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La (fascinante) historia de la criptomoneda alternativa que podría salvar a Grecia (y quizás al mundo)
El activista Enric Duran, conocido como Robin Banks, y su colectivo lanzan el Faircoin
LAIA GORDI, Londres // Enric Duran nos cita en un chat encriptado. El activista conocido como Robin Banks todavía vive en la clandestinidad. «Para sostenerme he tenido que hackear el sistema monetario, ¿verdad que es original?», dice.
«En los primeros años de clandestinidad estuve probando el Bitcoin para gestionar algunos de los aspectos de mi situación de forma segura», explica Duran, que explica que cuanto más aprendía más se daba cuenta del potencial que tenía una «tecnología tan disruptiva». De ahí nació la idea de hacer compatible la independencia de los Estados y bancos que ofrecen las criptomonedas con los valores de la «revolución integral»; que no es más -ni menos- que una propuesta de sociedad post-capitalista de Duran y su colectivo basada en el empoderamiento de la población en la toma de decisiones en todos los ámbitos de la vida; es decir, en la economía, en la política, en la forma de sociedad, de cultura, etc., al margen de los Estados y de forma asamblearia. No fue hasta «abril de 2014 que se me ocurrió recuperar una criptomoneda que había sido abandonada, el Faircoin, y utilizarla como herramienta para construir una cooperativa abierta de carácter mundial, que bautizamos como Faircoop«, continúa tecleando Duran. Desde entonces, con Thomas König, un programador austriaco que enseguida se sumó al proyecto, este colectivo disperso de activistas, hackers y agitadores varios se ha dedicado a desarrollar, testar e imaginar todo lo que es posible al margen del mundo capitalista y de los Estados, bajo un paraguas cooperativo y con una moneda virtual.
Cómo funciona el Faircoin (y el Bitcoin)
Las criptomonedas son una unidad de valor que en lugar de estar ligada a un banco central, o un bien tangible, como por ejemplo el oro, está ligada a un algoritmo, una fórmula matemática que tiene un número determinado de soluciones. Cada vez que un ordenador o un conjunto de ordenador soluciona la fórmula se crea una unidad de valor, o sea un Bitcoin, en el caso de la criptomoneda más famosa del mundo. Es como si un grupo de programadores hubieran diseñado un juego. Las reglas del juego y el tablero están a la vista de todas, ya que se trata de un programa de código abierto. Así todas las participantes pueden evaluar que nadie hace trampas. Quienes resuelven el juego ganan puntos o Bitcoins, esto se llama «mining» en inglés, o dedicarse a la minería. Pero también puedes comprar criptomoneda con moneda corriente o te la pueden regalar. El valor de la criptomoneda depende de la oferta y la demanda, y no del dólar y de los tecnócratas neoliberales del Tesoro estadounidense; cuanta más gente juega, más valor tiene.
La tabla o el programa madre se llama Blockchain, que también podríamos decir que es un libro de contabilidad público y abierto donde se pueden ver todos los movimientos peer-to-peer que se hacen, por ejemplo, en Bitcoins. Es este tráfico lo que establece el valor de la moneda respecto a las demás. Entre las ventajas concretamente del Bitcoin, a pesar de que tiene una gran volatilidad porque es un mercado pequeño y con relativamente poco dinero se puede alterar el precio de la moneda, sus defensores dicen que es más difícil especular con él, o que cree una burbuja porque tiene una tendencia matemática a crecer y más adelante a estabilizarse. Pero sobre todo, el boom del Bitcoin viene del hecho de que las transacciones son anónimas, independientes de gobiernos o bancos, y libres de impuestos. Sus detractores señalan que el Bitcoin, y las criptomonedas en general, presuntamente se utilizan masivamente para blanquear dinero y comprar productos y servicios ilegales.
