Internacional

Muñecos de ventrílocuo en el Despacho Oval

Trump ha compartido el nombre de algunas de las personas que compondrán su gabinete. El seguidismo, más que la preparación para los cargos, destaca en la mayoría de ellas.

Fotografía del encuentro entre el presidente electo, Donald Trump, y el mandatario saliente, Joe Biden, el pasado miércoles en Washington. AL DRAGO/EFE

Donald Trump empezó esta semana a anunciar los nombres de las personas que se sentarán en su gabinete presidencial. Mientras, el resto del mundo (el no ultraderechista, al menos) se lleva las manos a la cabeza. La lista de colaboradores que acompañarán al magnate en su regreso a la Casa Blanca destaca por el nivel de fanatismo de sus integrantes, aunque eso tampoco es una sorpresa teniendo en cuenta las cosas que ha dicho en campaña. Como apuntaba recientemente Bob Pop, «el gran problema de la izquierda es que incumple sus programas electorales y nos decepciona; el gran problema de la derecha es que los cumple y los supera con creces».

El nombramiento más sonado del nuevo presidente es el de Elon Musk, para el que va a crear una oficina federal ad hoc. El hombre más rico del mundo, dueño de Tesla, de Twitter y de SpaceX, y colaborador en la campaña republicana con donaciones que rondan los 200 millones de dólares (sin contar con que, ideológicamente, ha puesto su red social al servicio del trumpismo y de la promoción de «las conspiraciones de extrema derecha y del racismo», según The Guardian), estará al frente del ya bautizado como Departamento para la Eficiencia Gubernamental. El nuevo organismo se ha inventado para eliminar otros organismos del gobierno que, según la perspectiva neoliberal, consumen demasiados recursos. Se trata de reorganizar toda la administración pública, en la que Musk va a entrar con su podadera para eliminar agencias, recortar personal y suprimir regulaciones.

El patrón de Tesla ha hablado en numerosas ocasiones del horror que le produce la burocracia. Dice que quiere acabar con ella para agilizar la economía, lo que incluye, de paso, su propia economía. Hace tiempo que, por ejemplo, le declaró la guerra a las agencias medioambientales que no le dejan extraer todo el litio que necesitan sus coches eléctricos o a la legislación laboral que protege a las plantillas de sus empresas. Previsiblemente, a imitación de su amigo Javier Milei, sacará la motosierra para eliminar todo aquello que se interponga en su camino para ganar más dinero y lo hará con la excusa de defender la libertad.

Esto ya ha disparado las alarmas sobre un conflicto de intereses más que evidente: Musk tiene más de 100 contratos en vigor con la administración y ahora será él quien decida lo que se gasta en esos contratos. El más importante de todos es el que mantiene con la NASA, de la que es un suministrador esencial a través de su empresa SpaceX.

Pero Musk no estará solo al frente de este nuevo departamento: le acompañará Vivak Ramaswamy, un empresario ultraliberal, negador del cambio climático, azote de la llamada ideología woke y enemigo de los subsidios públicos.

El resto del equipo presidencial responde más o menos al mismo perfil, con el añadido de un seguidismo retórico que preocupa a muchos analistas. Así, el hombre que recomendó inyectarse lejía para curarse la COVID ha nombrado a un antivacunas, Robert Kennedy Jr., como secretario de Salud. Hay una cierta lógica dentro del despropósito. Veamos otros ejemplos.

Secretaría de Seguridad Nacional

Trump ha anunciado que pondrá al frente de la Secretaría de Seguridad Nacional (el equivalente al Ministerio del Interior) a Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur. Con este nombramiento el presidente electo pretende ahondar en la identificación entre inmigración y delincuencia. Noem, ranchera y cazadora con un gusto extremo por las armas (en su autobiografía No going back no tiene reparos en contar cómo mató a tiros a su perro porque no le obedecía), es famosa por sus andanadas contra la población migrante.

Noem ha acusado a la Administración Biden de dejar abierta la frontera con México «a propósito», con lo que, según cuenta, se ha producido una infiltración sin precedentes de cárteles de la droga. Lo cierto, con datos en la mano, es que la despoblada Dakota del Sur (territorio que tiene, más o menos, el mismo número de habitantes que la ciudad de Valencia) es uno de los estados con menos población migrante de todo el país (es el quinto por la cola, en una lista de 50 estados). Noem, por tanto, habla de oídas, pero habla muy fuerte y en la misma sintonía que Trump.

Su departamento será el encargado, por ejemplo, de llevar a cabo la deportación masiva de migrantes prometida por el nuevo presidente. También de garantizar la seguridad aérea dentro del país o de ayudar a los estadounidenses que sean víctimas de desastres naturales. Además, será la encargada de neutralizar cualquier peligro que se produzca en el Mundial de Fútbol de 2026 y en los Juegos Olímpicos de 2028. Una gran responsabilidad para una mujer entre cuyos méritos destacan ser muy fantasiosa (llegó a inventarse un encuentro con el líder norcoreano Kim Jong-un), ser devota de Trump y, como dicen en la NBC, haber «matado ella sola más animales que todos los inmigrantes haitianos juntos».

