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Una penitencia muy dura

"El 24-M ha tenido la virtud de poner de manifiesto que los procesos de convergencia global y la generosidad de las organizaciones han sido premiados por la ciudadanía", defiende el autor

En los últimos días, Pablo Iglesias ha negado varias veces la posible confluencia con cualquier plataforma que incorpore a Izquierda Unida, a veces de manera muy enfática e incluso agresiva. Lo hizo tras la entrevista con el propio Alberto Garzón en la sede de Podemos. Lo hizo también en una dura entrevista donde criticaba a los movimientos de izquierda, y más recientemente en su comparecencia con Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid y el sábado pasado en el acto de cierre del Foro del Cambio. Estas dos últimas veces ya haciendo referencia al nuevo manifiesto o plataforma Ahora en Común. El sonoro portazo huele a venganza por el correspondiente recibido justo antes de las europeas, cuando IU iba de sobrado con encuestas que le daban el 10-13%.

Realmente Izquierda Unida ha demostrado durante mucho tiempo ser tremendamente habilidosa en camuflarse tras supuestas plataformas y movimientos sociales para resurgir elección tras elección con distintas sopas de siglas, pero sin visos de poder disputar la hegemonía del PSOE en la izquierda. Sólo en tiempos de Anguita, cuando IU era todavía una coalición plural de izquierdas, amenazó con el sorpasso, pero esa posibilidad se fue diluyendo con el tiempo según iban pelando la cebolla para quedarse con un núcleo cada vez más duro y también más contaminado de corruptelas, especialmente en Madrid. Los Verdes han sufrido durante decenios en sus propias carnes esa vampirización por parte de IU de cualquier marca que pudiera dar algún rédito electoral. Ese comportamiento llegó a su paroxismo en las pasadas elecciones municipales, cuando IU intentó camuflarse bajo una marca Ganemos en muchos municipios de la Comunidad de Madrid, intentando robarle votos a las candidaturas de unidad popular que con tanto esfuerzo se habían construido en los últimos meses.

Por ello no me sorprende el cordón sanitario que Pablo Iglesias quiere establecer entre Podemos e Izquierda Unida. Sin duda la posición política de Alberto Garzón es muy convincente y consistente cuando habla de apostar por la unidad popular prescindiendo de egos y etiquetas. Pero es difícil olvidar que hace muy pocos meses IU puso en gravísimas dificultades las candidaturas de unidad popular precisamente porque pretendían que ninguna sigla asomara por encima de otras. Concretamente en Andalucía estas candidaturas han tenido probablemente los peores resultados de conjunto de toda España, y ello se debe principalmente a que IUCA fue totalmente incapaz de prescindir de sus siglas en los procesos que surgieron por toda la geografía andaluza.

Sin embargo, la política no se construye sólo a base de fenómenos pasados, y el 24-M ha tenido la virtud de poner de manifiesto que los procesos de convergencia global y la generosidad de las organizaciones han sido premiados por la ciudadanía. Alberto Garzón parece manifestar que IU ha aprendido la lección, mientras Podemos parece seguir anclado en su asamblea de Vistalegre. Pero en el último año han pasado muchas cosas, incluida la irrupción de Ciudadanos y el éxito de las candidaturas de unidad popular. Me parece que ha llegado el momento de recapitular, aprender y plantear una nueva estrategia que permita sobrepasar al PSOE (ahora mismo cómodamente instalado en una segunda posición que parece inamovible en las encuestas) o al menos disputarle la hegemonía del voto entre la ciudadanía progresista.

Está claro el papel principal que juega Podemos en el cambio, pero por ello mismo debe también responsabilizarse de agrupar todo el voto progresista posible, y ello implica incorporar a los votantes de Izquierda Unida, EQUO, Compromís, ICV, Anovas, etc., negociando si es preciso la incorporación de candidatos y candidatas de estas listas a una lista única de confluencia, capitaneada por Podemos, como la que la ciudadanía demandaba el pasado viernes en el Círculo de Bellas Artes.

Comprendo y comparto en gran medida la prevención de Podemos hacia Izquierda Unida. Pero renunciar a la confluencia me parece una penitencia demasiado dura para un electorado que clama por la unidad a la izquierda del PSOE.

Alejandro Sánchez es diputado de EQUO en el Grupo de Podemos en la Asamblea de Madrid

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