El Faircoin, sin embargo, según Duran, va un paso más allá del Bitcoin. Se trata de cambiar las reglas del juego. De entrada tiene un sistema de minería que no depende de la potencia de tu ordenador y, por tanto, es más igualitario y más ecológico, explican desde la Faircoop. Además, el colectivo está trabajando en un nuevo algoritmo que recompensa la cooperación y no la competición individual, puntualizan. También, explican los activistas, han creado cuatro fondos de financiación dentro de la Faircoop que ayudarían a desarrollar las ideas libertarias de la revolución integral a escala global, si la moneda tiene éxito. La idea de Duran y sus compañeros es que o ganamos todos o no gana nadie. «La Faircoop y el Faircoin son apuestas, todos los que participamos subimos en el mismo tren, donde para que gane uno, tenemos que ganar todos. Es decir, el éxito personal sólo llegará si llega el colectivo, y este éxito colectivo provocará el éxito de muchos proyectos autónomos y personales «, aparece escrito en la pantalla cuando Duran pulsa el intro.
Pero el hacker, tras la pantalla, admite que es un proyecto aún con muchas preguntas por responder. El Faircoin, de entrada, no puede evitar la especulación ni la compra de armas o el blanqueo. «En una moneda descentralizada no tenemos una herramienta de control en sentido fuerte», escribe. «Lo que tenemos son herramientas organizativas y comunicativas que promueven que el Faircoin se utilice para cooperar, de forma solidaria, para construir una nueva sociedad post-capitalista, y que beneficie a quienes lo quiera utilizar en esta dirección; mientras que quienes buscan sólo la privacidad de la moneda ya tienen el Bitcoin o el efectivo», teclea rápidamente.
Utilizar Faircoins es menos abstracto de lo que parece. La semana del 24 al 31 de julio se celebró la Faircoin Week, que involucró a unas sesenta entidades esparcidas por todo el mundo. Muy especialmente destacaron 11 colectivos en Grecia y 18 en España entre Cataluña, Galicia y Valencia. Durante esta semana podías descargar gratuitamente 40 Faircoins, unos 2 euros, después de instalarte en el teléfono móvil o en el ordenador una aplicación Wallet o cartera, y con estos comprar productos justos en los establecimientos asociados. «Es difícil saber las transacciones efectuadas porque no hay un contador que las sume y no todos los movimientos que se pueden observar en el explorador son pagos reales. Pero está claro que estamos en el inicio del uso del Faircoin como medio de pago y como tal debe de haber movido esta semana algunas decenas de miles de Faircoins, lo que equivale a unos pocos miles de euros», relativiza Duran.
La presencia del Faircoin en Grecia este verano está siendo importante gracias a que los compañeros de Duran han organizado unos campamentos de verano en la isla griega de Creta, del 15 de julio al 15 de agosto, para crear un tejido cooperativo con colectivos locales, dar a conocer el uso del Faircoin y generar la autogestión económica por la que apuestan desde la revolución integral, explican activistas del campamento.
«El equipo de la Faircoop ha provocado mucho debate y actividad en mi ciudad desde que llegaron para celebrar los campamentos», dice una participante griega. «Las ideas revolucionarias que han traído, la energía y sus personalidades cálidas son esenciales para ayudarnos a salir adelante. Lo peor de la situación griega es que las promesas incumplidas de Syriza han supuesto la muerte de la esperanza. Los dictados de la troika amenazan con llevar a la gente hacia lo que parece inevitable, la pesadilla del fascismo», sentencia.
Enric Duran se hizo conocido en Cataluña después de que en 2008 hizo público que había robado casi medio millón de euros a 39 bancos españoles en forma de pequeños créditos que no pensaba volver. El dinero lo destinó a movimientos sociales. Después, con un colectivo de activistas catalanes, fundaron la Cooperativa Integral Catalana, que se trataba, de hecho, de llevar a la práctica las ideas de la llamada revolución integral y era el embrión a escala catalana de la Faircoop. Se trata de una red de cooperativas que alberga desde un restaurante a viviendas o un centro de salud que funcionan fuera del capitalismo tanto como pueden, por ejemplo, practicando la objeción fiscal. «Se trata de un proceso de construcción de una práctica social autogestionaria al margen del control estatal y del sistema capitalista», termina Duran, que parece que resuma la filosofía de su vida. A continuación, dice que tiene que irse, que le esperan para coger un autobús.
«Adiós, un abrazo», y se cierra el chat.
[Artículo publicado en La Directa]