urbano del misterioso artista británico, la situación de los desplazados mejorará.

En la Franja de Gaza son muchos los artistas con talento, pero desgraciadamente pocos logran tener impacto. Las oportunidades son escasas y los pasos fronterizos están cerrados. Basel al-Atawna es un exprisionero palestino que dibuja y escribe obras de teatro, pero sobre todo hace murales conceptuales y obras con cemento en paredes, usando los pocos materiales existentes. «El primer dibujo que hice en la cárcel fue el regalo que un camarada quería hacer a su sobrina –relata Basel–. Para pintar usaba los bolígrafos negros secos.»

En una de las plazas más concurridas de la ciudad de Gaza, se alza uno de los murales que Basel dedica a los prisioneros palestinos: un hombre con los brazos extendidos y atado, con la cabeza caída hacia delante, bajo la presencia de un reloj. «Para un prisionero el tiempo se para en el momento de la detención. En la cárcel hay frustración y opresión. Los soldados israelíes registran las habitaciones dos veces al día. Nos provocan, nos tratan mal. Todo eso es algo que pone a los prisioneros en una posición de impotencia y de frustración. No puedes hacernada. Es como si estuvieras atado», compara.

El sueño de Basel es viajar fuera de la Franja y visitar museos de arte moderno, entrar en contacto directo con el arte y con los creadores. «Podemos invitar a Gaza a artistas y hacer talleres juntos, pero los israelíes y los egipcios cierran los pasos y es prácticamente imposible», aclara. «Al fin y al cabo, sigo en una cárcel. La diferencia con la prisión donde estaba antes es que aquí puedes ver las estrellas durante la noche».

Guernica-Gaza

Dina y Mohammed al-Hawajri son una pareja de artistas casados hace nueve años. Mientras sus tres hijos juegan en las grises calles del campo de refugiados donde viven, en sucasa todo es color, originalidad. Piensan que a través del idioma universal del arte la gente empezará a comprender la cultura de Palestina. Este es el objetivo del proyecto Guernica-Gaza, de Mohammed. «Me encontraba con artistas de otras partes del mundo que no sabían dónde está Palestina –explica Mohammed–. Al final me decían: Eso no es Palestina, eso es Israel. Por eso pensé en hacer un proyecto que uniera la pintura europea, Chagall, Van Gogh, Goya, Dalí…, y lo que sucede en Palestina, fósforo blanco, muro de Apartheid. Usé el Guernica de Picasso y proyecté la vida de la Franja de Gaza».

Los cuadros de Dina son los más singulares de toda Gaza. El último lo ha dedicado a sus antepasados. «Nosotros somos refugiados palestinos de Yora’a (ciudad llamada Ascalón por los israelíes). Mi abuelo fue el primero que comenzó a hacer barcos en Gaza», explica Dina, para quien «no siempre tiene que haber guerra en las pinturas. A veces yo prefiero incluso olvidar las guerras. Esta casa fue dañada por los bombardeos y tuvimos que evacuarla. «Dina dibuja desde que era pequeña. Ha estudiado Bellas Artes en Gaza y ha alcanzado reconocimiento a nivel internacional, pero sigue teniéndolo difícil. Además del bloqueo, Dina choca con el obstáculo de la sociedad conservadora donde vive. «A la última exposición fueron mis pinturas, pero yo no pude ir. En 2011 tenía que ir a Abu Dabi, pero me rechazaron el visado tres veces. Los pasos fronterizos son el obstáculo más grande para los artistas de Gaza. También está la sociedad, que no entiende cómo una madre deja a su familia para viajar fuera y trabajar», añade Dina.

Por su parte, Mohammed cree que el arte es la zona neutral del conflicto palestino-israelí, donde se puede hablar de belleza, de vida y esperanza. «En Europa, los sionistas piensan que si el artista es de Gaza llegará con su pañuelo palestino hablando de muerte y pidiendo dinero, pero se encuentran con arte. Uno me dijo una vez: ¿Dónde está la sangre en tus pinturas? Y le contesté: La sangre está dentro de mi cuerpo. El niño prodigio de shija’yyah Mohammed Qreqa observa sus cuadros favoritos: una manada de caballos al galope y un paisaje chino. Acaba de terminar las clases del colegio y siente unas ganas inmensas de coger el pincel, pero no hay electricidad y ya está atardeciendo.

Con sólo 13 años, Mohammed se ha convertido en el niño prodigio de la Franja. «Mis dibujos son de dos tipos: patrióticos, con los problemas y las guerras a las que nos enfrentamos, y personales. Dibujo la naturaleza exótica que aquí no hay. Me gusta mucho dibujar sobre Palestina, pero con la naturaleza me relajo», confiesa el joven talento. En su última obra, Mohammed refleja la convulsa historia de su vida. «Nací durante la segunda Intifada y he vivido tres guerras. Fuimos desplazados en la última de ellas porque vivimos en Shija’yyah. Estas escaleras de aquí son mi ascenso en la vida, con la ayuda de mi hermano Malek. Las palomas son la gente, los ángeles que me ayudaron. Los alacranes y las serpientes abajo, son la mala gente y los obstáculos».

Mohammed aprende nuevas técnicas a través de los videos que encuentra en Internet. También se enfrenta a la falta de materiales o al bloqueo que no le deja partir a otros destinos. Para costearse el precio de los materiales, Mohammed vende retratos o realiza el maquillaje de efectos especiales para películas de producción local. «Para ahorrar, compro la tela y yo mismo hago el marco con madera, o utilizo el marco de madera de las ventanas. Nosotros no tenemos dinero para mis viajes, pero siempre hay alguien que nos paga los billetes de avión», explica sonriente. Hace unos meses se le presentó una oportunidad difícil de rehusar: estudiar Bellas Artes en una universidad de Túnez con una beca de dos años para, después, continuar sus estudios en Italia.

Pero Mohammed, que dice no poder viajar a través de Israel, afirma que todavía no es el momento de abandonar la Franja. Encerrado, al igual que sus colegas artistas, continúa viviendo por y para el arte, deseando que llegue el día en el que pueda mostrar sus obras en una gran galería de Gaza.

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