Secretaría de Defensa

El presidente colocará al frente del Pentágono a un presentador de Fox News: Pete Hegsth. Veterano de guerra en las campañas de Irak y Afganistán, Hegsth ha trabajado en la cadena conservadora y se ha declarado contrario a la presencia de mujeres en el Ejército en posiciones de combate. Pero las mujeres no son su único enemigo, también carga contra las minorías raciales y las personas LGTBI: «La frase más tonta pronunciada en el planeta Tierra sobre el Ejército es que nuestra diversidad es nuestra fuerza», dijo recientemente en un pódcast.

«Pete es duro, inteligente y un verdadero creyente del America First», declaraba Trump para elogiar al nuevo jefe de sus Ejércitos. El nombramiento, sin embargo, ha desatado una gran polémica en los círculos militares. Según Paul Rieckhoff, fundador de la Asociación Independiente de Veteranos, Hegsth es «indudablemente, el secretario de Defensa menos preparado en la historia de Estados Unidos». Eric Edelman, alto cargo en el Pentágono durante la Administración Bush, sólo le encuentra una explicación a esta designación: «La cualidad más valorada por Trump es la lealtad». A lo que añade, reprobando la condición de muñecos de ventrílocuo del nuevo equipo presidencial: «Parece que el criterio principal que se ha usado [en la elección de este gabinete] es: ¿con cuánta vehemencia ha defendido esta gente a Trump en televisión?».

Hegsth, correa de transmisión televisiva del trumpismo en materia militar, se ha mostrado partidario de perdonar a las tropas que han sido acusadas de crímenes de guerra… que es exactamente lo mismo que ha propuesto Trump. Así funciona el asunto. El republicano Adam Kinziger, antiguo miembro de la Cámara de Representantes por Illinois, valoraba su nombramiento de esta manera: «Guau. Trump eligiendo a Pete Hegsth es la cosa más irrisoria, predecible y estúpida de este mundo».

Inmigración y frontera

Trump quiere que el encargado de expulsar de Estados Unidos a los migrantes sin papeles sea Tom Homan, a quien ha otorgado el grandilocuente y ridículo título de «zar de la frontera». Homan ya trabajó para Trump durante su primer mandato y fue el artífice de la separación de los niños mexicanos de sus padres. A los pequeños los metía en jaulas para perros.

La tarea que Homan tiene por delante (la deportación de alrededor de 10 millones de personas) se antoja no sólo difícil sino «absurda». Pero el trumpismo ya ha demostrado que no funciona con parámetros reales. Todo se basa en el «show», como explica el colombiano Enrique Patiño, especialista en temas migratorios. El precio de la operación sería tan alto que, al final, todo se limitará a ser «un efecto espuma inicial, que probablemente después se detenga».

Embajador en Israel

El puesto de embajador en Israel será para el antiguo gobernador de Arkansas Mike Huckabee, un evangélico radical favorable a la colonización hebrea de los Territorios Palestinos. «Hay ciertas palabras que me niego a usar. Cisjordania no existe. Es Samaria y Judea. No existen los asentamientos. No existe la ocupación», dijo a la cadena CNN. Este es el hombre que Trump dice que «trabajará incansablemente para lograr la paz en Oriente Próximo».

En la misma línea se sitúa Elise Stefanik, una de las voces proisraelíes más potentes del Congreso, que será la embajadora de Estados Unidos en la ONU. La semana pasada, sin ir más lejos, calificó las Naciones Unidas como de «institución antisemita».

Stefanik, que empezó su carrera política como moderada, se ha convertido con el tiempo en una extremista. Como absoluta incondicional de Trump que es, defendió al presidente con uñas y dientes durante su primer impeachment. Entonces arremetió contra los jueces que lo juzgaban, después defendió que sus pleitos políticos se borren del registro del Congreso y recientemente no ha parado de anunciar un robo de las elecciones por parte de los demócratas, como exigía el argumentario trumpista. Y ya se ha colocado. Misión cumplida.

Secretaría de Estado

Para el puesto de Secretario de Estado (el equivalente al Ministerio de Asuntos Exteriores) suena el nombre de Marco Rubio, de ascendencia cubana y senador por Florida. Parece difícil que se pueda imaginar un embargo más asfixiante que el que ya sufre la isla caribeña, pero todo puede empeorar. Rubio tiene, obviamente, otros grandes problemas a los que enfrentarse, como la guerra comercial con China o la tensión en Oriente Próximo, pero parece especialmente interesado en recuperar terreno en América Latina. Es lógico: el Make America Great Again también pasa por controlar todo lo que ocurra en su «patio trasero».

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